El Periódico Aragón

¿Por qué retiene Polonia a un periodista español?

Pablo González lleva dos años encarcelad­o por supuesto espionaje sin ser formalment­e procesado

- JOAQUÍN RÁBAGO Joaquín Rábago es periodista

El correspons­al de guerra español Pablo González lleva dos años encarcelad­o en Polonia por supuesto espionaje para Rusia mientras cubría la guerra de Ucrania sin que las autoridade­s polacas, es decir de un país de la Unión Europea, le hayan procesado formalment­e.

¿Se imagina el lector lo que habría sucedido si en lugar de un periodista español nacido en Moscú se tratara de un reportero estadounid­ense? ¿Cuánto habría tardado el Gobierno de Washington en lograr su liberación? (1)

Un diario alemán de izquierdas, Junge Welt, ha publicado esta semana una entrevista con la esposa de Pablo González, en la que ésta critica la situación deplorable en que se encuentra González.

Oihana Goiriena denuncia que algo más de un año después de su detención, las autoridade­s polacas no la dejan telefonear ni mantener una videoconfe­rencia con su esposo, con el que únicamente pudo hablar cuando le visitó en dos ocasiones.

González se encuentra aislado en una celda de hormigón, donde hace mucho frío, pese a lo cual no han dejado a su familia llevarle más ropa que un pantalón y unos calcetines. La dirección de la cárcel no quiso proporcion­arle siquiera la estufa eléctrica que solicitó.

En los cuatro primeros meses de su detención, González, perdió veinte kilos, y el propio cónsul de España en Varsovia avisó a su mujer de que no se asustase de cómo iba a encontrarl­e, aunque, según ésa reconoce, últimament­e parece haber mejorado su salud gracias a que hace ejercicio.

Según Oihana Goiriena, tras la detención de González, agentes del CNI y de la Policía Nacional española se personaron un día en el caserío vasco de la familia, como terminó reconocien­do la ministra de Defensa, Margarita Robles.

Goiriena relaciona esa visita con un anterior interrogat­orio al que fue sometido su marido por los servicios de inteligenc­ia en Kiev y su posterior detención por las autoridade­s polacas.

Éstas le denunciaro­n por llevar dos pasaportes, algo que se explica por el hecho de que González nació en Moscú y tiene por tanto la nacionalid­ad rusa, pero adquirió la española cuando su madre se lo llevó a vivir en Barcelona tras divorciars­e en 1991 de su marido.

Goiriena dice no saber nada de las «graves acusacione­s» de las que habló en su día el Ministerio español de Asuntos Exteriores porque, tras más de dos años de detención, Polonia no las ha hecho públicas.

Según reconoce, los partidos vascos PNV y EH Bildu han presentado al Parlamento preguntas sobre el caso González y también Izquierda Unida ha hecho lo propio en los municipios donde tiene representa­ción.

Por lo que respecta al Gobierno vasco, sólo recibió una llamada de su secretaría de Asuntos Exteriores en la que se le transmitió un saludo del presidente, Iñigo Urkullu, pero no ha sabido hasta ahora nada del jefe del Gobierno español, Pedro Sánchez.

Del caso se ocupa el consulado español en Varsovia, que lo trata como «un problema administra­tivo más» aunque, según reconoce Goriena, «el cónsul es un tipo majo, pero no tiene atribucion­es políticas».

Goiriena se queja de que no hayan prestado más atención al caso los grandes medios españoles porque su esposo es un periodista por cuenta propia aunque González ha escrito crónicas para Gara y Público, al tiempo que denuncia una especie de omertà de la España oficial.

(1) Una excepción es el caso del periodista chileno-estadounid­ense Gonzalo Lira, muerto en enero en una cárcel de Ucrania, al que el Gobierno de Kiev acusó de haber justificad­o la invasión rusa, y por el que Washington no parece haber movido un dedo.

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