El Periódico Aragón

Moverse, maños

Un infame Zaragoza pierde ante el colista en la última jugada del partido y La Romareda estalla

- J. OTO ZARAGOZA

La situación es insoportab­le e insostenib­le. Así lo entiende La Romareda, implacable cuando dicta sentencia y exige cabezas. Y la de Velázquez pende ya de un hilo tan fino como difícil es la situación en la que quedan los responsabl­es de la contrataci­ón del enésimo técnico devorado por su propia mediocrida­d. La misma que un Zaragoza que cuanto más pequeño se vuelve, más grande le viene a más gente. Una derrota en el último segundo ante el colista obliga a tomar decisiones cuando un equipo huele a muerto. Y este Zaragoza, en pleno proceso de descomposi­ción, exige desterrar el inmovilism­o y actuar. Ya.

Porque lo de ayer no fue un accidente. De hecho, desnuda las vergüenzas de un equipo reincident­e que ya venía de la nada en Villarreal y de otra sonrojante de

rrota en casa ante un equipo con diez durante una hora que, como el Amorebieta, también se encuentra luchando por sobrevivir. Un escenario del que el Zaragoza, por cierto, está cada vez más cerca. Cuidado.

Y cuando el fútbol habla lo hace alto y claro. El gol de Morci en la última jugada de un partido infame plagado de decisiones ridículas viene a advertir que, llegados a este punto, ya no hay sitio para contemplac­iones ni para la condescend­encia. La paciencia, esa a la que se apela continuame­nte desde la zona noble, se ha agotado. Ese tanto ejerce de la puntilla más cruel para un entrenador superado y desbordado.

Hasta ese punto, el Zaragoza había sido el de casi siempre. Un equipo desastroso, sin un plan ni ruta por la que transitar hacia alguna parte. Un equipo mal parido desde que a su entrenador se le antoja buena idea jugar ante el colista con tres centrales y sin delantero centro. Decisiones que, tradiciona­lmente, han costado caras en una Romareda que no consiente semejantes afrentas y que solo adquieren legitimida­d cuando la hoja de servicios de quien las toma está envuelta en medallas y honores. No es el caso.

Así que el encuentro nació ya bajo sospecha. El Amorebieta, que renunció a los tres centrales para disponer un 4-2-3-1 con sentido,

afrontó el envite con el anzuelo listo para pescar en río revuelto. Para ello, claro, se requiere esa paciencia que el Zaragoza y Velázquez no se han ganado. La Romareda, cuya mayor ovación en toda la tarde fue para la ganadora y el finalista de Operación Triunfo y para el niño que acertó a marcar en el juego del descanso, esperaba buenas noticias.

Pero el ritmo cansino de los suyos provocó que los primeros pitos asomaran antes de los diez primeros minutos, justo después de que el bullicioso Dorrio rozara el gol tras una indecisión de Lluís López en el despeje. Un doble acercamien­to de Morci rondando la primera media hora aumentó los decibelios en una Romareda que solo degustó algo decente cuando Mesa peinó un balón para que Mollejo estrellara en Campos un mano a mano.

La bronca al descanso castigaba la incapacida­d de un Zaragoza desastroso e incapaz ante un Amorebieta que se retiraba al vestuario consciente de que el plan y el partido estaban exactament­e donde había planeado.

Velázquez, como viene siendo habitual, cambió de esquema al descanso y recurrió a Azón en sustitució­n del lesionado Francho para disponer un 4-2-3-1 en el que Francés ejercía de lateral zurdo, pero nada cambió. El Zaragoza, más esforzado en la búsqueda de la combinació­n por dentro, se estrellaba una y otra vez contra la muralla de un Amorebieta con tres centrales y que nunca sufrió acoso alguno por parte de un equipo aragonés sin recursos ni aportacion­es desde el banquillo más allá de la entrada en escena de Enrich por Mesa.

Mediada la segunda mitad, los

El Zaragoza apenas se acercó al área de un equipo que aún no había ganado fuera en toda la temporada

 ?? MIGUEL ÁNGEL GRACIA ?? Maikel Mesa salta a por un balón junto al meta del Amorebieta Campos en una acción del partido disputado ayer en La Romareda.
MIGUEL ÁNGEL GRACIA Maikel Mesa salta a por un balón junto al meta del Amorebieta Campos en una acción del partido disputado ayer en La Romareda.

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