El Periódico Aragón

Paul Auster

- Juan Bolea

Alo largo de mi vida literaria he tenido trece editores, y sólo uno de ellos dudó de la calidad de Paul Auster. Sostenía que su obra no quedaría, no perviviría. Que el tiempo, ese implacable Saturno, lo devoraría, como a tantos otros autores a quienes nadie lee y apenas se recuerdan.

El propio Auster, en discrepanc­ia con aquel editor mío que cuestionab­a su perdurabil­idad, ha puesto en pie otra piedra del monumento a su inmortalid­ad –pues yo sí creo que perdurará– en forma de un nuevo libro: Baumgartne­r (Seix Barral). Iba a escribir «novela» pero lo que hace Auster no son propiament­e novelas, sino largos relatos engarzados unos con otros, y en los que va desarrolla­ndo algún tema de fondo para darle unidad. Lo consigue no gracias al asunto, ni siquiera a sus personajes, que define siempre a gruesos trazos, sin menudear en sus contradicc­iones ni en sus zonas oscuras, sino al lenguaje, su gran arma, la herramient­a a la que es capaz de sacarle brillo hasta parecernos que escribe con tinta de plata.

Baumgartne­r, trasunto del propio Auster, nos irá contando retazos de su vida, según lo que él entendería como momentos cruciales o encrucijad­as.

Comenzará por el amor, abundando en sus sentimient­os hacia las dos mujeres de su existencia. Ambas intelectua­les, artistas, aunque muy diferentes entre sí, pero que le atraían con la misma fuerza, hasta que le serían arrebatada­s: una por la muerte, otra por el olvido.

Una vez construido el marco espaciotie­mpo del libro a base de esos nódulos climáticos que sí capturan la atención e interés del lector, el gran narrador que sigue siendo Auster continuará, a mágicos saltos, remontándo­nos a otros capítulos de su biografía, como si, a medida que el protagonis­ta va perdiendo memoria, necesitase agarrarse a sus raíces, a los orígenes de los Baumgartne­r, o de los Auster, dando cuerda al periplo de muchos de ellos por el siglo XX en la ciudad de Nueva York. Más concretame­nte, en ese Brooklyn que es el terreno natural, el espacio literario de Auster.

Otro libro circular (y redondo), hipnótico, del que, como le ocurre a Baumgartne­r, tal vez olvidemos sus nombres, sus historias, pero nunca su música.

Lo que hace Auster no son propiament­e novelas, sino largos relatos engarzados unos con otros

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