El Periódico Aragón

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El bar Erzo cierra sus puertas el 31 de marzo por jubilación y sin relevo generacion­al «La gente = nos conoce como el sitio al que quieres entrar y siempre está lleno», dice Ernesto, su propietari­o

- JUDIT MACARRO

Las emblemátic­as tapas del bar Erzo, «siempre en grandes cantidades», se despedirán para siempre a partir del 31 de marzo. Justo después de Semana Santa, el histórico local zaragozano cerrará sus puertas para siempre debido a la jubilación de sus dueños y la falta de relevo generacion­al para continuar con el negocio. Un cartel en su interior, a modo de despedida, agradece a todos los clientes los años de fidelidad.

Ernesto Zorrilla, propietari­o, explica que fue en 1956 cuando su padre abrió por primera vez las puertas del Erzo. «Por aquel entonces aún estaba situado en

Los Sitios», señala. Años después de que abriera el local, cuando Ernesto cogió las riendas del negocio familiar, «nos instalamos en la calle Santa Catalina», recuerda.

Por aquel entonces, asegura que la zona no solía estar muy transitada. «No pasaba nadie por aquí y el que conocía la zona era por el bar», dice. Ahora, 45 años después, no hay nadie en la capital aragonesa que no conozca el bar Erzo. Fue tanta la fama que adquirió el local durante los años 80 –a los que el dueño se refiere como el boom del establecim­iento– que «si la gente hablaba de la calle, la llamaba ‘la del Erzo’», explica María Luisa Pérez Benito, mujer de Zorrilla.

Su fama no es para menos, porque «en Pilares aquí no se puede ni entrar», asegura ella. De entre muchos de los recuerdos que se agolpan estos días, María Luisa menciona que el primero que se le viene a la mente es el de «estar hasta los topes», hasta tal punto de que «la gente aquí dentro ha llegado a no tener ni un centímetro de separación y, aún así, seguían intentando entrar», señala.

Sin relevo

Por el momento, se bajará la persiana y el dueño ha decidido no vender el local. «La gente no tiene en cuenta el prestigio y todo el trabajo que hay detrás, por lo que para venderlo mal y que se estropee la imagen de lo que ha sido este establecim­iento, nos vamos y ya está», señala Zorrilla.

A sus 67 años, cree que «es el momento perfecto de decir adiós» y, entre sus muchos motivos, su mujer apunta al hecho de que «¡hace ya años que tendríamos que estar jubilados!», señala entre risas.

A pesar del amor y el cariño por el negocio, la falta de personal y de relevo generacion­al le han ganado la batalla a todos los sentimient­os que les impulsaban a seguir día a día con las riendas del bar.

Sergio Zorrilla, hijo de propietari­os, ayuda a sus padres todos los días, aunque «él no seguirá con el negocio, sino que se dedicará a otras cosas y nosotros lo entendemos y lo apoyamos», asegura su padre. «¡Por supuesto que le apoyamos. Esta vida es muy dura!», dice ella.

La clientela les va a echar de menos. María y Luis disfrutaba­n ayer de su vermú junto a unos amigos que han venido desde «el sur» a hacerles una visita. Era martes, pero ello no impidió que se acercaran al Erzo porque «siempre que vienen visitas de fuera es uno de los locales que tienen que pisar. Si vienes a Zaragoza y no has estado aquí, entonces es que no has conocido la ciudad», corrobora María.

 ?? ANDREEA VORNICU ?? Tradición Ernesto Zorrilla, dueño del bar Erzo, junto a su mujer, María Luisa Pérez Benito, detrás de la barra del local. -
ANDREEA VORNICU Tradición Ernesto Zorrilla, dueño del bar Erzo, junto a su mujer, María Luisa Pérez Benito, detrás de la barra del local. -
 ?? ANDREEA VORNICU ?? Historia Fachada del establecim­iento zaragozano en la calle Santa Catalina. -
ANDREEA VORNICU Historia Fachada del establecim­iento zaragozano en la calle Santa Catalina. -

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