El Periódico Aragón

Una tregua mental, por favor

- Carolina González PERIODISTA

Cuántas noticias han leído sobre comer más sano, cambiar de deporte porque ese que practican no es el idóneo para su edad o dormir con determinad­as prendas que favorecen el sueño? No hablemos de las rutinas skincare imprescind­ibles para lucir una piel joven, de la forma de afrontar los deberes de los niños o de cocinar el domingo por la tarde durante 6 horas para tener la semana resuelta en cuanto a una alimentaci­ón saludable se refiere. Por supuesto, les habrán llegado los anuncios pertinente­s de las últimas prendas llegadas a tal o cual tienda que le harán parecer una mujer elegante pero informal, más aún si eligen el estilo coquette. Si quieren tener de qué hablar en el trabajo no pasen por alto las últimas informacio­nes sobre política y sucesos, secciones que cambiarán por sociedad y cultura si la reunión es una cena con amigos. Si de paso pueden acudir a un par de conciertos al mes, mejor. Que la economía doméstica, ya no solo la cabeza, lo aguante será un milagro.

El bombardeo de informacio­nes insustanci­ales y extravagan­tes unido al interés de ciertos sectores por sugerirnos permanente­mente cómo vivir, respirar, alimentarn­os y mantenerno­s sanos está provocando una especie de histeria colectiva. Las redes sociales ayudan a propagar ese deseo de necesidad de mejorar en todas las facetas de la vida y eso conduce, inevitable­mente, a un sentimient­o de frustració­n. Si existe algo o alguien que nos recuerda cada día que no tenemos todo bajo control acabaremos por creerle, tenga o no razón. Comienza entonces el conflicto interno.

Es normal sentir que a veces la vida te sobrepasa en algún momento, que falta tiempo para llegar a todo o que podríamos hacer las cosas mucho mejor. Somos humanos. Quién no ha sentido en algún momento agobio, estrés e, incluso, cierta ansiedad. Sin embargo, estos estados naturales han parasitado el cerebro de tantas personas hasta el punto de eclipsar a todos los demás. Nos machacan tan continuame­nte con ese tipo de ideas que al final es inevitable que nos arrastren al lamento, la decepción y el fracaso. Además, cada vez lo consiguen a edades más tempranas con lo que eso conlleva. Cuanto más jóvenes, menos experienci­a, menos autoconoci­miento y menos herramient­as para manejar situacione­s complicada­s.

No sabemos hacer abdominale­s, como para tratar de entender la vida y sus complejida­des. Si cuesta varios días comprender por qué no deben juntarse proteínas con hidratos de carbono, imaginen la dificultad de asimilar hasta dónde pueden llegar los efectos de los mensajes agotadores de progreso personal. ¿Alguien puede darle al botón de pausa? No nos vendría mal una tregua.

Si alguien nos dice que no tenemos todo bajo control cada día, acabamos por creerle, tenga o no razón

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