Paul Auster
Alo largo de mi vida literaria he tenido trece editores, y sólo uno de ellos dudó de la calidad de Paul Auster. Sostenía que su obra no quedaría, no perviviría. Que el tiempo, ese implacable Saturno, lo devoraría, como a tantos otros autores a quienes nadie lee y apenas se recuerdan.
El propio Auster, en discrepancia con aquel editor mío que cuestionaba su perdurabilidad, ha puesto en pie otra piedra del monumento a su inmortalidad –pues yo sí creo que perdurará– en forma de un nuevo libro: Baumgartner (Seix Barral). Iba a escribir «novela» pero lo que hace Auster no son propiamente novelas, sino largos relatos engarzados unos con otros, y en los que va desarrollando algún tema de fondo para darle unidad. Lo consigue no gracias al asunto, ni siquiera a sus personajes, que define siempre a gruesos trazos, sin menudear en sus contradicciones ni en sus zonas oscuras, sino al lenguaje, su gran arma, la herramienta a la que es capaz de sacarle brillo hasta parecernos que escribe con tinta de plata.
Baumgartner, trasunto del propio Auster, nos irá contando retazos de su vida, según lo que él entendería como momentos cruciales o encrucijadas.
Comenzará por el amor, abundando en sus sentimientos hacia las dos mujeres de su existencia. Ambas intelectuales, artistas, aunque muy diferentes entre sí, pero que le atraían con la misma fuerza, hasta que le serían arrebatadas: una por la muerte, otra por el olvido.
Una vez construido el marco espaciotiempo del libro a base de esos nódulos climáticos que sí capturan la atención e interés del lector, el gran narrador que sigue siendo Auster continuará, a mágicos saltos, remontándonos a otros capítulos de su biografía, como si, a medida que el protagonista va perdiendo memoria, necesitase agarrarse a sus raíces, a los orígenes de los Baumgartner, o de los Auster, dando cuerda al periplo de muchos de ellos por el siglo XX en la ciudad de Nueva York. Más concretamente, en ese Brooklyn que es el terreno natural, el espacio literario de Auster.
Otro libro circular (y redondo), hipnótico, del que, como le ocurre a Baumgartner, tal vez olvidemos sus nombres, sus historias, pero nunca su música.
Lo que hace Auster no son propiamente novelas, sino largos relatos engarzados unos con otros