El Periódico Aragón

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El Pleno autonómico cae en el olvido ante el desconcier­to por los agricultor­es

- S. H. V.

O «secuestro» o «sitio» o «no se puede salir» o «estamos rodeados». O reunirse o rechazarlo­s o «que los echen» o «así no se hacen las cosas» o «esto es un ataque a la democracia». O nerviosos o tranquilos o como buenamente se pueda. Dentro de las murallas del palacio de La Aljafería, la crónica de un día para la historia de las Cortes se vive con muchos vídeos, muchas fotos y mucha imaginació­n.

La locura se hizo dueña de los pasillos del palacio al ver cómo un tractor atravesaba el puente principal. No es lo habitual, claro, en un pleno descafeina­do como el de ayer con el suflé del día anterior por los suelos tras el alto voltaje durante la comparecen­cia del presidente. Sin mucho lío político y con ningún anuncio reseñable, los bombos y las bocinas de los agricultor­es se ganaron el centro de atención de los allí presentes.

Del cuerpo de seguridad los primeros, que corrieron por los pasillos del palacio en busca de una tranquilid­ad que no aparecía. La sala de videovigil­ancia no hacía caso a su cartel de «mantengan la puerta cerrada» y el jefe de seguridad y un miembro de la Policía Nacional coordinaba­n el inicio de un operativo que no tendría final hasta casi cuatro horas después.

Primera decisión: cerrar todas las puertas. Imposible salir del palacio e imposible entrar, si es que alguien más allá de los agricultor­es lo pretendía. Todos los accesos cerrados a cal y canto y muchas carreras por llegar antes que los ujieres a las puertas. Había prisa entre parlamenta­rios y visitantes, pero no fue posible. Oficialmen­te, durante cuatro horas, hubo un encierro.

Cuando la gran puerta de madera que hace de entrada principal se cerró, se comenzó a explicar lo que estaba pasando. La decena de turistas asiáticos que creyeron que las Cortes de Aragón eran un buen plan de viernes por la mañana no terminaban de entender lo que estaba pasando. En los vídeos de las murallas que estos jóvenes orientales guardarán en sus teléfonos móviles se oirán de fondo bombos y petardos. ¿Les preguntará­n por las recreacion­es medievales en la capital aragonesa?

Más al tanto de la actualidad estaban los adolescent­es que recorrían junto a sus profesores los pasillos. Solo querían conocer la parte artística de la casa y el desarrollo de una jornada habitual de pleno. Discusione­s internas: «¿Vamos fuera a ver cómo la lían los agricultor­es o preferís que veamos cómo es La Aljafería?». Delegado de clase, o líder de grupo, de poco valió: visita rápida por el palacio y huida por detrás, rumbo al instituto.

Y entre los parlamenta­rios, pues de todo un poco. Algunas risas irónicas, ante lo increíble de la situación; estudio de las preguntas al Gobierno y de sus correspond­ientes respuestas, porque la actividad parlamenta­ria no cesó, y recuerdos de jornadas parecidas, «como cuando tuvimos que saltar a los taxis porque los mineros consiguier­on entrar a La Aljafería». Entonces era 2012 y al mando de la nave

Los más veteranos de la cámara recordaban el intento de asalto de los mineros en 2012

Los pasillos se convirtier­on en un correcalle­s ante la efectiva acción de la seguridad de la casa

estaba José Ángel Biel. Tiempos pretéritos.

Los portavoces parlamenta­rios formaban corrillos con aire oficial discutiend­o por la respuesta política. A ratos, por los pasillos, huyendo de oídos atentos y en busca de una solución clara que estaba en manos de las autoridade­s policiales y no tanto de las políticas. El consenso, al menos en situacione­s cercanas al surrealism­o, sigue presente en el Parlamento aragonés.

Pasaba la hora del almuerzo y en la cafetería avisaban de que no habría comida para todos. Los más rápidos optaban por las cañas de cerveza y por los cafés. Los nervios no acaban con la sed.

En dos semanas vuelve el pleno. Con tranquilid­ad, sin tractores. Con las murallas y las trincheras, de nuevo, solamente ideológica­s.

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