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Los alumnos de la Escuela del Tío Jorge sanean el cabello gratis a personas que no tienen recursos en Zaragoza La barbería tiene un convenio con Cruz Roja desde 2021
Van y vienen las modas y con ellas lo hacen los estilos de melena. Que si mullet para ellos, que si por encima del hombro para ellas. Que si tintes naturales, que si dibujos en las barbas. Que si esto, que si lo otro. Pero hay mucha gente, demasiada, que no puede seguir estas tendencias, y no es porque no quiera, sino porque no puede pagarlas. Son aquellos que están en situación de exclusión social. Sí, los más vulnerables. La Escuela del Tío Jorge lo sabe bien. Se trata de una academia de barbería de la capital aragonesa que, desde septiembre de 2021, tiene un convenio con Cruz Roja, Aldeas Infantiles, el comedor social y el Albergue: las personas a las que ellos atienden pueden acudir a la escuela donde, de forma gratuita, los alumnos les cortan el cabello. Un beneficio mutuo.
Ayyoub llegó a España de Marruecos hace cuatro meses, y desde entonces es cliente habitual de la Escuela: «Antes no podía ir a cortarme el pelo porque suponía pagar 10 euros cada dos semanas. Ahora, gracias a este lugar y su gente amable, sí puedo». Y como él, muchos más. De la puerta del local, cuenta Jorge Villarroya Capablo, dueño de la barbería, «sale todos los días una fila de, más o menos, cincuenta personas». El primer hombre de la cola lo corrobora: «Los jueves se llena mucho. Yo hoy he llegado media hora antes de que abriera para asegurarme de que me atendían».
Según relata Villarroya, las personas que acuden a la academia, además de ser muy variadas, valoran mucho la labor que realizan los peluqueros en formación. Si algún perfil ha predominado estos últimos meses es el de refugiados ucranianos que, como relata el dueño, «aunque son algo tímidos, son muy agradecidos». Uno de los presentes en la fila cuenta que él «viene de la calle» y, aunque considera que tener que ir a cortarse el pelo allí no es lo idóneo, «siempre es mejor que nada». Villarroya relata que «el ambiente es de buen rollo» y que, «si alguna vez viene alguien con cuatro tragos de más, entre profesores y estudiantes calman las cosas».
Para que el coste sea cero, los clientes deben enseñar la tarjeta que acredita que pertenecen a una de las asociaciones con las que trabaja la escuela. Si no forman parte de ninguna de estas entidades, el precio del corte es de cuatro euros. «Sale muy barato, y por eso vengo aquí cada dos semanas más o menos», relata una de las personas que espera en la fila. Es vecino del barrio y califica el servicio como algo muy positivo: «Al ser alumnos, tardan un poco más, pero es comprensible. Los profesores los acompañan todo el rato y les van explicando las cosas, pero no me importa porque el resultado es muy bueno».
El funcionamiento es sencillo: «Entras, coges número y esperas. Vamos, como si estuvieras en la pescadería», expresa el primero de la fila. Al entrar, los estudiantes los van llamando y, de diez en diez, se sientan frente al espejo, como en cualquier otra peluquería. Eso sí: el recurso lo emplean de forma mayoritaria los hombres. Lo relata el dueño: «Predomina un perfil masculino porque se trata de una barbería. Es cierto que tenemos alguna clienta mujer a la que le gusta el cabello corto, pero chicas de melenas largas no vienen». Entonces, ¿dónde se cortan el pelo ellas?
La idea de crear la Escuela del Tío Jorge nace a raíz de la pandemia, cuando Villarroya se dio
cuenta de la importancia de formar a nuevos jóvenes en el oficio: «Yo tenía desde 2015 la barbería del Tío Jorge en el Actur, y pensé que se necesitaban muchos más trabajadores porque esta es una labor con mucha rotación». Esto último quiere decir que, tras pocos años de formación, los estudiantes ya se sienten capacitados para ejercer de barberos. Pero el propietario quería ir más allá, aumentar el nivel: «Reparé en que mis alumnos se formarían de manera más profesional con modelos reales», explica. Y le vino la idea. «Opté por contactar primero con la Cruz Roja. Luego, a partir de ahí, fui haciendo contactos, y así hasta ahora», relata.
Esta novedad de «prácticas con personas en lugar de con maniquíes» ha sido uno de los muchos motivos que ha contribuido a la fama de la Escuela del Tío Jorge. Hoy cuenta con cuatro profesores y otros tantos tipos distintos de cursos.
El resultado es exitoso para todos. «Al final –expresa Villarroya–, la gente agradece que tengas una labor social». Y añade: «Es la manera de que los alumnos aprendan también a desenvolverse con clientes reales, a interaccionar con ellos. Esta es otra parte fundamental de la profesión, y no se puede hacer con un muñeco». Todo ello hace que cada día pasen por la Escuela del Tío Jorge muchas personas que se encuentran en riesgo de exclusión social. Necesitan cortarse el pelo y no es una cuestión de moda. Es higiene y salud.
«Antes no podía ir a cortarme el pelo porque eran 10 euros cada dos semanas. Ahora sí puedo»