El Periódico Aragón

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.írame y aprende. No necesito pasearme a caballo con el torso desnudo para exhibir mi fortaleza. Tampoco bombardear, torturar y violar inocentes para apuntalar mi poder. Menos aún, vomitar órdenes de búsqueda y captura contra líderes de otros países para sembrar miedo. No, Putin, yo ya nací con la resistenci­a en los genes y no voy a callar ni dejar de exhortar a acabar contigo.

Estas palabras nunca las ha pronunciad­o Kaja Kallas, primera ministra de Estonia; pero con cada declaració­n, con cada gesto y con cada decisión que toma su Gobierno, está plantando cara al todopodero­so señor del Kremlin.

Ahora, el nombre de Kallas aparece en la lista negra que Rusia comunicó el pasado martes. Aunque, en un principio, no se anunciaron los méritos para figurar en ella, la agencia de noticias rusa Tass informó de que la orden señalaba a los acusados de la destrucció­n o daños causados a monumentos de soldados soviéticos en Estonia. Y el busto caído de Stalin –Padre de los Pueblos, Titán de la Revolución Mundial, Brillante Genio de la Humanidad, Sabio Timonel y otros tantos venerables sobrenombr­es– sigue susurrando al oído de sus hijos adoptivos.

Estonia comparte unos 300 kilómetros de frontera con Rusia y, efectivame­nte, al inicio de la invasión de Ucrania, Kallas anunció: «No daremos a Rusia la oportunida­d de utilizar el pasado para perturbar la paz en Estonia. Y por eso hay que retirar urgentemen­te estos monumentos utilizados para la guerra informativ­a, en aras de la paz nacional».

El primero que cayó en la batalla de los símbolos fue un tanque soviético de la pequeña ciudad de Narva, cerca de la frontera rusa. Estonia no fue el único país en adoptar esa medida. De hecho, en la lista de Putin, entre los más de 700 extranjero­s buscados por el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso también se encuentran altos funcionari­os y diputados de Letonia y Lituania. Pero Kallas, la única mujer, es la que ostenta el 13*.&3" .*/*453" %& &450/*" mayor rango.

Parece evidente que los argumentos esgrimidos por el Kremlin no son más que excusas. Kallas ha sido una de la líderes que, desde el inicio de la invasión de Ucrania, ha animado fervientem­ente a plantar cara a Putin. El sobrenombr­e de la «nueva dama de hierro europea» ya planea sobre los titulares. Actualment­e, está abogando por que los bienes rusos congelados se utilicen para pagar los gastos de la guerra, y su campaña está calando en la UE.

Del mismo modo que la acusación de Putin apela a los símbolos del pasado, Kallas también tiene muy presente su herencia. Un legado de memoria familiar. Su madre, cuando solo era un bebé de seis meses, fue enviada a Siberia junto a su madre y su abuela en un vagón de ganado. Allí vivió hasta los 10 años. Su abuelo fue enviado a un campo de prisionero­s siberianos. Todos sobrevivie­ron. Su padre, Siim Kallas, fue el decimocuar­to primer ministro de Estonia. Su bisabuelo, Eduard Alver, uno de los fundadores de la República de Estonia, en 1918.

Kallas (Tallin, 1977) nació en una república de la Unión Soviética y, a los 13 años, vivió cómo su país alcanzaba la independen­cia del Kremlin. Es abogada y, en 2011, se unió al Partido Reformista de centro derecha, el cual pasó a presidir en 2018. Ha sido eurodiputa­da y miembro del Parlamento de Estonia. Un pacto entre su formación y el Partido del Centro, de tendencia progresist­a, la aupó a la presidenci­a del país en 2021. La primera mujer que ostenta el cargo en la historia de este país báltico.

Desde que se inició la invasión rusa de Ucrania, Kallas ha sido contundent­e. Un mes después de que empezara la agresión, publicó un ensayo en el diario The New York Times en el que animaba al «mundo libre» a redoblar la ayuda al pueblo ucraniano con armas, alimentos y productos básicos. A preparar la defensa por tierra, mar y aire. A desarmar económicam­ente a Putin y a acoger a los refugiados: «Moscú quizá piense que obligar a millones de ucranianos a marcharse y buscar refugio en toda Europa desestabil­izará nuestras sociedades. Esto también es parte de los objetivos bélicos de Putin, y una de las herramient­as de su guerra híbrida. Debemos demostrarl­e que se equivoca».

Mírame a los ojos, Putin, no me achicaré ante tus amenazas, nos dice la firmeza de Kallas. Y su desafío es el de muchos. Como el de la viuda de Nalvani, que se ofrece como opositora a Putin. Al fin, la defensa de los derechos humanos frente al autoritari­smo. Un combate con demasiados frentes en el mundo.

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EUROPA PRESS La primera ministra de Estonia, Kaja Kallas, el pasado 11 de enero en la capital del país, Tallin, momentos antes de reunirse con el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski.
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