Magnolias de acero
La periodista Ángeles Caballero aborda en su primer libro, ‘Los ▶ parques de atracciones también cierran’, una tragedia familiar
Acabo de encontrarme con una voz narrativa potente y hermosa, de esas que te enganchan y te obligan a mantener la atención despierta. Con ella la autora describe y retrata, como si de una creadora del renacimiento se tratara, la esencia de quienes durante décadas han estado a su lado. Y que aun después, sin importar el tiempo que haya transcurrido, lo siguen estando. La suya es una voz fresca que digiere tragedias con la misma facilidad con la que saborea comedias. A ambas les da la vuelta y les tiende la mano. No importa cómo las modela. Es obvio que no existiría la una sin la otra, no hay familia que sea capaz de huir de aquellas situaciones que siempre ha querido evitar ni la hay tampoco capaz de alcanzar un estado de entendimiento permanente aderezado con sonrisas de diseño. Lo miremos por donde lo miremos, se trata de un material exquisito por la sencilla razón de que no hay mayor ficción que la que nace de la verdad y, por el contrario, las certezas solo se alcanzan de los recuerdos que conservamos y que manipulamos a nuestro antojo. Es la magia de las historias que se quedan en los lectores.
Para leer esta novela solo es preciso coger velocidad y estar dispuesto a no parar. Me gusta haberme sentido sereno a pesar de mis propias circunstancias y que una sonrisa me haya acompañado en cada una de sus líneas. Ha sido fácil reconocerme en algunas de las anécdotas y vivencias narradas para terminar inevitablemente riéndome de mí mismo, de aquellos aspectos que Ángeles Caballero ha sabido contar con todo lujo de detalles y sin que se le mueva un pelo del flequillo. Cada miembro de la familia tiene su propio significado, y no es extraño que en la realidad de cada uno sea fácil encontrar equivalentes. De otra manera, pero con demasiados puntos de encuentro. Es una constante que a veces los más lejanos sean los que más cerca se sienten, y a la par puede ocurrir que los más próximos se encuentren inaccesibles. Pero no es cuestión de kilómetros, nada de culpar al océano que se halla en medio forzando distancias. Es otra cosa. La convivencia tiene el poder de acercar y de alejar sin que dé tiempo a reaccionar.
Esta matriarca posee infinidad de aristas, inabarcables rincones por descubrir a pesar de que con sus sentencias parezca que lo ha dicho ya todo y que no admite réplica alguna. Y desde la discreción se advierte la mirada del padre, que sabe y comprende mejor que nadie sin necesidad de estallidos inoportunos. Son dos presencias rotundas que abren el libro y que se erigen en auténticos protagonistas. La narradora los describe y les escribe porque en sus gestos y en sus formas los recupera. Seguro que hay aquí mil y una ficciones, pero yo quiero creer que he sido testigo de un homenaje sin esas trampas que la nostalgia puede llegar a tender y de las que es realmente complicado escapar. Es una escritura inteligente, delicada y fresca, una historia que podría ser saga y que se estructura en capítulos cortos que terminan con el sabor de que lo que viene a continuación es sugerente, aunque el dolor se palpe con extraordinaria intensidad. Pero de nuevo su gestión es poderosa, es el gran valor de la elección de las palabras justas.
En efecto, Los parques de atracciones
también cierran, publicada por la editorial Arpa y narrada en primera persona, es un pequeño salvavidas para quienes somos torpes a la hora de encontrar belleza en el horror. Qué necesario es saber contarlo. La sencillez es siempre el mayor reto que proponen las hojas en blanco, como si la labor de sorprender al lector requiriera de giros inesperados y de engaños truculentos. Déjense de milongas, la sencillez se encuentra cuando se escribe bien. Así de sencillo. Recreando los años ochenta tal cual los vivimos, son numerosas las referencias a cineastas, cantantes, literatos o artistas varios, nombres y apellidos que muchos llevamos en la mochila que cuelga de nuestra memoria. Que han sido refugio. Que han dado luz cuando la oscuridad lo ocupaba todo. Que han zanjado muchos si
lencios. Que han provocado el estallido de una carcajada. Que han abierto nuevas posibilidades a las emociones.
Y aquí de repente he descubierto, gracias a la periodista Ángeles Caballero, que existen un sinfín de recursos que ayudan a mirar una misma situación de mil y una maneras diferentes. De desafiar a los contratiempos o de claudicar frente a ellos. He descubierto en definitiva que, me guste o no, también las ferias echan el cerrojo de vez en cuando.