‘Co-living’
Sabrán ustedes que la última tendencia en convivencia urbana es el co-living.
Para los enemigos de los anglicismos –entre los que milito–, podría llamarse, mucho mejor, «convivencia», «piso de amiguetes», «caverna de poetas muertos» o «club de los imposibles», pero así, en inglés, parece que mola más.
¿Y que será eso del co-living, có? Simplemente, una práctica manera de resolver el hospedaje en esa gran ciudad a la que un joven llega lleno de ilusiones y de talento, pero con la cartera vacía. Encuentra a otro joven que tampoco tiene techo y hablan de co-living. Conocen a un tercer emprendedor que también busca piso y hacen planes a los que se suma un cuarto. Ya tenemos a los cuatro co-living en un apartamento que les sale más barato y donde pueden trabajar en coworking, como un hub de empresas unipersonales capaces de financiar crow-founding sus proyectos para llegar a constituir starups listas para continuar co-living... ¡Está clarísimo, có!
En esa nueva jungla y jerga en que también se ha convertido la política española, nada sería de extrañar que personajes como Pedro
Sánchez y Carles Puigdemont practiquen el co-living para ahorrar gastos.
En principio, a Sánchez le habría pegado más co-living con Rodríguez Zapatero, pero las continuas llamadas de Maduro no le dejarían concentrarse en los temas realmente importantes de su coworking con Carles. Será Puigdemont, en buena lógica, quien negocie el apartamento común, tanto el de Madrid como el de Barcelona, rebajando el alquiler un 3%. A Sánchez, más que los números, se le dan mejor las comunidades de vecinos, cuyas votaciones adivina casi siempre.
Tan bien les funciona a ambos el co-living que se han cerrado a compartir piso con Feijóo. No porque éste no tenga talento ni nada que ofrecer, sino porque el gallego, más tradicional, prefiere un piso como Dios manda, sin tanto hípster ni Koldos, un lugar tranquilito donde pueda recibir a la presidenta de Madrid y proponerle co-living en un dúplex del distrito de Moncloa, cada uno en su planta. Allí los alquileres están por las nubes, pero se vive mejor, no hay narcos a la vista, no llama Maduro y nadie habla catalán... de momento.