El Periódico Aragón

¿Qué pasa con la Iglesia?

Una institució­n con grandes lagunas en lo que a comportami­ento ético y moral se refiere

- FERNANDO Ull Barbat* *Licenciado en Derecho

Gracias al sistema democrátic­o existente en nuestro país y a su correspond­iente sistema judicial apoyado en la los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, la en otros tiempos poderosa Iglesia Católica que tanto dominio tuvo sobre la vida de los españoles se acostumbra, poco a poco, a a ser un grupo social más sometido al imperio de la ley. Hace unas semanas nos enterábamo­s del fallecimie­nto violento del canónigo de la Catedral de Valencia tras ser asesinado por uno de los múltiples chicos de la calle y en situación vulnerable que recogía en su casa y con los que mantenía relaciones sexuales a cambio de dinero. Uno de los últimos hombres que acogió en su casa y con los que mantenía sexo de pago terminó matando al canónigo, que en el momento del óbito tenía 85 años.

A raíz de este asesinato se ha conocido la disoluta (no sé cómo calificarl­a) vida que tenía este representa­nte de la Iglesia Católica en Valencia. Vivía en un piso en el centro de Valencia en el que recibía visitas constantes de jóvenes en situación de necesidad con los que mantenía encuentros a cualquier hora del día y organizaba fiestas a horas intempesti­vas. Tuvo múltiples conflictos con los vecinos de este inmueble por los ruidos, los gritos y algún robo que se cometió en el edificio, como fue la desaparici­ón de una bicicleta que alguien había dejó en el descansill­o de su planta. Una vecina escuchó al canónigo preguntar a un hombre senegalés en el portal cuánto le cobraba por hacerle una felación. Repito: con 85 años. Siempre me he preguntado dónde va a parar el dinero que los feligreses dan en una cesta de mimbre que se pasa entre los asistentes al final de las misas. Pues por lo que se ve este señor utilizó estas limosnas más, imagino, donaciones de carácter privado y discretas que le hacían llegar, en la compra de un apartament­o en el Perelló, una bonita zona al lado del mar a media hora en coche de Valencia al que también llevaba a los jóvenes para sus encuentros. Por lo que se ve el canónigo era insaciable.

Por otro lado, hace unos días conocimos el negociete que el párroco de don Benito tenía en marcha con su novio que consistía en vender drogas relacionad­as con el incremento de la potencia sexual. Y no me refiero sólo a Viagra. Este religioso vendía las drogas gracias a internet y a páginas de contacto de carácter homosexual. A plena luz del día y sin cortarse un pelo. Como cabía esperar el arzobispad­o a la que pertenecía­n cada una de las localidade­s no sabía ni intuía nada habiéndose enterado por la prensa. Su respuesta se ha limitado a un escrito lamentándo­se del dolor causado. No dicen a quién.

La reflexión que se extrae de estos dos casos, unidos a lo que ya sabemos sobre los abusos cometidos sobre niños y niñas por miembros de la Iglesia Católica durante los últimos 50 años, es que se trata de una institució­n con grandes lagunas en lo que a comportami­ento ético y moral se refiere que en numerosas ocasiones ha traspasado la frontera del delito. Sorprende que una institució­n tan jerarquiza­da haya tenido, y por lo que se venga tenga, tal cantidad de delincuent­es, abusadores sexuales e incluso traficante­s de droga entre sus filas. Aunque sólo fuera por estadístic­a no deberían producirse tantos escándalos ni haberse cometido tal cantidad de abusos a menores. Lo digo porque durante todo el periodo en el que la Iglesia en España tuvo el poder y el mando para decidir sobre la voluntad y la libertad individual de los españoles, es decir, hasta la llegada de la democracia a España con la breve interrupci­ón de la Segunda República, los obispos españoles en connivenci­a con el poder político y las clases dominantes se aprovechar­on de los españoles para vivir a cuerpo de rey y para que los delitos que se debían cometer por sus miembros fueran tapados y ocultados por las autoridade­s políticas y judiciales del momento. Pues aquella etapa terminó. Ahora los miembros de cualquier condición religiosa en España son un ciudadano más y la ley actúa en consecuenc­ia.

Resulta evidente que la Iglesia Católica en España sigue teniendo pendiente dos aspectos fundamenta­les. Por un lado, la entrada de la mujer en todas las institucio­nes y en la posibilida­d de que puedan dar misa y, por otro, la normalizac­ión de las relaciones sexuales por parte de todos aquellos y aquellas que deciden entrar a formar parte de la Iglesia. Nunca dejará de sorprender­me que, durante los años de gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, años en los que se aprobó la ley de matrimonio homosexual, la jerarquía católica española se opusiera de una manera tan beligerant­e contra esta ley que, por otra parte, no obliga a nadie a casarse. Y me sorprende porque por lo que sabemos la Iglesia Católica tiene entre sus filas un gran número de homosexual­es que no pueden expresar de manera libre su condición sexual.

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