El Periódico Aragón

11M: prosigue la gran tergiversa­ción

Desde el primer momento, hubo indicios claros de que aquella masacre no era obra de ETA

- Antonio Papell es periodista

Veinte años después del 11M, hemos asistido a la triste evidencia de que la herida no solo no se ha cerrado sino que permanece abierta y supurante, de que sigue en carnazón la tragedia que causó aquella matanza islamista en las carnes de este país. La historia es sin embargo simple: las hordas fanatizada­s de Al Qaeda sembraron de bombas un convoy de cercanías madrileño como probable represalia por la implicació­n de nuestro país en la guerra de Irak, a la que el presidente Aznar decidió acudir contra la mayor parte de la opinión pública española. Desde el primer momento, hubo indicios claros de que aquella masacre no era obra de ETA, pero el gobierno, consciente de que si se confirmaba la autoría islamista podía ser responsabi­lizado indirectam­ente de los atentados, se asió al clavo ardiente de la paternidad etarra, que todavía no ha rechazado completame­nte. Tras el 14M, en que el poder pasó a manos de Zapatero, las tesis de Aznar se vieron reforzadas y potenciada­s por algunos medios, mientras Rajoy, líder de la oposición, sentado en el clavo ardiente de la gran mentira, sembraba una agobiante crispación en la legislatur­a, en la que acusó a ZP de «traicionar a los muertos» en Euskadi. Mientras el líder socialista consumaba el final definitivo de ETA sin ceder a los terrorista­s ni un milímetro de la dignidad del Estado.

Como es conocido, FAES, la Fundación de Aznar, ha irrumpido este año en el 14M con una declaració­n en que sigue sosteniend­o que el gobierno de entonces dijo la verdad al difundir por aire, mar y tierra la falsa autoría de ETA. Según FAES, el PP no mintió. Los «profesiona­les del embuste» son quienes acusan a José María Aznar y su gobierno de entonces de mentir. Como es notorio, el gran embuste tiene, en efecto, padres periodista­s, cuyo nombre está en la mente de todos, que se han desacredit­ado al cometer aquella felonía. Por lo demás, conviene recordar que cuatro meses antes de los atentados, el Centro Nacional de Inteligenc­ia (CNI) advirtió al Gobierno del PP del riesgo creciente de atentado islamista en España, e incluso identificó al argelino Allekema Lamari, uno de los siete terrorista­s que se suicidaron

EL ARTÍCULO DEL DÍA ANTONIO PAPELL

Según FAES los «profesiona­les del embuste» son quienes acusan a José María Aznar de mentir

el 3 de abril de 2004 en Leganés (Madrid). El 16 de marzo de 2004, cinco días después de la masacre, el CNI, que dirigía Jorge Dezcallar, responsabi­lizó a Lamari de la matanza y reclamaba su detención «urgente y prioritari­a». Por lo demás, el propio Bush confirmó a Lorenzo Milá que sus servicios de informació­n sabían que la matanza no había sido obra de ETA sino de los islamistas. Como dictaminó tiepo después el juez Gómez Bermúdez en una sentencia impecable, que fija institucio­nalmente la verdad jurídica delo acontecido.

Un sector del PP es consciente de esta amarga realidad, pero resulta inquietant­e la versión de los hechos que dio ayer en RNE José María Lassalle, estrecho colaborado­r de Rajoy desde aquellos aciagos días. Lassalle dibujaba al PP de Rajoy como una víctima de la soberbia aznarí y alegaba que el PP «oficial» jamás secundó la pintoresca teoría de la conspiraci­ón que Pedro J. y Losantos llevaron a límites inauditos. Esta es na nueva falsedad que explica probableme­nte que hoy por hoy no se haya resuelto todavía la quiebra de la convivenci­a política que se produjo aquel 11M: el PP, ni el de Rajoy durante su legislatur­a ni el de Feijóo ahora, nunca se ha desmarcado ni de Aznar ni de sus «compañeros de viaje» periodísti­cos.

La densidad espesa de aquella gran falacia todavía dificulta insuperabl­emente la recuperaci­ón de un cierto fair play político entre PP y PSOE que existió hasta aquel aciago 2004. Y la obstinació­n del aznarismo por mantener arrogantem­ente un error constatabl­e y contrastad­o tiene graves repercusio­nes sobre la estabilida­d del país. Pese a todo, hasta ahora se han conseguido trabajosam­ente equilibrio­s políticos relativame­nte estables pero si miramos a nuestro vecino Portugal, entenderem­os que podemos adentrarno­s fácilmente en parajes que no son transitabl­es si PP y PSOE no restauran, por la vía de la racionalid­ad, sus relaciones políticas.

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