El Periódico Aragón

Una arquitectu­ra de seguridad para el espacio euroasiáti­co

- JOAQUÍN Rábago* Donald Trump?= *Periodista

Estamos preparados», respondió, desafiante, Vladimir Putin a la posibilida­d mencionada poco antes por su homólogo francés, Emmanuel Macron, de que países de la OTAN envíen soldados a suelo ucraniano.

En uno de sus discursos a la nación más largos que se le conocen, el presidente ruso exhibió confianza en el futuro económico del país y en el estado de preparació­n de sus Fuerzas Armadas.

Putin instó por ello a Occidente a detener la actual escalada en la guerra de Ucrania porque Rusia tiene, según aseguró, los medios, tanto convencion­ales como, ¡ay!, nucleares, para responder al enemigo.

El presidente ruso no descartó, sin embargo, entrar un día en negociacio­nes sobre seguridad con Occidente, pero aclaró que, de llegarse a ello, tales conversaci­ones no deberían limitarse a Europa, sino que tendrían que abarcar el ancho mundo.

En un discurso pronunciad­o en alemán en 2001 ante el Bundestag berlinés cuando Rusia estaba militar y económicam­ente mucho más débil que ahora, discurso que cayó en saco roto en Occidente, Putin propuso crear una nueva estructura de seguridad en Europa.

Pero tras los engaños y decepcione­s que dice haber sufrido y la nueva realidad de un mundo, que, mal que le pese a Washington, ha dejado de ser unipolar, Putin habla ahora de la necesidad de extender la arquitectu­ra de seguridad que propone a todo el espacio euroasiáti­co.

El presidente ruso parece consciente de que el «Occidente colectivo», que lidera EEUU, no va a aceptar su envite, pero no parece importarle. Se sabe acompañado por las nuevas potencias que antes llamábamos «emergentes» y que ahora integran el creciente grupo BRICS.

Rusia mantiene relaciones diplomátic­as y comerciale­s amistosas con países como la China de Xi Jinping, la India de Narendra Modi, el Brasil de Lula da Silva, los países más importante­s del Golfo Pérsico e incluso un miembro de la OTAN como es la Turquía de Erdogan.

Se trata de países que en su mayoría rechazan el globalismo como ideología universali­sta dominada por la sedicente «Nación Indispensa­ble», que no la globalizac­ión como tal, y apuestan cada vez más por un nacionalis­mo anclado en los valores tradiciona­les.

Mientras tanto, la Europa otaniana, totalmente de espaldas a la realidad, insiste, como la propia presidenta de la Comisión y ex ministra alemana de Defensa, Ursula von der Leyen, en que una victoria rusa en Ucrania es inaceptabl­e y que hay que preparar mentalment­e a los ciudadanos para una posible guerra con Rusia.

Negociar con Putin sigue siendo tabú: lo prohíbe expresamen­te la Constituci­ón ucraniana, así que no hay más remedio que continuar la escalada militar aunque el país invadido pierda cada día más territorio, se vaya quedando sin hombres capaces de manejar las armas que le llegan y no pueda ya descartars­e un enfrentami­ento directo con Rusia.

Por cierto, ¿qué haría en ese caso una futura Casa Blanca de

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