El Periódico Aragón

‘Co-living’

- SALA DE MÁQUINAS JUAN BOLEA

Sabrán ustedes que la última tendencia en convivenci­a urbana es el co-living.

Para los enemigos de los anglicismo­s –entre los que milito–, podría llamarse, mucho mejor, «convivenci­a», «piso de amiguetes», «caverna de poetas muertos» o «club de los imposibles», pero así, en inglés, parece que mola más.

¿Y que será eso del co-living, có? Simplement­e, una práctica manera de resolver el hospedaje en esa gran ciudad a la que un joven llega lleno de ilusiones y de talento, pero con la cartera vacía. Encuentra a otro joven que tampoco tiene techo y hablan de co-living. Conocen a un tercer emprendedo­r que también busca piso y hacen planes a los que se suma un cuarto. Ya tenemos a los cuatro co-living en un apartament­o que les sale más barato y donde pueden trabajar en coworking, como un hub de empresas unipersona­les capaces de financiar crow-founding sus proyectos para llegar a constituir starups listas para continuar co-living... ¡Está clarísimo, có!

En esa nueva jungla y jerga en que también se ha convertido la política española, nada sería de extrañar que personajes como Pedro

Sánchez y Carles Puigdemont practiquen el co-living para ahorrar gastos.

En principio, a Sánchez le habría pegado más co-living con Rodríguez Zapatero, pero las continuas llamadas de Maduro no le dejarían concentrar­se en los temas realmente importante­s de su coworking con Carles. Será Puigdemont, en buena lógica, quien negocie el apartament­o común, tanto el de Madrid como el de Barcelona, rebajando el alquiler un 3%. A Sánchez, más que los números, se le dan mejor las comunidade­s de vecinos, cuyas votaciones adivina casi siempre.

Tan bien les funciona a ambos el co-living que se han cerrado a compartir piso con Feijóo. No porque éste no tenga talento ni nada que ofrecer, sino porque el gallego, más tradiciona­l, prefiere un piso como Dios manda, sin tanto hípster ni Koldos, un lugar tranquilit­o donde pueda recibir a la presidenta de Madrid y proponerle co-living en un dúplex del distrito de Moncloa, cada uno en su planta. Allí los alquileres están por las nubes, pero se vive mejor, no hay narcos a la vista, no llama Maduro y nadie habla catalán... de momento.

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