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Del barrio de Delicias ha vivido varios episodios de acuchillamientos
Los más mayores del lugar se arremolinaban el martes por la mañana a las puertas del número 23 de la calle Lastanosa para hacer sus quinielas sobre los pormenores que rodeaban el homicidio de José Luis Egea, cuyo cadáver apareció acuchillado en el interior de su domicilio. Alguno de estos veteranos casi que se resignaba y lamentaba la degradación que ha hecho languidecer al zaragozano barrio de Delicias. Como si este capítulo solo fuera uno más de tantos que recordaban. Uno de ellos decía que residía, desde hace años, en el mismo inmueble. Y, si en el sofá de casa hizo un poco de memoria, pronto recordaría que algunos episodios de la calle Lastanosa quedaron recogidos en las páginas de sucesos y tribunales de la prensa diaria aragonesa.
En 1991 se desactivó un coche bomba de la banda terrorista ETA; en 2003, Dionisio Fabián Cepeda, alias Stalin, murió de un navajazo en el cuello y, en 2005, en 2007 y en 2009 corrió la sangre sin resultado de muerte a las puertas del bar Criola. También en 2022. Alguno de estos episodios trascendió al interés mediático nacional, especialmente, aquel protagonizado por los sanguinarios Irene Idoia López Riaño –alias la Tigresa– y José Luis Urruosolo Sistiaga. El 24 de octubre de 1991, ambos abandonaron averiado un Opel Corsa cargado con 30 kilos de amosal y 25 de tornillería en la calle Lastanosa. No llegó a explotar. ¡Milagro! Un zaragozano descubrió que la matrícula de su Renault 11 coincidía con la de ese vehículo que estaba ayudando a empujar a dos desconocidos. Se la habían robado. Los etarras huyeron. Él también. Montó en su moto, aparcó en plaza Europa, subió a casa de sus padres y llamó a la Policía. Desactivaron los explosivos.
En defensa propia
El 16 de mayo de 2003, Joselito Peña García, alias Chelo El Grande, se defendió del ataque de un compatriota dominicano –Dionisio Fabían Cepeda, alias Stalin– con un navajazo mortal en el cuello. Tras la agresión huyó a Alemania. Allí fue localizado a través del posicionamiento de su teléfono móvil. Fue detenido, pero un fallo en el envío de la orden de extradición le devolvió la libertad porque se agotó el plazo de prisión preventiva sin que nadie lo reclamara. Volvió a huir. Fue localizado de nuevo en Holanda al llamar a un conocido. En esta ocasión no hubo ningún problema para extraditarlo a Zaragoza.
Un jurado popular le declaró inocente al considerar que actuó en legítima defensa para repeler el ataque del finado. «No tuvo más alternativa que tirar de navaja para sal
var su vida», dijo su abogado, el penalista zaragozano José Luis Melguizo. «Cuando me acometió, sentí que estaba muerto, cerré los ojos y le tiré una sola vez en el cuello», declaró su representado. «Stalin fue directamente a matarlo con un gran cuchillo y Chelo se defendió»,
recordó un testigo.
No hubo que esperar mucho tiempo para que una nueva refriega salpicara de sangre la calle Lastanosa. En julio de 2005, un joven caboverdiano de 24 años fue detenido por asestar varias puñaladas a otro ciudadano extranjero en el bar Criola de la citada vía. Sobre él pesaba una orden de búsqueda de la Interpol como presunto autor de un homicidio en Portugal. También en el mes de julio, pero dos años más tarde, tres personas resultaron heridas por arma blanca por una nueva pelea en el bar Criola. Dos jóvenes resultaron hospitalizados en mayo de 2009 por otra pelea en el mismo establecimiento. Amainó el temporal hasta que, en septiembre de 2022, una reyerta con botellas y machetes a las puertas del bar Punta Cana dejó tres detenidos y un herido grave. Y, el pasado martes, la Policía detuvo a T. J. I. L. como presunto autor de la muerte de José Luis Egea. Murió acuchillado en el interior de su casa: el 5ºA del número 23 de la calle Lastanosa.
En 2003, Chelo El Grande se defendió de un ataque y asestó un navajazo mortal a su agresor