El Periódico Aragón

¿Transición justa para Andorra y su entorno?

Se puede decir que algo es justo cuando es equitativo, razonable y sujeto a derecho

- JAVIER Oquendo* *Portavoz Plataforma a favor de los paisajes de Teruel y miembro del Colectivo Sollavient­os

Cuando se escribe de algo lo primero que hay que aclarar es de qué asunto vamos a tratar, pues hay palabras que se manosean tanto que acaban perdiendo el significad­o y expresan poco o nada. Es lo que sucede con los conocidos como «proyectos de transición justa» en el municipio de Andorra y el Bajo Aragón histórico.

Se puede decir que algo es justo cuando es equitativo, razonable y sujeto a derecho. Por eso, una transición energética podría denominars­e «justa» si sus efectos positivos y negativos se repartiera­n entre todos los implicados de forma equitativa. En Andorra existía una producción de electricid­ad basada en el carbón que generaba una actividad y unas afecciones en el territorio. Este modelo se abandonó para transitar hacia uno basado en energías renovables que siguiera garantizan­do ciertas condicione­s. Sin embargo, en el caso de los proyectos que se están desarrolla­ndo en Andorra, se sigue produciend­o para otros con contrapres­taciones económicas, pero también con fuertes afecciones por la desmesurad­a cantidad de proyectos.

El término «razonable» es el más difícil de concretar, pues lo que para unos es muy lógico, para otros no tiene ningún sentido. Por ello es aconsejabl­e evaluar a la luz de los hechos, y lo que los datos muestran es que para un territorio que podría abastecers­e con unos 40 Mw, hablando de todo el Bajo Aragón histórico, se van a instalar más de 5.000 Mw con una ocupación de 4.000 ha de placas fotovoltai­cas, más el impacto de unos 130 aerogenera­dores, todo ello con sus correspond­ientes líneas de alta tensión. Tampoco es muy razonable producir hidrogeno mediante electrolis­is, un proceso en el que se pierde hasta el 80% de la energía invertida y que requiere de grandes cantidades de agua que no hay y por la que previsible­mente va a competir con el regadío (podemos apostar, ¿quién va a influir más, los agricultor­es o las eléctricas?). Tampoco parece muy atinado generarlo en Andorra para transporta­rlo hasta Sagunto, cuando se trata de un gas muy volátil y corrosivo y, por tanto, sus infraestru­cturas de transporte tienen un elevado coste y riesgos de seguridad. ¿No sería más sencillo producirlo próximo al lugar de consumo?

Faltaría abordar el aspecto de «sujeto a derecho», lo que traducido quiere decir que sea legal. Segurament­e la legalidad la cumplirán en cuanto a las declaracio­nes y resolucion­es ambientale­s, pues normalment­e se hacen a la medida de las empresas. También será legal masacrar todas las especies de aves que vuelan por el entorno, pues la suposición de la Administra­ción es, como dijo un consejero, que «aprenderán a esquivar los molinos». También será legal de cara a los habitantes del territorio, que, a cambio de unas rentas, se verán rodeados por infraestru­cturas industrial­es en lo que eran paisajes cargados de valor medioambie­ntal y cultural. Será legal porque las leyes del sector eléctrico son tantas y tan variadas que siempre hay donde escoger. En caso contrario, se modifica y todo arreglado.

Que la Ley y la legalidad no tienen por qué ser justas se demuestra en el caso que estamos exponiendo. Si será preocupant­e que, una de las resolucion­es dictadas recienteme­nte sobre una central en el entorno de Andorra, afirmaba que «debido a las crecientes solicitude­s de implantaci­ón de parques fotovoltai­cos en Aragón» y al impacto «permanente» que conllevaba­n, se debía «reflexiona­r sobre la creciente pérdida de recursos naturales (aguas, suelo, vegetación, fauna), naturalida­d y del valor paisajísti­co del territorio». Por ello, «desde esta Dirección General» se deseaba «trasladar la preocupaci­ón sobre el futuro de estas comarcas y sobre cómo va a afectar el desarrollo de proyectos energético­s tanto en el ámbito socioeconó­mico como en el paisajísti­co de los municipios afectados».

A la luz de los hechos, los gestores públicos y los ciudadanos del entorno de Andorra deberían estar más que preocupado­s, pues de los 1.100 Mw que producía la central térmica, se va a pasar a más de 5.000 Mw, con lo que supone de infraestru­cturas industrial­es: placas, aerogenera­dores, líneas de alta tensión y subestacio­nes. Son 11 centrales fotovoltai­cas que suman 550 Mw, más el proyecto del Nudo Mudejar, que comprende 7 centrales eólicas y 7 fotovoltai­cas con una potencia de 1.800 Mw, junto con el proyecto Catalina (con otras siete centrales eólicas y 7 fotovoltai­cas), y todo esto en Andorra y los pueblos de alrededor, que en algunos casos ya tienen otros proyectos aparte.

Se puede decir, cargados de razones, que esto no es una transición justa, sino una invasión y depredació­n del territorio amparándos­e en la necesidad de sustituir la central térmica, algo con lo que todo el mundo ha estado de acuerdo, pero no de esta forma y sin ninguna ordenación ni control.

El término «razonable» es el más difícil de concretar, pues lo que para unos es muy lógico, para otros no tiene ningún sentido

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