Escucha en vez de autocensura
decía el sabio, «es tan importante aprender a escuchar como aprender a hablar». Anteponía la utilidad del discurso a su placer o belleza y, oh, gran visionario, destacaba cómo las disertaciones filosóficas no debían ser espectáculos, esos que Epicuro etiquetaba «de ovación ruidosa». «Qué clase de cosa es la alabanza cuando, por los gritos y alaridos de los de dentro, los de fuera no saben si es por un filósofo o por uno que toca la flauta o la cítara o baila», Plutarco dixit.
En el brillante volumen, Tubau remata la faena tejiendo más saberes como los de Demócrito, «es un abuso decirlo todo y no querer escuchar nada», o los de Semónides de Ceo, «muchas veces me he arrepentido de hablar, pero nunca de callarme».
Daniel también se posiciona ante la censura de las palabras, y recuerda cómo Plutarco estuvo en la línea contraria a la manipulación y el proselitismo fácil. Y añado yo: creo que por miedo y practicidad, nuestra sociedad también hace cobarde pacto con la autocensura, un primer escalón hacia el autoengaño como paisaje de civilización.
Acudir a la sabiduría clásica es un deleite. Para todo ello está en jaque el rol de los medios y la actitud de su ciudadanía, cuestión de la que ayer mismo dio buena cuenta la pionera en educomunicación Carmen Marta Lazo dentro del Congreso de Periodismo Digital de Huesca, donde compartió los estudios de alfabetización mediática e informacional que su Grupo de Investigación en Comunicación e Información Digital (GICID) ha venido realizando. Para la reconocida experta, también existe esta falta de escucha con «un problema real de cultura del odio en redes, pues los algoritmos generan sesgos en detrimento de opiniones distintas». Abramos, pues, oídos y mente en esta era de lo global. Muy pronto, Carmen Marta participará en uno de los eventos más importantes de educación a nivel mundial, el BETT Brasil. Aplaudamos, estamos de enhorabuena.