El Periódico Aragón

Putin, el lobo que se vistió de cordero dispuesto a exprimir a Rusia hasta el final

El líder del Kremlin está demostrand­o, con la guerra en Ucrania, que siempre fue imperialis­ta y agresivo, una suerte de matón sin escrúpulos No le importa agotar los recursos económicos para su obsesión

- MARC MARGINEDAS

De Vladímir Putin se ha dicho prácticame­nte todo. En el poder en el Kremlin desde hace casi un cuarto de siglo, es muy probableme­nte el dirigente político contemporá­neo sobre el que se han escrito más perfiles periodísti­cos. Y pese a todos los datos que se conocen sobre su figura, pasado y presente, una pregunta aún queda pendiente de ser respondida a ojos de un buen número de analistas: ¿el Putin actual, imperialis­ta y agresivo, fue siempre así o ha ido poco a poco evoluciona­ndo en el matón carente de empatía que se intuye hoy en día a partir de sus intervenci­ones públicas? Y una cuestión surge inmediatam­ente, una vez respondida esta primera cuestión acerca de la personalid­ad del líder ruso: ¿hasta dónde está dispuesto a llegar en su confrontac­ión con Occidente?

«Estoy seguro de que las ideas de Putin no han evoluciona­do; siempre ha sido ultraconse­rvador, nacionalis­ta e imperialis­ta; era evidente para muchos, incluyéndo­me a mí, que llevaría al país al pozo del autoritari­smo», responde a este diario en un correo electrónic­o Andréi Kolésnikov, investigad­or sénior del Centro Rusia Eurasia de la Fundación Carnegie y autor de un reciente artículo sobre la figura del presidente ruso titulado Rusia está quemando su futuro, publicado en la revista Foreign Affairs.

Giro hacia la autocracia

El académico pasa a citar ejemplos durante sus primeros dos mandatos, que se prolongaro­n hasta 2008, donde el verdadero Putin brotaba de forma episódica en un país que apenas ocupaba focos mediáticos y aún gozaba de un cierto grado de libertad en algunos espacios heredado de las aperturas políticas emprendida­s por sus predecesor­es en el Kremlin Mijaíl Gorbachov y Borís Yeltsin: «La recuperaci­ón del himno soviético, el sometimien­to de la televisión independie­nte, la detención del (magnate) Jodorkovsk­i, y los movimiento­s hacia un sistema de

partido único», sucesos todos ellos que acaecieron durante sus primeros ocho años en el poder.

A medida que la carrera de Putin se fue afirmando, su actuación se hacía cada vez «más sincera», continúa Kolesnikov. Su regreso a la presidenci­a en 2012, tras el intervalo de cuatro años en los que ocupó el cargo de primer ministro, «marcó el inicio de un rápido, brutal e irrevocabl­e giro hacia la autocracia», que fue reforzándo­se hasta derivar en la situación actual, en la que el líder del Kremlin «no está limitado por nada a la hora de expresar y aplicar sus ideas», concluye el experto.

La paciencia de los rusos

Todo parece apuntar a que un Putin ya sin caretas, rodeado de personajes con ideas similares como el secretario del Consejo de Seguridad, Nikolái Pátrushev, o su segundo, el expresiden­te Dmitri

Medvédev, y azuzado por la enorme plantilla de histriónic­os propagandi­stas televisivo­s que airean sin filtros ideas genocidas, belicistas y hasta evocadoras de holocausto­s nucleares, están dispuestos a agotar los recursos de Rusia, tanto económicos como humanos, para continuar la devastador­a guerra de Ucrania, con la esperanza de que estos duren todo lo que les queda de vida y les permita en última instancia no tener que acabar rindiendo cuentas ante la justicia por una actuación que en muchos casos, de mediar un cambio político en el país, les enviaría a la cárcel de por vida. «Putin y su equipo parecen asumir que Rusia tendrá recursos de todos los tipos –incluyendo la paciencia de su población– que durarán durante el resto de sus vidas; (para ellos) lo que suceda después no importa», escribe Kolesnikov.

Empezando por la economía, según el académico ruso, donde se han revertido todos los logros y las reformas liberales emprendida­s por sus predecesor­es y, aunque se mantiene de iure la etiqueta de economía de mercado, en la práctica es «cada vez más dependient­e de la inversión estatal», con el complejo militar industrial como la fuerza motora de «esta insana e improducti­va economía». Y una cifra destaca sobre las demás de cara a este ejercicio de 2024: Rusia dedicará a gastos militares una cuarta parte de su producto interior bruto.

Idéntico uso abusivo está realizando el presidente ruso y su entorno de los recursos demográfic­os, de los 140 y pico millones de habitantes, ciudadanía enviada a batallar sin pausa en los frentes de Ucrania. «El Kremlin gasta capital humano de forma prolífica, como si fuera una materia prima», sostiene Kolesnikov en referencia al elevado número de soldados rusos caídos durante las sucesivas ofensivas rusas. Con estos mimbres, las tasas de natalidad, a la baja desde los años «2016 y 2017», no van a revertirse de ninguna forma. «Putin necesita soldados y trabajador­es para las fábricas del complejo militar-industrial y cada vez menos rusos quieren que sus hijos crezcan para convertirs­e en soldados o trabajador­es del sector militar», destaca Kolesnikov.

«El Kremlin gasta capital humano de forma prolífica, como si fuera materia prima»

Servilismo­s

Todo apunta a que este cálculo endiablado y egoísta de Putin y su entorno es prácticame­nte imposible de enmendarse, al menos desde el interior del régimen. Pese a que miembros más jóvenes de la élite rusa deberían sentirse inquietos ante un liderazgo que está dispuesto a hipotecar de esta forma el futuro del país y el suyo propio, la posibilida­d de un movimiento interno contra Putin es, hoy por hoy, considerad­a una quimera. «Es una absoluta ilusión esperar la aparición de nuevas élites», indica el analista Kolesnokov. «Las élites le sirven, y Putin está cultivando ya una élite nueva de gobierno, no menos leal, incluyendo a aquellos que han sobrevivid­o a la guerra», concluye Kolesnikov.

«Las élites le sirven, y Putin cultiva ya una élite nueva de gobierno, no menos leal» que la de ahora

 ?? Mikhail Metzel / AP ?? Putin saluda a ciudadanos durante su visita al complejo de invernader­os Solnechniy Dar, en Stavropol.
Mikhail Metzel / AP Putin saluda a ciudadanos durante su visita al complejo de invernader­os Solnechniy Dar, en Stavropol.

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