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El Gobierno de Aznar se empeñó en atribuir la autoría del atentado a ETA contra los indicios que apuntaban al terrorismo islamista La gestión informativa del Ejecutivo contribuyó a asentar las bases de la actual crispación política
Los primeros informes policiales apuntaban a que no era cosa de los etarras y Otegi negó su participación
«Si es ETA, ganamos. Si es Al Qaeda, perdemos». Pedro Arriola, gurú estratégico del PP a partir de los años 90, pronunció la frase en el cuartel general popular en algún momento entre el 11 y el 14 de marzo de 2004. La idea condensa el espíritu comunicativo con el que el Gobierno actuó en aquellas jornadas trágicas. El mayor atentado de la historia de Europa llegó tres días antes de unas elecciones generales, y la votación contaminó desde el primer momento la gestión que hizo el Gobierno de las explosiones que dejaron 192 muertos; sus intoxicaciones y mentiras de aquellos días, cimentados en el miedo a un castigo electoral por el papel de España en la guerra de Irak, pueden considerarse un precedente directo de las fake news que son hoy uno de los principales peligros para las democracias.
Es cierto que en los momentos posteriores a las explosiones, en Madrid, en cuatro trenes, poco antes de las ocho de la mañana del 11M, todo el mundo pensó en ETA. Las primeras declaraciones públicas que mencionaron a la banda no venían del PP: fueron del candidato del PSOE a las elecciones, José Luis Rodríguez Zapatero, y del entonces lendakari Juan José Ibarretxe. Zapatero dijo poco antes de las 9.00 horas, cuando aún no se conocía la magnitud de la tragedia, que «ETA ha intentado intervenir en la campaña». Ibarretxe compareció a las 09.30 horas. «Son alimañas, son asesinos. ETA, estoy absolutamente convencido, está escribiendo su final», afirmó. Pero el Gobierno convirtió lo que era una inercia del pensamiento lógica en un país que llevaba décadas sufriendo el terrorismo etarra en una obsesión. Con la voluntad cada vez más desesperada de llegar al día de las elecciones con las conjeturas sobre ETA vivas, inició
carrera contra las averiguaciones de sus propios cuerpos policiales, que actuaron con rapidez.
Esa inercia del pensamiento no soportó el paso de las horas: la policía empezó a tener muy pronto elementos que la ponían en duda. «La Guardia Civil activó todas las escuchas que tenía en domicilios etarras, entre otros el del jefe logístico de ETA, y en ningún momento captó ninguna conversación, nada que indicara que estaban detrás del atentado, más bien todo lo contrario. Y eso lo transformó en un informe que al mediodía ya tenía el Ministerio del Interior», dice Jesús Ceberio, aquellos días director de El País. Lo mismo le llegó enseguida a José María Fuster-Fabra, abogado
experto en terrorismo y, durante el juicio del 11M que se celebró en 2007, defensor de víctimas del atentado. «Yo había estado metido en la lucha contra ETA. El 11M hablo con mis contactos y me dicen que los malos estaban muy desorientados, y a medida que avanza el día ya piensan que no habían sido ellos», sostiene.
La llamada
Sin embargo, Ceberio y otros directores de periódico recibieron a primera hora de la tarde una llamada inédita. A las 13.06 horas, el presidente del Gobierno, José María Aznar, le telefoneó para comunicarle su «absoluta certeza» de que el atentado era obra de ETA. Y eso hiuna
zo que tanto él como algunos otros, entre ellos el director de EL PERIÓDICO, Antonio Franco, encabezaran las ediciones especiales que lanzaron la tarde del 11M atribuyendo a ETA la matanza. Ceberio publica en los próximos días un libro, titulado La llamada, en el que se desquita contra Aznar.
