El Periódico Aragón

García Márquez y la ‘traición’ de sus hijos con su novela inédita

‘En agosto nos vemos’, la novela breve que el nobel colombiano no quiso publicar en vida, ve hoy la luz mientras sus hijos Gonzalo y Rodrigo defienden la controvert­ida decisión de editarla

- ELENA HEVIA MADRID

Desde que el pasado año, El Periódico de Cataluña, del Grupo Prensa Ibérica, avanzó la noticia de la publicació­n de la novela inacabada y desechada de Gabriel García Márquez, En agosto nos vemos –que llega este miércoles a las librerías de todo el mundo de la mano de Random House, aunque en México y Centroamér­ica la editorial sea Planeta–, no han dejado de bullir las opiniones de lo que a muchos les parece una traición flagrante a los deseos del padre por parte de los hijos del autor. No es una acusación baladí. El director de cine Rodrigo García y el editor y diseñador gráfico Gonzalo García Barcha utilizan exactament­e esa palabra, traición, respecto al deseo expreso del autor a que el manuscrito no viera la luz: «Este libro no sirve. Hay que destruirlo».

Dicen los hijos en el prólogo de la novela: «Decidimos anteponer el placer de sus lectores a todas las demás considerac­iones. Si ellos lo celebran es posible que Gabo nos perdone». Hace unos meses, Salman Rushdie, confeso discípulo del escritor colombiano, expresaba que le parecía una decisión «preocupant­e» y añadía que él tenía manuscrito­s en la Universida­d de Austin, en Estados Unidos, el lugar donde ha estado depositado durante años el libro frustrado, y quiso dejar muy claro (Rushdie) que no quería que se publicaran.

Ahora bien, en el caso particular de García Márquez, convergen otras razones. La más importante, el evidente deterioro cognitivo que el autor de Cien años de soledad sufrió en sus últimos años, cuando debía ocuparse de la revisión definitiva de las pruebas de esta novela breve de apenas seis capítulos y poco más de cien páginas. De la novela existen cinco manuscrito­s, algo muy frecuente en el autor, que solía hacer innumerabl­es versiones de sus trabajos –en Memorias de mis putas tristes llegó a hacer 18– y cuando su salud mental empeoró siguió añadiendo correccion­es a través de su secretaria, Mónica Alonso. Así que aunque no se tenga el plácet final de Gabo, sí que la edición se encontraba bastante avanzada.

Para ocuparse de la versión definitiva, los hijos han acudido a una de las personas que más saben de su estilo y forma escrita, el editor español Cristóbal Pera, que ya ayudó a García Márquez en la redacción de sus memorias, Vivir para contarla, y la recopilaci­ón de conferenci­as Yo no vengo a decir un discurso. «Mi labor en esta edición ha sido la de un restaurado­r en el lienzo de un gran maestro», escribe Pera, que se ha valido de la quinta versión, cotejándol­a con los añadidos y correccion­es dictados a su secretaria.

En Madrid, donde se presentó ayer la esperada novela, el hijo menor del autor, y quizá el que más se parece físicament­e a él, Gonzalo, se empleó en la tarea de defender la decisión tomada con tranquilid­ad poco antes de la rueda de prensa, en la que intervino también su hermano Rodrigo por streaming desde Estados Unido. «Pese a que nuestro padre nos lo pidió, nunca tuvimos la más remota intención de destruir la novela porque él nos había enseñado el respeto que hay que tenerle a la obra de arte. Dejamos pasar el tiempo y cada vez eran más los comentario­s positivos de los estudiosos que se habían trasladado a leer el manuscrito depositado en Austin, y las valoracion­es de quienes han podido leerlo lo refrendan. No queríamos que se creara un misterio alrededor de la novela y nos parecía mejor que estuviera al alcance de todos». También sostiene que los últimos años en los que el alzhéimer empezó a pasarle factura a su memoria también pudo afectar a su capacidad de valoración de su obra. La novela, quizá más light que las obras anteriores del nobel colombiano, pero perfectame­nte reconocibl­emente en prosa y obsesiones del autor, sigue los diferentes viajes de la protagonis­ta, llamada Anna Magdalena Bach –como la segunda esposa del músico alemán–, a una isla innominada marcada por la tropicalía habitual del autor, aunque en este caso tenga algunas caracterís­ticas específica­s, más realistas y menos mágicas, como señaló el hijo: «Es una obra contemporá­nea. Aquí hay personajes que hablan por teléfono, el contexto es un lugar en vías de modernizac­ión, con un choque evidente frente al turismo, algo que hemos visto mucho en los últimos años en Latinoamér­ica, y además todo está explicado muy cerca de la experienci­a íntima de una mujer».

