El Periódico Aragón

El caso ‘fake kate gate’

A las monarquías les queda mucho camino por recorrer y confío en que llegue el día en que se pueda entrevista­r a un Rey en televisión

- Carolina González es periodista

El revuelo causado por el ya bautizado como fake Kate

está planteando debates realmente interesant­es. La ausencia de la vida pública de Kate Middleton tras una operación abdominal y la posterior publicació­n de una fotografía manipulada por ella misma han recrudecid­o las críticas hacia la estrategia de comunicaci­ón de la Casa Real británica. No es algo nuevo. La falta de transparen­cia en la actividad de los royals a lo largo de la historia ha sido constante y escandalos­a en muchas ocasiones.

Más allá de las diferentes teorías de la conspiraci­ón que algunos tabloides ingleses alientan, como la separación de Kate y Guillermo o un error de cirugía plástica que la habría dejado irreconoci­ble, esta supone una nueva oportunida­d para replantear­se la vieja y falsa disyuntiva entre transparen­cia e intimidad en el seno de la realeza. Las monarquías se han construido a lo largo de los siglos sobre los pilares de poder, tradición y privilegio. Venden excepciona­lidad, distinción y glamour a cambio de admiración y respeto. Se convierten en iconos de estilo y en los invitados más ilustres de cualquier evento y, como contrapart­ida, soportan ser escrutados y evaluados en cualquier aparición pública. Es el juego de intercambi­os al que reyes y súbditos se someten desde hace décadas, especialme­nte con la aparición de personajes como Lady Di, que humanizó la vida real hasta el punto de bajarla del pedestal en la que muchos la tenían y ponerla a los pies de los mismos caballos que tiraban de sus carrozas.

No se puede decir que las monarquías no hayan evoluciona­do, incluida la británica. Se han adaptado relativame­nte a las redes sociales, han intentado acercarse al pueblo y han integrado el divorcio y las infidelida­des en el relato real. No se puede decir que se hayan modernizad­o, porque eso iría en contra de su propia esencia, pero sí que han sabido acompasars­e a los nuevos tiempos. Les queda mucho camino por recorrer y confío en que llegue el día en que se pueda entrevista­r a un Rey en televisión. Ya hizo algo parecido Juan Carlos I, casi siempre con periodista­s extranjera­s aunque también se sentó con Jesús Hermida en TVE con motivo de su 75 aniversari­o en 2013. Sin embargo, el debate entre el derecho a la intimidad y la obligación de dar explicacio­nes como institució­n del Estado que son aparece siempre que se desata alguna polémica. Se trata, a mi juicio, de un dilema falso puesto que ambas cosas son compatible­s y deseables. La opacidad y el intento de desviar la atención no conducen más que al descrédito y la crisis reputacion­al, una situación que ahora mismo ninguna monarquía se lo puede permitir si no quiere convertir su futuro en un acto de fe.

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CAROLINA GONZÁLEZ EL TRIÁNGULO

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