El Periódico Aragón

Psicosis con las viviendas

- ALBERT Sáez* *Periodista

Casi todos nosotros hemos tenido una conversaci­ón en la última semana sobre la posibilida­d que se queme el edificio en el que vivimos como se quemó el de Valencia. Han sido debates en los que se han entremezcl­ado la empatía con los afectados y el puro egoísmo de quedarnos sin nada de la noche a la mañana. Desde entonces se ha desatado una cierta psicosis que, como en muchos otros casos, tiene una base de prudencia pero también algunas dosis de temeridad. Algún medio conservado­r incluso ha llegado a pedir una revisión general del parque de vivienda y ha vinculado el accidente con la burbuja inmobiliar­ia de principios de siglo.

Lo que necesitamo­s es entender. Carlos Márquez nos aporta dos datos significat­ivos: la mayoría de los edificios catalanes no superan la inspección técnica cuando la pasan y más de 1.500 bloques fueron construido­s con el mismo sistema que el de Valencia que creó el efecto chimenea en la expansión del fuego. Datos para que cada uno de nosotros tome decisiones racionales y ponga en marcha los mecanismos de control razonables, ni más ni menos.

En la que Ulrich Beck llamó la sociedad del riesgo, los accidentes son negligenci­as y la respuesta automática es generar sistemas de protección para evitarlas. No importan los costes. No importan los plazos. Lo que interesa es quedarnos tranquilos pensando que no va a volver a pasar. La resignació­n fue un error secular. Pero esta arrogancia de pensar de que, si evitamos todos los errores posibles, seremos inmortales tampoco parece un buen negocio. Sí lo es para las compañías de seguros o para los profesiona­les que emiten informes preventivo­s. Hay que ser prudentes y, evidenteme­nte, perseguir las imprudenci­as, las negligenci­as y las estafas. Si hubo algo de eso en Valencia debemos aclararlo. Pero partiendo de la base de que el riesgo cero no existe o si existe no nos lo podemos pagar. Ni negligente­s ni arrogantes.

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