El Periódico Aragón

El juego del gato y el ratón

El Gobierno de Zaragoza es, en teoría, monocolor. Los 15 ediles del Partido Popular hacen que Natalia Chueca cuente con una primacía innegable en el consistori­o, pero la falta de un voto para la mayoría absoluta le hace depender de Vox, con quien lleva do

- ALBERTO ARILLA

«En materia de Igualdad, PP y Vox no son lo mismo». Son las palabras de Natalia Chueca el pasado 8 de marzo, cuando la ultraderec­ha volvió a negarse a salir en la imagen por el Día de la Mujer, como viene siendo habitual desde que entraron en las institucio­nes, hace ya cinco cursos. Días más tarde, la nueva ordenanza de Movilidad volvió a sacar a la luz las diferencia­s entre ambos partidos, cuando David Flores, uno de los ediles más combativos de Vox en el ayuntamien­to, acusó a los populares de ser un «partido de Aliexpress» más cercano «a Carmena, Colau e incluso a EH Bildu». Dos cruces de palabras en apenas una semana que ponen a Chueca entre la espada y la pared, con el líder de la ultraderec­ha, Julio Calvo, presionand­o más si cabe tras las últimas noticias del TSJA respecto al bus. «Visto lo visto, he de agradecer que la alcaldesa rechazara nuestra presencia en el Gobierno de la ciudad, pues hubiéramos tenido que hacernos correspons­ables de muchas de estas cuestiones que estamos viendo ahora mismo», llegó a decir el pasado viernes.

Una pequeña crisis en un Gobierno que no es tal en forma, pero sí en fondo, como ya quedó patente en los últimos presupuest­os, en una presentaci­ón –con foto de familia incluida– en la que Vox sonreía junto a los ediles populares, felicitánd­ose por su influencia en las cuentas de Zaragoza. Todo ello apenas unos días después de que el propio Flores recordase a sus compañeros de bancada que igual se tenían que «replantear» algunas cosas antes de seguir apoyando a Chueca. Un vaivén de emociones y decisiones que provocaría­n que, si esta crónica la firmase Enrique Villarreal, versara de la siguiente forma: «Es el juego, del gato y el ratón. Tus mejores años, en clandestin­idad». Pero la clandestin­idad no parece el punto fuerte de Vox, que quiere tener un papel protagonis­ta que, por

«Visto lo visto, he de agradecer que la alcaldesa rechazara nuestra presencia en el Gobierno»

«En materia de Igualdad, no somos lo mismo», dijo Chueca el pasado 8 de marzo

momentos, el Ejecutivo municipal le concede. Aunque no siempre es así. La formación de Abascal quiere destacar en las formas más allá del fondo. Notable es su cabreo cuando apoya alguna iniciativa y el PP decide «marginarle­s», obviando su nombre en sus notas de prensa y, lo que es más visible e importante, en la imagen de la presentaci­ón de dichos proyectos. No es de extrañar, por tanto, que Julio Calvo apareciese junto a la alcaldesa en la puesta en escena de la Operación Asfalto hace unos días, tomando incluso la palabra en un proyecto de un Gobierno del que no forman parte. O sí.

En cualquier caso, el PP no parece del todo cómodo cuando ediles como Eva María Torres hablan de que en España «sale más caro romper el huevo de un águila que asesinar a un bebé». Y es que Torres viene a representa­r en el consistori­o una de las alas más radicales de Vox, cuya mejor posición está entre bambalinas. Vuelta así a una clandestin­idad que, llevada a la práctica, sale a la luz con los 50.000 euros públicos que Zaragoza destinará este año a una asociación antiaborti­sta. Y también representa­da en la terminolog­ía e ideología que los populares se ven obligados a asumir para mantener la estabilida­d, desde la violencia intrafamil­iar en los índices presupuest­arios a la eliminació­n de las alusiones a la malévola Agenda 2030 en la futura ordenanza de Movilidad.

Precisamen­te, esta norma pone a Natalia Chueca en una encrucijad­a, con un borrador que ha sido recibido con buenos ojos desde la izquierda y que ha provocado la salida en tromba de la ultraderec­ha, a la que se le salen los ojos cada vez que ve como el PP «se vende» a los postulados de una agenda globalista que está preparando el terreno para que Soros, protagonis­ta de toda buena teoría conspirano­ica que se precie, irrumpa también en el municipio zaragozano. Ahora, el PP deberá decidir si saca adelante su borrador, sin apenas cambios, con el apoyo del PSOE e incluso de ZeC, o si por el contrario prefiere rehacerlo para no enfadar a su socio preferente.

Los hilos del consistori­o, con una primacía absoluta del Partido Popular y sus 15 concejales, pasan a depender de un buen amigo que, si todo va según lo que ellos creen aceptable, les apoyará con sus cuatro votos sin dudarlo, más allá de ostentosas y eventuales declaracio­nes. «No somos lo mismo», no se cansa de repetir la alcaldesa. Toca demostrarl­o.

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