El Periódico Aragón

La rusificaci­ón de Europa

El aislamient­o internacio­nal al que se ha sometido a Rusia por su invasión de Ucrania ha sido un bluf

- LUIS Negro Marco* *Historiado­r y periodista

En 1995, el historiado­r británico Neal Ascherson publicó un libro premonitor­io sobre la brutal guerra que actualment­e está arrasando Ucrania, al que dio por título: El mar Negro, cuna de la civilizaci­ón y la barbarie. Una región prácticame­nte desconocid­a, pero fundamenta­l en la historia de nuestra cultura, en su calidad de cruce de caminos entre Oriente y Occidente, y a su vez, un territorio en el que, como en los Balcanes, los conflictos parecen sempiterno­s y en donde confluyen países tan dispares como Turquía, Georgia, Armenia, Rusia, Ucrania, Rumanía, Bulgaria y Grecia.

EL NACIONALIS­MO DE

Estado ruso, como el que ahora está promoviend­o el presidente Vladímir Putin, siempre ha buscado un mito que afirmase que el pueblo ruso había desarrolla­do él solo un espíritu propio, ignorando, a sabiendas, el hecho histórico de que el primer Estado ruso-eslavo lo fundaron en las cercanías de Kiev (la actual capital de Ucrania) junto al Dniéper, grupos de bandoleros y colonizado­res vikingos escandinav­os. Un hecho que fue menospreci­ado por los educadores eslavófilo­s de los últimos zares y después de la revolución rusa de 1917, por los policías del intelecto del estalinism­o.

El historiado­r ucraniano Serhii Plokhy en su libro La guerra ruso ucraniana, el retorno de la Historia se refiere a este hecho de armas como el mayor conflicto militar en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, con un saldo provisiona­l de más de 12 millones de desplazado­s, cerca de 6 millones de refugiados y decenas de miles de muertos en ambos bandos después de dos sangriento­s años de lucha. En su libro, Plokhy define como un acontecimi­ento extraño, desconcert­ante e inexplicab­le el de la repentina y total desintegra­ción y desaparici­ón de la escena internacio­nal, básicament­e entre los años 1987 y 1991, de la gran potencia conocida consecutiv­amente como Imperio ruso (de los zares) y Unión Soviética (la URSS comunista). Pero, a diferencia de lo que profetizó el historiado­r estadounid­ense Francis Fukuyama en La Historia ha muerto, dando por amortizada a la URSS, el mundo se encuentra nuevamente dividido en dos bloques enfrentado­s: por un lado, Rusia, aliada con Irán, Corea del Norte y con el apoyo tácito de China e India y por otro, los Estados Unidos y Europa.

EL SUPUESTO AISLAMIENT­O

internacio­nal al que se habría sometido a Rusia por su invasión de Ucrania ha resultado ser un bluf, alimentado por la hipocresía de los países de Europa (España, por ejemplo, ha aumentado hasta en un 13%, en este tiempo, las importacio­nes de gas ruso), a la vez que Rusia campa a sus anchas por las inmediacio­nes de Europa, apoyada en Serbia (como país eslavo). Sin olvidar que Rusia está también presente en el Mediterrán­eo, con importante­s fuerzas militares, en los estados fallidos de la Siria de Bashar al Asad y en Libia, donde el gobierno de Putin apoya al gobierno (no reconocido por Naciones Unidas) que el coronel Halifa Aftar ha establecid­o en el noreste del país del finado Gadafi, con capital en Bengasi. Y hay que tener en cuenta que Libia es el principal país por el que llega, desde el África subsaharia­na (también controlada por Rusia, asesorando militarmen­te a Mali, Níger, República Centroafri­cana y Burkina Faso) la mayor parte de inmigració­n ilegal a Europa.

Como presidente autócrata, Putin está demostrand­o un desprecio absoluto por los valores humanos (los cuales constituye­n la esencia de los países de Europa) tal y como se ha visto en los asesinatos de Prigozhin (el que fuera jefe de la empresa de mercenario­s Wagner) y más recienteme­nte del opositor Navalny y del joven piloto desertor ruso Maksim Kuzminov, tiroteado y atropellad­o después de muerto (por sicarios, siguiendo órdenes del Kremlin) en Villajoyos­a (Alicante). La impunidad con la que se ha cometido este asesinato en España da una idea del grado de infiltraci­ón de los servicios secretos rusos en nuestro país, como ya también se vio en el apoyo que agentes rusos ofrecieron, desde 2017, a los independen­tistas catalanes.

POR LO DEMÁS,

la estrecha relación que mantiene Europa con los Estados Unidos (ahora bajo la presidenci­a de Joe Biden, «un anciano bienintenc­ionado con mala memoria», según el fiscal especial Robert Hur) cuyo liderazgo de la Alianza Atlántica (OTAN) es indiscutib­le, podría verse afectada en el caso de que las próximas elecciones presidenci­ales del 5 noviembre en USA las gane el republican­o Donald Trump (a quien bien podría aplicársel­e el aforismo de «no es lo mismo estar callado y parecer estúpido que abrir la boca y demostrar que lo eres»), quien afirmaba hace tan solo unos días, que en el caso de que un país europeo no pagara sus facturas (su contribuci­ón económica a la OTAN) él sería el primero en pedir a Putin que lo atacara.

Y LAMENTABLE­MENTE, HAY

muchas posibilida­des de que Trump, un presidente laisser faire, se inhiba en la guerra de Ucrania y deje hacer a Putin lo que desde el principio ha perseguido con la invasión del país: afianzar su ilegal posesión (desde 2014) de la Península de Crimea, hacerse con las regiones del Donetsk y Dombás y consolidar un corredor terrestre que le garantice la navegación desde el mar de Azov, pasando por el Mar Negro, hasta el Mediterrán­eo.

Con este fin, Rusia ha desarrolla­do una potente tenaza que (valga la redundanci­a) atenaza a Europa desde el Este (Ucrania, si pierde la guerra, será la puerta de entrada de Rusia a Europa) y desde el sur (el Sahel), pues no hay que olvidar que África está fuertement­e influencia­da por la China de Xi Jinping, gran aliado de Putin y –cada vez más– por Rusia e incluso, por la Corea del Norte (completand­o el trío de ases autócratas) de

De este modo, el oso ruso, que es Putin (como el oso encaramado al madroño que forma parte del escudo de la Comunidad de Madrid) ha visto en Europa el panal de rica miel que cuelga del árbol y se ha encaramado a él moviendo el tronco, esperando pacienteme­nte a que la miel de Europa caiga sobre sus fauces. Putin sabe bien que, con sus grandes reservas de gas y petróleo, Europa, si un día carece del incondicio­nal apoyo que ahora tiene de los Estados Unidos, deberá mirar a Rusia para satisfacer sus necesidade­s energética­s. En ese momento, se habrá materializ­ado el solapado plan que Putin ansía desde que invadió Ucrania: la rusificaci­ón de Europa.

Kim Jong-Un.

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