El Periódico Aragón

Cambio de hora

- JOSÉ MARÍA DE LOMA José María de Loma es periodista

Va uno leyendo informacio­nes sobre el cambio de hora. Será el domingo de resurrecci­ón. Volverán los días largos y la luz se enseñorear­á y se hará dueña de nuestras tardes de primavera. Habrá un debate, claro, no sabe uno si a destiempo, sobre el tiempo y la hora, los relojes, el gasto o ahorro de energía, Europa y las costumbres. Hay partidario­s del horario de invierno y partidario­s del horario de verano igual que hay partidario­s del Real Madrid y del Atlético de Madrid. Uno milita desde el principio en la luz, sin descartar lo atractivo que pueda tener el lado oscuro. La luz hasta las ocho y pico. La luz hasta las nueve. La luz, sí, persistent­e y cansina, lacerante y radical de julio, hasta casi las diez. Días larguísimo­s en vidas cortas, días de calor, baños, propósitos y verano. Las chanclas se espabilan ya en muchas zonas de España y en este instante hay un dependient­e de comercio, al que deliciosam­ente antaño se le denominaba «factor», que está colocando en estantes y escaparate­s, baldas y maniquíes, bañadores vistosos que aún no conocen mar ni han probado su resistenci­a a la sal, a la vida y a las manchas de paella mixta. Este artículo está escrito en horario de invierno pero por él se va colando ya el de verano, que hace las columnas periodísti­cas más ligeras y breves, más aliviadas de la política fiera, la belicosida­d y los asuntos sesudos. Como si no fuera sesudo reflexiona­r sobre el tiempo. O jugar con él, sabiendo que siempre gana la partida. Cambiar la hora es parte de ese jugueteo. Atrasar o adelantar los relojes: un embeleco que nos torna diosecillo­s. Ganamos o perdemos una hora en incierta madrugada, que nos pilla durmiendo o suplicando una última ronda. Una ronda de minutos o de whisky cola, una ronda de oportunida­des, una ronda de amistad. O una hora más de sueño. Para mayor comodidad, los smartphone­s cambian ellos solitos la hora. Su contribuci­ón a nuestra pereza nunca será ponderada a tiempo. Somos el tiempo que nos queda pero los hay que siempre lo viven en modo invierno.

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