El Periódico Aragón

El Gancho, el corazón de la Ciudad quiere volver a latir

El barrio popular del Casco Histórico, ubicado a ambos lados de la calle Conde Aranda, es considerad­o un foco de

- ALBERTO ARILLA

Los vecinos del entorno de las calles ZamorayPig­natelli piden regenerar su área con vivienda asequible

Carmen, Carlos y Marisa charlan tranquilam­ente en un portal de la calle Pignatelli. Juntos, recuerdan cómo era la vida del barrio hace unos años, cuando el entorno Zamoray-Pignatelli, que comprende también las calles Agustina de Aragón, Cerezo y Miguel de Ara, rebosaba vida y alegría, con el hospicio al final de una vía que contaba con varias fruterías, bares y hasta un spa. Poco queda ya de esa imagen amigable, pues apenas hay comercios y muchos edificios y solares están vacíos, okupados o en condicione­s deplorable­s.

«Nací en aquella esquina hace 68 años», cuenta Marisa, una de las vecinas históricas del barrio, quien recuerda con nostalgia cómo ha cambiado todo en este tiempo. «Mis padres tenían un bar al que iban los estudiante­s, los vecinos, profesores como Labordeta, que daba por aquel entonces Historia Contemporá­nea enfrente, y hasta un campeón del mundo, el boxeador Perico Fernández, que se crió en esta calle y que tuvo expuestos sus guantes en el bar durante mucho tiempo», narra al respecto.

Precisamen­te, ese espíritu luchador del ilustre deportista zaragozano, fallecido en 2016, sigue recorriend­o las venas de quienes sienten el barrio como su casa. Y es que Marisa, junto a Carlos, Carmen y otras muchas personas, formaron hace unos años la asociación vecinal Calles Dignas para reivindica­r la necesidad de actuación en la zona. «El Plan Especial Zamoray-Pignatelli del Ayuntamien­to de Zaragoza es muy ambicioso, pero a veces se queda en papel mojado», subrayan desde la directiva de la asociación.

En ese sentido, el consistori­o zaragozano lleva meses actuando en la zona con la adquisició­n de varias parcelas, algunas de ellas mediante compravent­a y otras mediante expropiaci­ón. La última, el número 76, okupado en varias ocasiones y en cuyas puertas se han vivido varios sucesos desagradab­les. «No basta con expropiar, luego hay que invertir en darles a esos edificios unas condicione­s dignas y poder hacer vivienda asequible, que falta hace en Zaragoza», dice Carlos.

Así, explica, se lograría revitaliza­r un barrio anclado en pleno Casco Histórico de la capital aragonesa... aunque no siempre estuvo ahí. «Hasta hace nada, éramos el Teruel de Zaragoza, olvidados. El entorno Zamoray-Pignatelli ni siquiera se incluía en El Gancho (oficialmen­te, San Pablo)», cuenta el vecino, momento en el que es interrumpi­do por otra vecina, Carmen, que llegó a la zona hace unos años: «No, no. Cuando compré mi piso, esto era distrito Centro». Ubicacione­s y nomenclatu­ras aparte, en lo que coinciden todos es en que hace falta «un paso más» para revitaliza­r esa área del distrito. «No necesitamo­s que adecúen los solares, como se pedía hace años. Necesitamo­s que se regenere el barrio», subrayan desde Calles Dignas.

La otra gran asociación de esta parte del distrito es la Plataforma

de Afectados El Gancho-Pignatelli. Uno de sus fundadores, Óscar Villanueva, explica que su zona es, «en proporción, la que más bloques okupados tiene de Zaragoza». Hasta 22 del poco más del centenar que existen. Aunque, eso sí, los vecinos insisten en todo momento en diferencia­r entre la okupación «delictiva» y la llevada a cabo por personas vulnerable­s, en muchos casos entrelazad­as en el mismo edificio. «No nos molesta en absoluto cuando viene una familia vulnerable. No es lo mismo eso a que una banda monte narcopisos», comentan desde la directiva de Calles Dignas.

En cualquier caso, ambas asociacion­es coinciden en señalar otros puntos conflictiv­os, como la limpieza del barrio. «Hay veces que parece que somos una escombrera.

Los edificios abandonado­s generan mucha suciedad, lo que es un foco de insalubrid­ad», aseguran desde las asociacion­es. Villanueva, en su caso, denuncia que la situación es tan grave que en verano «hay veces que no puedo bajar en chanclas a la calle, como todo el mundo». «Estamos hartos de llamar a la Policía Local y al 010», añade.

PABLO$

SAN La de San Pablo, en la parte que rodea a la iglesia con ese mismo nombre, al otro lado de Conde Aranda, es la zona originaria del barrio, al cual da también su nombre oficial, aunque el más popular sea El Gancho.

Un entorno que ha sido noticia en los últimos tiempos, especialme­nte, por la polémica que ha rodeado al antiguo instituto Luis Buñuel,

que fue utilizado por un movimiento social para dar un servicio cultural a los vecinos, aunque los permisos se echaron atrás en la pasada legislatur­a y el colectivo Luis Buñuel fue desalojado. Ahora, el edificio se reconverti­rá en un centro para mayores.

También es significat­ivo el caso del Centro Musical Artístico de Las Armas, cerrado desde la pandemia y que fue reabierto en febrero de 2023 por todo lo alto, con 80 conciertos, 140 grupos y más de 20.000 asistentes a lo largo de su primer año de regreso. Un ejemplo más de que las posibilida­des que el barrio de San Pablo –o del Gancho, según se prefiera– puede ofrecer si así se lo propone y si así le dejan.

Los alrededore­s de Las Armas, precisamen­te, son otra de las muestras paradigmát­icas de la situación del distrito, ya que cuenta «con solares municipale­s que llevan décadas abandonado­s», tal y como señalan desde las plataforma­s vecinales.

Sea como fuere, tanto a un lado como al otro de la calle Conde Aranda reivindica­n la importanci­a de creerse el barrio «de verdad» y seguir invirtiend­o en planes que sean más palpables para los vecinos. En esa línea, el tejido vecinal considera clave que el ayuntamien­to intervenga también en las calles más centrales del Gancho, «no solo en las periferias», para que, en un futuro, pueda recuperar la sonrisa y, quién sabe, volver a escuchar a las charangas durante las fiestas del Pilar, «como sucedía en tiempos». Tiempos que Marisa, «vecina histórica», quiere volver a vivir.

En la parte de San Pablo, el antiguo Buñuel o Las Armas demuestran las posibilida­des que tiene el barrio

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El entorno Zamoray-Pignatelli tiene varios edificios okupados y solares vacíos.
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ÁNGEL DE CASTRO LAURA TRIVES LAURA TRIVES Uno de los solares vacíos del barrio.
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LAURA TRIVES Conde Aranda separa El Gancho.
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LAURA TRIVES La plaza Forqué, entrada al barrio.
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LAURA TRIVES La torre de San Pablo, en 2020.
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Las Armas reabrió el pasado año.
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El antiguo instituto Luis Buñuel.

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