El Periódico Aragón

«Han pasado 20 años y sigue siendo 11M»

Jesús Abril relata las dos décadas sin su hijo Óscar, asesinado con 19 años en el tren de la calle Téllez Los atentados yihadistas en el Cercanías de Madrid mataron a tres aragoneses e hirieron a varios más

- MARCOS CALVO LAMANA

El tortuoso camino lleno de luces y sombras empezó aquella mañana cuando dejé a Óscar en la estación. Veinte minutos después, dejé a su hermana Beatriz. Y enseguida llegó el caos. Infinitas llamadas. Pensar que había muerto. Y sentirlo. Hospitales, Ifema, esperar la sentencia de muerte por megafonía junto a sus compañeros de clase y sus amigos. Funeral con una montaña de flores en nuestro pueblo, Alfambra. El entierro, y el pozo más negro, inacabable, que uno pueda imaginar. Pero cada día sale el sol, aunque no lo veas, y empezamos a conocer a otros padres. Nuestro inmenso dolor nos empujó a aunar nuestras fuerzas con el empeño decidido por conocer la verdad, la necesidad de alcanzar la justicia y reparación. Y el firme propósito de que la victoria de nuestro dolor sea la paz».

El torrente de recuerdos sale por la boca de Jesús Abril, padre de un joven alfambrino de 19 años que fue asesinado por el terrorismo yihadista el 11 de marzo de 2004. Óscar Abril Alegre fue una de las tres víctimas mortales aragonesas, junto a la biblioteca­ria María Luisa Polo, de 50 años, nacida en Ateca, y el comandante zaragozano de la Brigada Paracaidis­ta Miguel Sierra, de 37 años. Mañana se cumplen dos décadas del atentado más sangriento de la historia de España y de Europa en lo que va de siglo.

El relato de Jesús, que hoy tiene 71 años y vive junto a su mujer, Maribel Alegre, su hija y sus nietos en Valencia, está escrito a bolígrafo en unas cuartillas que lee con entereza a través de una llamada telefónica y que vienen a resumir que «han pasado 20 años y sigue siendo 11M». Aquel día en el que España cambió, la familia vivía en Coslada. Como cada mañana, Óscar, aquel estudiante de segundo de INEF en la Politécnic­a «generoso, cariñoso y enamorado de la vida y de su novia», cogió a primera hora de la mañana el tren que atravesaba la calle Téllez. Lo normal hubiera sido que, como todos los días, acudiera a la universida­d con su hermana Beatriz. Aquel día cambiaron de planes y se fue acompañado de Jana, su pareja. A las 7.37 horas estallaron cuatro bombas y de ellas brotó el terror. «Acababa de dejar a Beatriz porque había quedado con una amiga y de repente me llamó para decirme que la gente hablaba de una bomba. Fue entonces cuando empezó el caos», relata Jesús. Su hijo había muerto junto a 191 personas en la masacre de Madrid, que causó a su vez cerca de 2.000 heridos.

Con el desgarro recién abierto llegaron las dudas sobre la autoría y la politizaci­ón de un atentado con unas elecciones generales a tres días vista. «Desde el minuto uno vivimos la teoría de la conspiraci­ón: el Gobierno de Aznar, El Mundo, la COPE, Telemadrid, los peones negros. Fue un dolor añadido a base de mentiras orquestada­s que nunca podrán pagar. Siempre creímos en la Justicia y durante aquel duro juicio, con unas garantías procesales jamás vistas, donde tuvimos que convivir con los acusados durante meses y ver cómo algunos abogados de las víctimas defendían a los acusados», denuncia el padre de Óscar Abril.

El 31 de octubre de 2007, tras un macrojuici­o que se alargó durante meses y en el que quedó descartada la participac­ión de ETA, la Audiencia Nacional dictó sentencia y se abrió un nuevo capítulo en las familias: una vida de convivenci­a con el vacío que dejan las víctimas. «El tiempo nos enseñó a convivir con la ausencia, la pérdida, la soledad personal, pues cada uno tiene un ritmo para el duelo y un grado para el dolor, la tristeza, la incomprens­ión», explica Jesús Abril. «Tienes que pasar por una serie de estaciones entre las que hay unos altibajos enormes. Tan pronto te sientes eufórico como te hundes en un pozo durante días. Pero lo más importante es que no dejes de hacer nada. No dejes de jugar al guiñote, de hacer las cosas que hacías, de participar en bodas, bautizos, celebracio­nes», relata el padre. Ahí jugó un

Jesús Abril PADRE DE ÓSCAR, VÍCTIMA DEL 11M «Nunca podrán pagar por el daño que nos hicieron. Y nadie ha pedido perdón»

«Nadie se muere de dolor. Si te dejas hundir te llevas a los que tienes alrededor. Hay que seguir»

papel fundamenta­l la Asociación 11M de Afectados por el Terrorismo de la que Jesús Abril fue vicepresid­ente y mano derecha de Pilar Manjón.

La vida, en resumen, siguió. «Se casó nuestra hija. Nos jubilamos. Nació nuestro nieto Óscar y nos trasladamo­s a Valencia para estar con ellos. Después nació nuestra nieta Carmen, que es cincomarce­rica, y con ellos vivimos muchísimos momentos de felicidad. Esta tarde la recogeremo­s al salir del colegio. Esas cosas son nuestra alegría, algo que siempre me propuse recuperar para la familia. No pueden ganarnos a todos, ¿no? Si te dejas hundir te llevas a los que tienes alrededor. Y nadie se muere de dolor. Se muere de otras cosas, pero no de dolor. Hay que aprender a vivir con ello», relata Abril.

La familia, cuando puede, viaja a Alfambra. Las navidades previas al atentado, los Abril Alegre comenzaron a reformar la casa familiar en el pueblo. «La terminamos en memoria de Óscar. Es la casa más bonita del pueblo. La abrimos a la gente como casa rural y allí se han vivido historias preciosas», cuenta Abril. Cada año, el grupo literario cultural Alfambra celebra un concurso de gran prestigio entre los escritores. Allí se entrega el premio Óscar Abril Alegre que galardona los relatos con valores. «Es en recuerdo a Óscar y a todas las víctimas de terrorismo. Y desde aquí mando mi recuerdo cariñoso a todas las víctimas con el deseo de que nunca se asesine más por cuestiones políticas o religiosas», reclama el padre de un hijo asesinado por la incomprens­ible razón de la religión.

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EMILIO Uno de los trenes de Cercanías donde estallaron las bombas yihadistas el 11 de marzo de 2004 y donde viajaban tres aragoneses que falleciero­n.
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Óscar Abril Alegre, 19 años.
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María Luisa Polo, 50 años.
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Miguel Sierra, 37 años.
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NARANJO / EFE

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