El Periódico Aragón

Terapias que matan

- JUAN JOSÉ Millas* *Periodista y escritor

En un mundo medianamen­te habitable nadie debería alegrarse de la corrupción de los otros. Pero aquí, cuando se corrompe la izquierda, se alegra la derecha y, cuando se corrompe la derecha, se alegra la izquierda. Como la risa va por barrios, a quien le toca alegrarse ahora es al PP a cuenta del caso Koldo y compañía. Me preguntó qué habría sucedido si Feijóo, tras conocer el escándalo, hubiera telefonead­o a Pedro Sánchez para mostrarle su solidarida­d:

–Siento lo de la corrupción en tu partido. Si en algo puedo echarte una mano, avisa.

Claro que el PSOE debería haber hecho lo mismo cuando el problema se daba en el PP. En cualquier caso, alguien debería empezar. No está bien batir palmas cuando en el equipo de tus adversario­s políticos aparecen frutas podridas. Hay que dolerse de la corrupción ajena como si fuera propia.

Los contribuye­ntes nos quedaríamo­s al principio de piedra, claro, ante esas muestras de solidarida­d. Nos preguntarí­amos si cada uno de nosotros, de forma individual, no estamos deseando que pillen a alguien de derechas metiendo la mano en la caja, si somos de izquierdas, o a alguien de izquierdas cobrando una comisión ilegal si somos de derechas. Todos andamos un poco en ese juego que nadie se atreve a quebrar, pese a lo eficaz que resultaría desde el punto de vista de la decencia personal y pública. Lo increíble, además, es que daría votos al primero que se atreviera a hacerlo ya que, acostumbra­dos como estamos a las mezquindad­es electorali­stas, nos parecería un gesto heroico.

Pero quizá sea una fantasía loca, sobre todo si la corrupción está infiltrada de tal manera en el sistema que forma parte de él. Tal vez los Koldos que aparecen de vez en cuando aquí o allá no sean otra cosa que la punta de un iceberg que habitualme­nte pasa inadvertid­o o perdonado (ahí tienen al hermano de Isabel Díaz Ayuso). En tal caso, la fiesta que se produce en una formación cuando pillan a la de enfrente tendría un sentido lúdico destinado a liberar la mala leche acumulada en la población por otras cosas. Resultaría terapéutic­a, en fin, no sé. Hay terapias que matan.

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