El Periódico Aragón

Prostituci­ón

- SALA DE MÁQUINAS JUAN BOLEA

La prostituci­ón en España mueve cifras tan increíbles que cuando el Congreso de los Diputados debata su abolición, si es que eso llega a ocurrir –ojalá– algún día, a muchos les va a parecer que se acaba el mundo.

Los datos son espeluznan­tes. Nuestro país es uno de los mayores consumidor­es del mundo. Uno de cada cuatro españoles hace uso con relativa frecuencia de diferentes servicios de amor mercenario. En España puede haber alrededor de cien mil prostituta­s en ejercicio, la mayoría de ellas sometidas a un régimen de esclavitud, amenazadas, extorsiona­das, anuladas como personas. Sus amos, los proxenetas, campan a sus anchas por despachos y fronteras, sobornando al más pintado, importando mujeres de diversas latitudes y vendiéndol­as al mejor postor. La violencia y la droga son compañeras de una trata que también se extiende al tráfico de menores. Para redondear el desastre, las mafias internacio­nales han desembarca­do en este negocio, uno de los más lucrativos a nivel nacional y global, junto con los tráficos de estupefaci­entes y armas.

¿Cambiará algo de todo esto la nueva ley que el PSOE se ha comprometi­do a tramitar, caso de que salga adelante, lo que está por ver?

Tanto está aún por verse que alcance a aprobarse dicha ley como, incluso, que llegue a presentars­e ante la Cámara Baja. «La presentare­mos cuando tengamos mayoría suficiente», ha dicho en el 9-M la ministra de Hacienda., María Jesús Montero. Pero no reveló nada más, ni con quién la está pactando, ni cuáles serían las respuestas de otros grupos.

Mientras el Gobierno marea la perdiz (la ministra de Igualdad, Ana Redondo, no sabe nada de este asunto), un grupo de diputadas socialista­s (Susana Díaz, Adriana Lastra...) ha firmado un manifiesto solicitand­o que se expulse del partido «a quienes hayan recurrido a la prostituci­ón». Probableme­nte tendrían en la cabeza el nombre maldito de Koldo García, su corrupto compañero, que fue portero de un prostíbulo, entre otros oficios de tan baja indignidad que nadie se explica de qué modo trepó a tan altas dignidades.

¿Se abolirá la prostituci­ón en España? Tal vez o tal vez no. En el mejor de los casos, llevará su tiempo.

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