Un punto de suplicio
Un Zaragoza pobre y desesperante en el fútbol empata en La Cerámica y sigue sin reaccionar
Logró un punto el Real Zaragoza en su visita a La Cerámica, un botín insuficiente, claro está, un punto de auténtico suplicio para el equipo de Velázquez, que ya está para muy pocas cosas. Los casi 3.000 zaragocistas que acudieron a Villarreal asistieron a una nueva demostración de impotencia en lo futbolístico, una nulidad en el juego, sin que el cambio de esquema trajera una transformación en ese aspecto, para que el empate aleje más, si cabe, el sueño, porque solo sueño es, de alcanzar el tren de la zona noble, con la sexta plaza a siete puntos, porque este Zaragoza no está para ningún vuelo, solo para acabar la mediocre temporada que lleva con una posición que se corresponda con su fútbol.
El partido, de hecho, lo pudo perder más que otra cosa el Zaragoza, ya que en el inicio de la se
gunda parte tres ocasiones claras del Villarreal B, el equipo más goleado de Segunda, no se olvide, pudieron deparar un disgusto mayor para un equipo entonces desarbolado y en general, a lo largo de todo el partido, ineficaz e incapaz. Velázquez, con 15 puntos de 36 desde que llegó, frenó la caída con Escribá, pero vive a años luz de darle vuelo a su propuesta y ahora mismo el equipo solo está para cerrar el medio centenar de puntos y firmar la permanencia. Ese fútbol insoportable ya no da para más. Bueno, sí, da para enfadar a la grada y en La Cerámica ya se vio un claro exponente cuando los jugadores fueron a dar las gracias a los sufridos viajeros.
Cambió por fin el sistema, o la estructura como dice Julio Velázquez, para que el Real Zaragoza dejara en el baúl el de tres centrales y se ubicara en un 4-2-3-1, con Lecoeuche de novedad en el lateral mientras Marc Aguado y Francho se situaban en la sala de máquinas, de forma escalonada, y con Mollejo y Valera en las alas para que Mesa buscara el enlace con Azón. Una disposición en teoría más valiente. Solo en teoría...
El Villarreal, con un 4-4-2 más claro, trató de buscar al principio la posesión y el peligro a través sobre todo de Tasende en la banda izquierda y un centro suyo lo remató mal Carlo Adriano. El Zaragoza, solidario, agresivo y ordenado,
no tardó en imponerse en el control del partido, pero hasta ahí, ya que el fútbol del equipo era tan previsible como otros días, pese al cambio de esquema, repleto de pases de seguridad, de falta de velocidad y de envíos en largo para que Azón se peleara con el mundo y obtuviera poco rédito.
Alguna aceleración de Valera generaba inquietud en el carril diestro y el partido vivía más en campo del Villarreal, aunque la sensación de peligro era mayor por parte del equipo local en un contexto de aburrimiento general tras el chispeante inicio. Collado no logró hacerse con un buen pase de Ontiveros, muy presente en ataque, y una jugada de Carlo Adriano acabó en las manos de Edgar Badía, pero el encuentro seguía sin demasiadas cosas, más para el bostezo que otra cosa.
Mollejo, siempre bullidor y activo
El Villarreal B pudo ganar el partido tras el descanso y el Zaragoza, en cambio, nunca pudo ganarlo
en dura pugna con Alti, vio cómo Lekovic le quitaba un balón tras su buena presión, que tuvo mejor efecto en otro balón robado en el que Maikel Mesa remató bien desde la frontal y el portero local despejó con apuros en la mejor ocasión zaragocista, que también rondó el gol, aunque ese término es generoso, en un cabezazo de Azón tras un buen centro de Lecoeuche, y que protestó un tímido agarrón de Alti a Mollejo que no fue suficiente para penalti.
No hubo cambios en el inicio de la segunda parte, pero el Villarreal B amenazó de verdad, sobre todo por el costado de Lecoeuche. Un centro de Collado no le llegó a Forés gracias a la acción de Francés y entre el canterano y Zedadka sacaron un remate a bocajarro de Carlo Adriano tras llegada de Altimira, que remató en el córner posterior desde la frontal para que
Carlo Adriano no llegara y Badía hiciera el milagro de cada día. Un disparo de Collado, cruzado, finalizó un inicio terrible de la segunda parte.
Se serenó el Zaragoza y Velázquez recurrió a Mouriño y Toni Moya para que Francés pasara a ser lateral zurdo y Mollejo ocupara el sitio de Azón después cuando salió Manu Vallejo. Poco mejoró el fútbol zaragocista, que no era capaz de inquietar más allá de alguna aparición de Valera. A eso se reducía el Zaragoza en ataque, también cuando entraron Enrich y Grau y pasara a jugar con un 4-1-4-1 con el ariete menorquín de escaso faro. El partido se murió en pobres intentos, de Mouriño, Enrich o Mollejo, mientras el Villarreal B se diluyó también con los cambios para fortuna del equipo zaragocista, que llegó al final del pleito con unas tablas de auténtico suplicio, un punto que si sabe a algo es a amargura por la terrible carencia de fútbol.