Franco vertió su indignación en un artículo publicado el 16 de marzo de 2004, cuando ya se había descubierto el engaño y el PSOE había ganado las elecciones. «‘Ha sido ETA, no tengas la menor duda’, precisó el presidente antes de dar una breve explicación sobre lo que podía decirme de la investigación, las pruebas y los antecedentes. [...] Esta llamada de la Moncloa se pro
dujo muy poco después de que yo hubiese dicho, a través de Radio Nacional, que en EL PERIÓDICO dudábamos sobre si el atentado era de ETA o de Al Qaeda [...]. Fue entonces, con la convicción de que el presidente del Gobierno de mi país era incapaz de, en el ejercicio de su cargo, darme seguridades sobre un tema sobre el que no estuviese seguro, cuando decidí el titular: El 11M de ETA», escribió Franco. En la edición del día siguiente, el diario ya priorizó la vía islamista.
A los primeros informes policiales que apuntaban al terrorismo islamista se unieron, esa misma mañana, las dudas de alguien bien informado sobre la actualidad de ETA: Arnaldo Otegi, por entonces líder de Batasuna, afirmó que no contemplaban «ni como mera hipótesis» que la banda estuviera detrás del atentado de Madrid. Pero poco después entraba en escena uno de los principales protagonistas de la intoxicación de aquellos días, Ángel Acebes, que estableció «sin ninguna duda» que ETA era responsable del atentado, y que quien lo cuestionara era un «miserable» como Otegi. Fue la primera de sus siete comparecencias, la última ya en la madrugada del 14 de marzo; en todas ellas insistió en la vía de investigación de ETA como la única abierta –al principio– o como la principal, en las finales. En la comisión de investigación que tuvo lugar en el Congreso meses después del atentado, el diputado del PNV Emilio Olabarria expuso que había contado cuántas veces mencionó Acebes a ETA durante esos tres días de comparecencias: fueron 55.
El entonces ministro del Interior formó parte desde el principio de un búnker comunicativo gubernamental muy político, con la mente puesta en las elecciones, en el que no estaba, por ejemplo, Jorge Dezcallar, director del CNI. Y eso que Dezcallar es responsable, precisamente, de uno de los dos asideros que utilizó el Gobierno del PP, aquellos días y después durante años, para justificar su actuación. Un informe del CNI datado a las 15.51 horas del 11 de marzo trasladó al Gobierno que ETA estaba detrás del atentado. «Mi impresión, y he hablado largo y tendido con Dezcallar, es que el CNI se dejó manipular por el Gobierno, aunque no tengo pruebas. Dezcallar asegura que ningún servicio exterior le dio elementos suficientes como para imaginar otra autoría», dice Jesús Ceberio a este diario.
El otro asidero del Gobierno fue una confusión sobre la dinamita que emplearon los terroristas. Si era Titadyn, como algunas informaciones apuntaban en un principio, ETA era clara candidata a estar detrás de la matanza. El problema es que nadie sabe de dónde salió esa alusión al Titadyn: fue una hipótesis que quedó anulada ya el 11M por la tarde, cuando se localizó una furgoneta Renault Kangoo robada por los autores de los atentados que contenía una cinta con cánticos coránicos y restos de explosivo Goma 2 Eco, que prácticaque
mente descartaba a ETA. «Lo del Titadyn es una invención de Pedro Díaz-Pintado», subdirector operativo de la Policía Nacional el 11M, sostiene el autor de La llamada. «Ocurre que casi inmediatamente después de analizar los materiales de la Kangoo ven que hay restos de Goma 2 Eco, pero ya se había filtrado la palabra Titadyn, y sigue viva esa referencia durante varios días. Es un error que se usa con voluntad política», añade.
La mochila
Si el 11 de marzo por la tarde ya parece claro que la investigación se dirige, al menos de forma muy prioritaria, hacia la autoría islamista, el 12 los indicios son ya abrumadores. Sobre todo, el hallazgo antes de que amaneciera de una mochila en la comisaría de Puente de Vallecas, recogida entre las pertenencias de las víctimas en el escenario de los atentados. Aunque nadie lo había advertido durante el traslado, contenía un detonador, metralla y restos de explosivo Goma 2 Eco. A partir de ese momento, la vía de ETA «queda parada» en la investigación policial, admitió Díaz-Pintado durante el juicio del 11M; en cambio, el Gobierno la defendía aún a toda vela. Ese día 12 de marzo, tanto el candidato del PP, Mariano Rajoy, como Acebes, Zaplana y Aznar (aunque el entonces presidente no citó a la banda
por su nombre era evidente que se refería a ella) atribuyeron la matanza a ETA. Aznar dijo: «Un Gobierno con dos dedos de frente en España, después de 30 años de terrorismo, ante un atentado como el de ayer tiene que pensar lógicamente, razonablemente, que tiene que ser esa banda la autora».
