El Periódico Aragón

«¡Quieto todo el mundo!»

- CARLES Francino* *Periodista

Parecía una escena de película. Estaban el poli bueno y el poli malo. Y no es que uno repartiera hostias y el otro se hiciera el colega, no llegaba a tanto el estereotip­o. Pero tampoco había duda: uno se encontraba allí por imperativo legal, pero al otro le molaba lo que parecía estarse cociendo aquel día en España. Han pasado cuarenta y tres años desde que, en una modesta emisora de radio ubicada en un primer piso y sobre un bar del que los efluvios a fritanga casi interfería­n las emisiones, viví el intento de golpe de Estado del 23F. La emisora era Radio Popular de Reus y su director, Alfonso González, tuvo los bemoles de mantener a base de teletipos y llamadas telefónica­s una programaci­ón especial ininterrum­pida. Nadie sabía en las primeras horas cómo podía terminar aquello, pero él no dudó. Éramos cuatro o cinco, más los dos policías y mi hermano mayor, Alejandro (QEPD), siempre presto a apuntarse el primero si olfateaba que podía haber bronca.

Hace poco pude entrevista­r a Ana Rivero, la taquígrafa más veterana del Congreso, que acaba de jubilarse después de cincuenta años de verlas de todos los colores. Ella estaba ahí la tarde del 23F y cuando le pusimos la famosa grabación de Tejero dando voces, le cambió la cara. El tiempo puede aliviar las penas, pero no borra los recuerdos. Me contó que, al escuchar los disparos en el interior del hemiciclo, temió que todos sus compañeros hubieran muerto; y que sintió una pena inmensa al pensar lo poco que nos había durado la democracia. Afortunada­mente, la historia ha desmentido sus temores.

Y precisamen­te por eso, porque este país consiguió conjurar una amenaza tan seria, con gente pegando tiros en el Congreso y tanques en la calle, me pone enfermo el uso frívolo del concepto golpe de Estado para definir lo que ocurrió en Cataluña durante el infausto otoño de 2017. A lo que ahora unimos el enloquecid­o intento de colgarle la etiqueta de terrorista. El procés fue muchas cosas, en mi opinión casi todas nefastas; pero el procés del nacionalis­mo español, turboalime­ntado desde el Madrid de la corte, lleva camino de superarlo con creces.

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