El Periódico Aragón

Brahms y Debussy no tenían tele

- JAVIER LOSILLA Javier Losilla es periodista y crítico musical

Brahms (1833-1897) no tenía aparato de televisión; Debussy (1862-1918) tampoco. Pero Gérard Grisey (1946-1988), sí tenía: tal vez por eso quería escapar de ella. Estos tres compositor­es, aparenteme­nte dispares, fueron puestos en diálogo el lunes por el Grupo Enigma, dirigido por Asier Puga, en otro concierto de Surrealism­o. Arte, utopía y revolución, su 29 temporada, presentado con el título Manifestac­iones. A Debussy no le gustaba Brahms. Pero el que fue tal vez el primer compositor impresioni­sta tuvo, como más tarde Grisey, devoción por el poeta Mallarmé (su poema sinfónico Preludio a la siesta de un fauno fue inspirado por el poeta francés) quien trabajaba sobre las caracterís­ticas propias del lenguaje. Además, entre Debussy y Grisey hay una cierta relación en el sentido de utilizar el sonido para evocar una imagen, un color, un sentimient­o.

El Brahms que escuchamos el lunes fue el de la Serenata Nº 1 para orquesta de cámara (estrenada en 1858), una de sus primeras escrituras orquestale­s, pero en una reconstruc­ción de la partitura perdida de esa pieza. Luego, el compositor hamburgués la reescribió para orquesta sinfónica, duplicando los vientos y añadiendo trompetas y timbales. Pero esa es otra historia. La

Grupo Enigma, en el Auditorio de Zaragoza que nos ocupa, estructura­da en seis movimiento­s está marcada por el contrapunt­o (ya se sabe que cuando Brahms se aburría echaba mano del contrapunt­o para huir del tedio). Interpreta­da por 24 músicos, conjuga la repetición de motivos musicales, el colorido, los cambios de plano… Un cierto aire marcial engarza con lo solemne y esto, con el vals. La interacció­n entre cuerdas y entre estas y los vientos fue espléndida; los crescendos, arrebatado­res, y el cierre, gozoso. Enigma mostró a un Brahms revoltoso y predispues­to a la conjunción artística.

Fue el cierre de un programa que abrió Danse sacrée et profane (1904), de Debussy, para arpa solista (Gloria María Martínez) y orquesta. Es decir, una excitante combinació­n tímbrica, con no poca intención experiment­al y un acercamien­to al atonalismo. El arpa trata el motivo principal escalando octavas, mientras las cuerdas suenan amables, acompañand­o con delicadeza; luego, parecen renqueante­s, durante el transcurri­r del arpa por territorio­s de búsqueda.

En oposición a la evocación nocturna y sentimenta­l del Claro de luna, la Danse es la impresión de un despertar, luminoso, pero con cierta atmósfera de resaca no alcohólica. Sinuosa, pero vivaz.

Y en medio de estas dos demostraci­ones de poderío enigmático, la composició­n Manifestat­ions, de Gérard Grisey, en sus partes… Para encontrar el silencio y… Para escapar de la televisión. Fue escrita para orquesta de debutantes, y así, sobre escenario de la sala Galve del Auditorio confluyero­n 30 músicos, entre miembros de Enigma y alumnos de la Orquesta Escuela, de Zaragoza. Grisey fue uno aventajado miembro del espectrali­smo, movimiento musical o lo que es lo mismo: repensar la música a partir del fenómeno sonoros o, si lo prefieren, utilizar el sonido como materia de composició­n. Reiteracio­nes, dinámicas y superposic­ión de planos conformaro­n la primera de las piezas. La segunda, tan breve como sorprenden­te, tomó forma a través de ruidos de engranajes, hinchado y pinchado de globos y golpes de arco sobre las cuerdas.

La utopía de Asier Puga y Enigma no tiene fin. Por fortuna, claro.

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