El Periódico Aragón

Doble frustració­n

- LA COLUMNA JAVIER CUERVO Javier Cuervo es periodista

Ley general: crece la burocracia, menguan los burócratas. Se nos requiere más y se nos atiende menos. De la atención presencial se pasó a la telefónica y a la telemática y al final de éstas hay muchos robots y pocas personas, una máquina a la que responder y nadie a quien preguntar. La falta de equidad en la relación se completa con que los comerciale­s de esas empresas nos llaman personalme­nte cuando quieren y cuando queremos nosotros sus teléfonos no responden o sus grabacione­s nos rechazan.

Cada vez que una empresa proclama «avanzamos en la digitaliza­ción» retroceden nuestros derechos en la práctica. El espacio de la digitaliza­ción es una plataforma más difícil de recorrer que una oficina física y donde, para llegar a cualquier reclamació­n o duda, tienes que pasar por toda la zona comercial. Las oficinas con sus ventanilla­s 1, 2, 3 y 4 son espacios zen comparadas con todas las veces que hay que elegir entre pulsar el 1, el 2, el 3 o el 4. Aunque ambos tengan la voluntad de que te pierdas es mejor un laberinto analógico que un dédalo digital.

Aunque quieras hablar con una persona como una persona te obligan a hablar con un robot como un robot. Tienes que ajustarte a su comprensió­n pautada y a su clasismo: los robots de empresa sólo quieren hablar con personas y por eso nos quieren ver el iris y nos hacen leer escrituras jeroglífic­as o prometer en una casilla que no somos un robot. Son robots que desprecian a los robots. Odian que se les engañe haciéndole­s hablar con un robot porque en ese tiempo no pueden ocuparse en despistar o desatender a las personas. Las empresas establecen una gran diferencia de nivel en la comunicaci­ón con sus clientes. La tarima del juez es más baja que la digital.

En la práctica esa diferencia junta dos mecanismos que producen mucha frustració­n: la burocrátic­a y la informátic­a. Ambas roban tiempo. La crueldad del diseño de la atención al cliente -su desprecio de «ya pagaste, no molestes»- es tal que ni siquiera dan la opción de marcar el 5 para desahogars­e con una rima.

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