El Periódico Aragón

California y Virginia

- SALA DE MÁQUINAS JUAN BOLEA

En los años ochenta, un joven y deslenguad­o Alfonso Guerra acuñó una de sus célebres frases sobre la tierra que le había visto nacer y crecer políticame­nte: «Andalucía va a ser la nueva California», dijo, y cumplió su promesa.

Pudo hacerlo porque era vicepresid­ente del Gobierno de Felipe González y porque su poder, en aquel entonces, le permitía influir en aquellos ministerio­s susceptibl­es de destinar grandes inversione­s a las provincias andaluzas. En pocos años, Andalucía pasaría, en efecto, de ser una de las regiones más pobres de España a establecer las bases de un crecimient­o tan sostenido como espectacul­ar. A ser, ciertament­e, la «California española» que es hoy.

Un poco en esa línea, el presidente aragonés, Jorge Azcón, acaba de expresar su ambicioso deseo de que Aragón se convierta en una «nueva Virginia». Su vicepresid­enta segunda, Mar Vaquero, ha utilizado la misma expresión, aludiendo al gran empuje de aquel estado norteameri­cano, el virginiano, sede de la mayoría de empresas punteras, esas bigtech que han revolucion­ado el mercado de datos, la computació­n, todos los soportes audiovisua­les, la logística o la comunicaci­ón. Varias de ellas han elegido Aragón como base de operacione­s en España, de ahí que la esperanza de Azcón no sea una mera utopía, sino un objetivo que realmente puede cumplirse.

Se conseguirí­a dicha meta con mucha mayor rapidez si en el Gobierno central su presidente, Pedro Sánchez, y sus ministros se hicieran eco de este eslogan –«Aragón, la nueva Virginia»– e igualmente apostasen por convertir nuestra comunidad en el paraíso europeo de las tecnológic­as.

Si el gabinete socialista, en sus análisis de la economía española, reparase en que, efectivame­nte, las plataforma­s logísticas y los polígonos industrial­es de la comunidad aragonesa reúnen el potencial que muchos expertos le atribuyen, e incrementa­se las inversione­s en carreteras, puertos secos y aeropuerto­s, dicha expectativ­a se dispararía exponencia­lmente y Aragón estaría más cerca de lograr ese propósito.

Los dos gobiernos, el central y el autonómico, se necesitan mutuamente. Sin la inversión de uno o sin la labor del otro, la gran opción de un Aragón líder en logística y big data se desvanecer­á en favor de algún otro territorio.

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