Nosotras, cuerpo; ellos, cabeza
Zaragoza
En los últimos dos años el Ayuntamiento de Zaragoza ha instalado dos esculturas nuevas en los Paseos de la Gran Vía y de Fernando el Católico. La primera, que se inauguró el 25 de julio de 2022, es un busto, más bien sólo cabeza, y está dedicada a Ramón y Cajal, el insigne científico que fue condecorado con el Premio Nobel de Medicina en 1906. La segunda, subiendo hacia la Plaza de San Francisco, se inauguró casi un año después, el 12 de septiembre de 2023. Representa el cuerpo de una mujer desnuda «corriendo», según indica el título. Ambas esculturas están realizadas en bronce, con pátina oscura para el cuerpo de la mujer, ambas se erigen sobre una peana... y hasta aquí llegan las similitudes.
Que las esculturas dedicadas a hombres ilustres sean bustos no es ninguna novedad. Sólo hay que recorrer nuestra ciudad para ver los innumerables bustos de hombres que hay, todos con nombre y apellidos, incluyendo a veces una inscripción con sus importantes acciones. Simbólicamente nos transmiten la superioridad intelectual, moral y de acción de los hombres en nuestra sociedad.
Resulta trabajo imposible encontrar bustos de mujeres ilustres en nuestras calles y plazas, pero nosotras también estamos en las esculturas de la ciudad. Eso sí, en este caso como cuerpos sin nombre y apellidos, como este cuerpo femenino que corre por el paseo, desnudo y expuesto para el placer visual de los hombres: Mujer corriendo.
Estas esculturas, en su exposición constante, hacen que su mensaje llegue a hacerse imperceptible, pero transmiten una forma de violencia simbólica contra la mujer de la que apenas somos conscientes, pues de modo sutil reproducen las eternas discriminaciones de género. El espacio urbano es así un campo del poder patriarcal, y nos transmite que los hombres son los únicos que merecen ser admirados, mientras que las mujeres existen como cuerpos sin nombre para el placer eróticovisual de los hombres. Además, hay que añadir que la falta de representación de modelos femeninos encomiables deja a las mujeres y a las niñas sin referencias propias, haciéndolas sentir marginadas y poco reconocidas.