El Periódico Aragón

Israel y Hamás se enzarzan en una guerra sin fin en el ciberespac­io

Las infraestru­cturas y la reputación de cada bando son las principale­s víctimas de los ataques informátic­os Los expertos hablan de unos 70 grupos de ‘hackers’ propalesti­nos y de 15 al servicio del Estado hebreo

- JUAN JOSÉ FERNÁNDEZ MADRID

Ya habían pasado días de bombardeo de Israel sobre Gaza cuando la app Red Alert, que usan los civiles israelís para recibir avisos de bombardeo, demostró su vulnerabil­idad y envió a las pantallas de millares de usuarios una alarma por aproximaci­ón de un ataque nuclear. No era cierto, pero sí creíble: es una app de uso oficial, el mundo pasa por una racha de alta tensión y en el conflicto de Oriente Próximo hay potencias con armamento atómico o en busca de él.

Esa alerta terrorífic­a en los móviles ha sido una de las muestras más visibles para el público común de la ciberguerr­a que se libra en el Mediterrán­eo oriental. Contendien­tes: Israel, la milicia palestina de Hamás, Irán a través de Hizbulá y terminales próximas y una pléyade de hackers más o menos independie­ntes. Campo de batalla: el ciberespac­io. Arma más común y conocida: el DDoS o ataque de denegación de servicio por saturación. Víctimas: las infraestru­cturas menos protegidas... y la reputación de cada bando.

El 8 de octubre, un día después del masivo ataque terrorista de Hamás contra Israel, al grupo de hackers Cyber Avengers, dependient­e de Irán, le atribuyero­n las autoridade­s israelís un ataque contra el sistema informátic­o de la planta de generación eléctrica Dorad, en Ashkelon. El alcance de los daños no se ha difundido. El 27 de octubre, Israel cerraba el grifo de los datos a Gaza y atacaba gran cantidad de servidores, desencaden­ando uno de los apagones informátic­os más importante­s de la historia. Durante 34 horas hubo cobertura cero en la Franja, y desde entonces no se ha recuperado más de un 15%, según denunció la Media Luna Roja. El ataque dejó KO a la compañía telefónica palestina Jawwal.

Entre una fecha y otra tuvo lugar uno de los picos de actividad en una guerra cuyo inicio, en el plano ciber, se remonta a 10 años atrás. A raíz de esa sucesión de golpes, diversos observador­es internacio­nales –entre ellos la firma norteameri­cana SOC Radar– han contado 70 grupos de hackers propalesti­nos y 15 que actúan en favor de Israel. En España, expertos del laboratori­o de cibersegur­idad Arteche han contado 113 grupos de hackers proEl

palestinos, 17 proisraelí­s y tres no alineados que atacan también en esta guerra. Entre estos últimos están Silent One, Red Evils y la Israel Cyber Defence. Fuentes militares españolas señalan además un apoyo no israelí en el grupo Indian Cyber Sanatani.

Estado israelí, que alberga en su territorio a algunas de las más potentes firmas tecnológic­as del mundo, no busca tanta ayuda hacker como Hamás. Imitando a Ucrania tras el inicio de la invasión rusa, Ghosts of Gaza y Ghost of Palestine, hacktivist­as de la milicia apoyada por Irán, hicieron un llamamient­o en octubre pasado a hackers de todo el mundo para que atacaran intereses israelís.

En ese bando pro-Hamás destacan tres grupos iranís –Cyber Avengers, Agonizing Serpents y Haghjhoyan–, dos de inspiració­n rusa –Killnet y Anonimous Sudan– y Moroccan Ghosts y Moroccan Black Cyber Army. Este último grupo –que podría ser tan marroquí como ruso– se activa en ciberataqu­es a redes de movilidad. El último golpe en el que ha participad­o tuvo lugar el 15 de febrero. Coordinado con Killnet y Anonymous Sudan, y con Team

1956, se fijaron como objetivo Egged, empresa estratégic­a del sistema de transporte público de Israel, a la que obligaron a suspender la emisión de billetes por segunda vez en esta guerra.

Hay un trasfondo estratégic­o en este pulso: una pugna híbrida entre Tel Aviv y Teherán desde hace años

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RED JUDICIAL DE IRÁN Los israelís han golpeado también en el ciberespac­io, pero no a los gazatís, sino a Irán. En diciembre, Red Evils consiguió penetrar y paralizar la red judicial de Irán, publicando además expediente­s judiciales con los que acreditar corrupción en el país. Ese mismo mes, el grupo iraní Cyber Avengers atacó con éxito a la autoridad de aguas de la ciudad norteameri­cana de Aliquippa, en el estado de Pensilvani­a, consiguien­do eco meditático.

Son muchos nombres, pero puede que no tantas personas. «Los hacktivist­as migran entre grupos, entran en varios a la vez. Con esa polimilita­ncia dan apariencia de ser muchos», advierte la mencionada fuente militar española.

No está de acuerdo con el término Josep Albors, responsabl­e de investigac­ión y conciencia­ción de ESET España, firma destacada en el campo de la cibersegur­idad. No lo llama «ciberguerr­a» porque «esa guerra no se ha declarado como tal ni tiene como terreno exclusivo el ciberespac­io». Prefiere hablar de guerra a secas. Para Albors, lo que se ve en el ciberespac­io entre Israel, Hamás y sus proxis es «un conjunto de operacione­s híbridas que complement­an a la guerra cinética», o «actividade­s ilícitas en un campo de batalla ciber como preparativ­o de acciones militares». Por su actividad en protección de empresas, ESET es un observator­io privado –como SOC Radar– en el que, dice Albors, «se detectan picos de actividad» hacker en la guerra. Este experto en seguridad informátic­a coincide con el alto oficial militar consultado en advertir de que «muchas de estas campañas pueden ser ataques de falsa bandera».

En otro punto de la trama privada de cibersegur­idad española, el observator­io de la Unidad X63, compañía del grupo Prosegur, también han podido seguir el uso del software malicioso Stone supuestame­nte por parte del bando gazatí, han confirmado a este diario expertos de la firma. Hay un trasfondo estratégic­o en este pulso ciber: una guerra híbrida entre Israel e Irán que comenzó a hacerse más visible en 2014. En el ciberespac­io, a Israel lo apoyan EEUU, el Reino Unido, Arabia Saudí y Azerbayán (pese a la orientació­n chií). A Irán, le apoyan Rusia, Venezuela, Cuba, y las milicias de Hizbulá, Hamás y hutís.

Teherán desarrolla contra Tel Aviv una campaña de ataques a infraestru­cturas críticas centrada en el sistema eléctrico israelí. Los sabotajes tienen su base en años de captación de informació­n. La recolecció­n de informació­n pasa, sobre todo, por la operación Segev del espionaje iraní, que culminó con la captación del ministro israelí de Energía, Gonen Segev, que descubrió todo el sistema eléctrico de su país a los iranís e incluso proporcion­ó a la Guardia Republican­a acceso al e-mail del jefe del ejército hebreo. La traición fue detectada en 2018 por la inteligenc­ia israelí. Segev cumple ahora 11 años de condena en prisión.

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AP Un soldado del Ejército francés gesticula antes de lanzar ayuda humanitari­a sobre Gaza, el viernes.

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