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«Mi estilo es el que emocione a la gente», defiende Víctor Da = libertad al talentoso, suprime corsés y exige atrevimiento y riesgo
«Mi sistema es el que nos lleve a ganar. Mi concepto y estilo de juego es el mismo, que emocione a la gente. Es un error intentar reparar los dibujos, no hay fórmulas mágicas, rombos, cuadrados… se modifican continuamente. Debemos recuperar la identidad y estamos muy abajo». La tarjeta de presentación enmarcada en una declaración de intenciones pertenece a Víctor Fernández y fue pregonada a los cuatro vientos por el técnico a su llegada al banquillo para afrontar la que sería su tercera etapa al frente del Zaragoza. Entonces, la situación era bastante más delicada que ahora, con el equipo en descenso casi al término de la primera vuelta de la 18-19. Su balsámica llegada revivió a un conjunto que no pasó apuros para salvarse y que rozaría el ascenso la campaña siguiente.
Entonces, Víctor se adaptó a lo que había y recurrió a numerosos sistemas tácticos. Apostó por el 4-2-3--1 de entrada pero recurrió a ese 4-3-3 (o 4-3-2-1) que tan buen resultado le ha dado a lo largo de su dilatada carrera. El 4-1-4-1 o el 4-4-2 también figuran en su manual, pero rara vez en rombo, y todo apunta a que los tres centrales (sistema de cabecera de Velázquez y que llegó a condicionar el mercado invernal como había condicionado el rombo la composición de la plantilla en su anterior etapa) pasarán a mejor vida. Ahora, el zaragozano también se sube a un tren en marcha, lo que le obliga a buscar el dibujo que mejor se ajuste a los recursos disponibles, pero siempre bajo una premisa básica. «Lo más importante es el talento. Todo gira alrededor de la pelota», advirtió también entonces para subrayar la relevancia de la pelota como herramienta indispensable de cara a recuperar la identidad perdida.
Porque ese rescate es, precisamente, la tarea primordial que afronta el aragonés. Nada de lo que transmite ahora el Zaragoza está relacionado con esa idiosincrasia que él conoce a la perfección. Por eso, urge dotar al equipo de seguridad, confianza y autoestima, aspectos derruidos ante tanta mediocridad.
Se impone despojar al equipo de ese corsé y dotarlo de más libertad y atrevimiento. Porque Víctor exige descaro y, sobre todo,
riesgo a esos futbolistas que él considera capaces de asumirlos, principalmente, porque la osadía forma parte de su fútbol.
Pero no lo tendrá fácil. No abundan, precisamente, los jugadores de ese perfil en una plantilla carente de desborde, profundidad y talento ofensivo. El patrón de los tres delanteros centros, por ejemplo, es muy similar, y faltan extremos que abran el campo, encaren y lleguen a línea de fondo. De hecho, no hay ningún diestro que pueda hacerlo a pierna natural, mientras que en el otro costado Valera puede hacerlo, pero se encuentra más a gusto jugando a pierna cambiada.
En ese sentido, Víctor concede libertad absoluta al talento. Con él al mando, el futbolista de calidad y buen pie no está tan sujeto al rigor táctico, sino que el técnico le otorga libertad de movimientos
siempre en busca de ese balón al que considera la clave de todo. Pero también ahí se va a topar con un obstáculo considerable. Y es que no abunda el talento en un plantel sin jugadores desequilibrantes. Porque los que podían estar llamados a marcar diferencias, además, están teniendo un protagonismo casi residual. Es el caso de Bakis o, sobre todo, Manu Vallejo, seguramente el jugador al que más podría beneficiar la llegada de Víctor.
Será el propio técnico el que aportará ese liderazgo que tanto se echa de menos en el campo. No es el Zaragoza un dechado de personalidad, como lo demuestra su incapacidad para levantarse ante un revés. Cordero trató, sin éxito, de cubrir ese déficit con el fuerte carácter de Velázquez, pero nada cambió. Si acaso, a peor.