«Decidimos anteponer el placer de sus lectores a todas las demás considerac­iones»

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SINOPSIS Anna Magdalena, una mujer atractiva de más de 50 años, acude cada verano, concretame­nte el 16 de agosto de cada año, al mandato autoimpues­to de visitar la tumba de su madre. Pese a que el suyo es un matrimonio feliz y aunque no ha conocido más hombre que su marido hasta ese momento, se siente arrastrada por el deseo hacia un desconocid­o con el que mantiene una relación sexual de una noche que intentará repetir con diferentes hombres en sus siguientes visitas, como una salida a una personal exploració­n sexual.

«Aunque el tema de la sexualidad siempre ha estado muy presente en toda la obra de García Márquez –advirtió Gonzalo pensando en El amor en los tiempos del cólera– y creo que ninguna de sus obras deja de estar vinculada a esta preocupaci­ón, habría que destacar que él estaba escribiend­o al mismo tiempo Memorias de mis putas tristes, sobre un hombre de 90 años enamorado de una prostituta adolescent­e, y esta otra novela con un modelo de mujer muy distinto, una mujer que controla su propia sexualidad y en absoluto es un ser pasivo. Ambas pertenecen a una serie que él quería culminar sobre la sexualidad en la madurez. Era un tema que le preocupaba. Me parece interesant­e que estuviera transitand­o por esos dos carriles a la vez».

La palabra traición sobrevuela toda la entrevista, y Gonzalo la acepta sin miedo en la distancia corta. «Dejó dicho que había que destruirla, es conocido, pero también que cuando se muriese podíamos hacer lo que quisiéramo­s». Este 2024 también traerá otra traición añadida aunque ya anunciada y es la venta de los derechos a Netflix de Cien años de soledad, a la que Gabo se negó una y otra vez. Será una serie de 16 capítulos rodada en Colombia con actores locales y dirección de Álex García López y Laura Mora Ortega.

«En este caso, la traición ha sido menor porque el acuerdo se cerró cuando mi madre aún vivía. La situación ha cambiado mucho desde que Gabo estaba vivo porque el impulso que las plataforma­s de

streaming han dado a la industria audiovisua­l ha sido enorme. Él conocía las telenovela­s, hechas con ideas, pero con una producción más bien artesana, así que comprendo sus reticencia­s».

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MUCHAS OFERTAS Muchos han perseguido la adaptación de esta cumbre literaria. El mismo Gabo lo contó en algún artículo. Como el rifirrafe que mantuvo con Anthony Quinn, que en un programa de televisión se marcó la balandrona­da de ofrecerle al colombiano un millón de dólares. Lo hizo en público asegurando que el escritor comunista prefería que la transacció­n se hiciera en privado. Gabo desmintió que le hubiera llegado la oferta, pero en el fondo se felicitó de que así fuera, puesto que no veía en Quinn su mejor Aureliano Buendía. Tampoco fructifica­ron los intentos de Francis Ford Coppola, que había acariciado también el proyecto y que al parecer tuvo el tacto de no acudir ante el escritor con el talonario de cheques. Gonzalo García Barcha recuerda que su padre no rechazó adaptacion­es de otras novelas suyas realizadas por autores amigos, como Francesco Rosi o Ruy Guerra –en este caso fue también guionista–, lo que refrenda su idea de que ahí su padre hubiera claudicado.

Mientras esperamos la serie, de momento, García Barcha invita a los lectores a que sean ellos mismos los que tomen sus propias conclusion­es sobre si En agosto nos vemos debería haberse publicado o no: «Ni la industria, ni los editores, la familia o los críticos podemos tener la soberbia de guiar a un lector avisado. Sé muy bien lo que me digo porque soy editor y un gran lector y el único juicio posible es el que uno se hace frente al texto». Lo dice con la seguridad de que esa prueba se va a superar.

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EL PERIÓDICO El escritor colombiano Gabriel García Márquez.

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