Pero su versión de los hechos ya no iba solo contra las averiguaciones policiales, sino también contra los servicios de inteligencia y los medios de comunicación de medio mundo. Hay un episodio, cuyos pormenores no se desvelaron hasta años después –cuando el embajador español en EEUU durante esos días, Javier Rupérez, publicó sus memorias–, muy elocuente. El entonces presidente norteamericano, George W. Bush, concedió una entrevista al corresponsal de TVE en Washington, Lorenzo Milá, para expresar sus condolencias al pueblo español sobre el atentado. Durante esa conversación, Bush ya expresó sus dudas sobre los autores del 11M: «Yo no descartaría a nadie». De manera insólita para tratarse de una entrevista con un presidente de EEUU, TVE decidió no emitirla íntegra, sino solo algunos fragmentos. En privado, Bush le comunicó a Rupérez directamente que la CIA ya le había dicho que «a lo mejor habían sido otros», y no ETA.
La voluntad del Gobierno de TVE fuera el altavoz de la línea oficial y censurara cualquier disensión quedó clara en otras dos ocasiones. La primera: durante las manifestaciones de ese 12 marzo de repulsa al terrorismo, que congregaron a millones de personas en toda España, se coreó con profusión «quién ha sido», una consigna que exponía las dudas sobre las informaciones gubernamentales. Ese grito no se escuchó en el Telediario de esa noche. Al día siguiente, TVE cambió su programación para emitir Asesinato en febrero, una película sobre el asesinato del político socialista Fernando Buesa a manos de ETA.
A esas alturas, ya se habían producido las primeras cinco detenciones relacionadas con el atentado, de dos ciudadanos indios y tres marroquís, que evidenciaban que la investigación se centraba en el terrorismo islamista. A pesar de todo, Acebes sigue hablando de que «no se renuncia a ninguna vía», aunque Aznar ya había recibido una información de Dezcallar en la línea de que el atentado «apestaba a islamista», según recoge La llamada. Al Qaeda reivindica ese mismo día, con una cinta de vídeo dejada en una papelera, su autoría.
La semilla
El grupo comunicativo gubernamental fue muy político, con la mente puesta en las elecciones generales
La estrategia fue un fracaso porque el PSOE ganó las elecciones y por la pérdida de imagen internacional
La estrategia del Gobierno de Aznar fue un fracaso, porque como ya se sabe el PSOE ganó aquellas elecciones y Zapatero se convirtió en presidente, pero también por otras dos cosas: por la pérdida de imagen internacional que sufrió España aquellos días y porque puso la semilla de una polarización que hoy corroe el sistema político. Sobre el primer asunto, baste recordar el malestar que expresaron varios gobiernos de todo el mundo semanas después de que, el 11M, el Gobierno español presionara para aprobar una resolución en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que en su primer punto «condena en los términos más enérgicos los atentados con bombas cometidos
La crispación también se ha alargado hasta hoy, y ha evolucionado a peor. «Podríamos comparar cuál era el discurso político dominante en el Parlamento en la legislatura entre 1993 y 1996, que fue la más bronca de la democracia hasta ese momento, la del ‘váyase, señor González’, con el actual, en el que se le niega directamente al oponente la legitimidad para estar donde está. González era en opinión de la oposición un mal político; Sánchez es un usurpador», dice Ceberio. «La afición por las versiones alternativas empieza en España antes que en otros sitios», abunda José Antonio Zarzalejos, entonces director de Abc. En cierto sentido, esos días el país se convirtió en un campo de experimentación de artimañas que, mucho más evolucionadas y amplificadas por el desarrollo tecnológico, están cambiando la política de nuestros días en todo el mundo.