Un libro del desasosiego
Existe un sentimiento trágico de la vida que cada cual siente en mayor o menor medida, y que se afronta de muy diversas formas. Una de ellas es adoptar una visión irónica para sobrellevar el peso de ese absurdo existencial en el que el hombre, por el mero hecho de ser, está inmerso. Y es esa perspectiva la que elige Francisco López Serrano en Brillantes expectativas póstumas, un libro con el que obtuvo el XXI Premio de Poesía Emilio Alarcos y que ahora ha editado Visor.
Así, el autor construye un Libro del desasosiego, tan desalentador como el de Pessoa (a quien López Serrano cita en algún poema) pero mucho más ácido, llegando a ser corrosivo. En los poemas, escritos en una inmediata primera persona, se escucha la voz de un poeta desarraigado, que no encuentra su sitio aunque quisiera hallarlo. Pero como si tuviera algún pudor en confesar ese desamparo esencial, emplea un tono sarcástico que a la vez que le sirve para aliviar ese peso amargo le proporciona un arma bien afilada que son los versos que escribe.
Puede decirse que Francisco López Serrano practica una suerte de antipoesía, en el sentido de que huye de la retórica acostumbrada, y su lector pronto sospecha que si aparece un atisbo de lirismo, el zarpazo de realidad que espantará a las musas no tardará en llegar. Pero aunque en ciertos momentos recuerde los derroteros de autores del realismo sucio, también sabe despoetizar recurriendo a otros registros, como en las numerosas referencias científicas que aparecen en todo el libro.
Es verdad que hay una desazón que recorre el libro, pero también es cierto que el poeta no está dispuesto a resignarse sin más ante tal situación, que le genera «una necesidad de fuga», aunque el final sea incierto, y el anhelo de un cambio, venga de donde venga: «La Revolución, sí, pero ¿cuál? Da igual». Y como telón de fondo de esta trágica comedia, una ambigua concepción de la poesía, que «como dice Heidegger, / es la más inocente de las tareas, / hacer poesía es algo tan inofensivo / como ineficaz».