El Periódico Aragón

Hasta la cocina

Hemos visto infinidad de casos de corrupción, pero es inaudita la osadía actual de quienes rodean y protegen a los supuestos delincuent­es

- EL TRIÁNGULO Carolina González es periodista

Recuerdo una frase que solía decirme mi madre cuando de cría le pedía que me comprara algún capricho, de esos que una tarde quieres por encima de todo y al día siguiente ni te acuerdas de él: «ni tengo una máquina de hacer dinero ni somos el Banco de España, hija mía». De pequeña no lo acababa de entender, de mayor sí. Sin embargo, ahora vuelvo a tener dudas viendo cómo cargos públicos aumentan sus presupuest­os para contratar personal de confianza y particular­es se benefician de sus relaciones personales con políticos para hacer negocios. Seguro que mi madre utilizaría ahora otras palabras del tipo: «ni somos políticos ni vendemos mascarilla­s en una pandemia».

Históricam­ente hemos visto infinidad de casos de corrupción, pero lo lejos que está llegando ahora la osadía de quienes rodean y protegen a los supuestos delincuent­es es inaudita. Amenazan a periodista­s y medios de comunicaci­ón, filtran datos personales de quienes sacan a la luz supuestas irregulari­dades y activan la contrainfo­rmación para victimizar al aparente ladrón con tal de convertirl­o todo en un lodazal. Sin contemplac­iones, con una actitud vil y deleznable, ponen la maquinaria en marcha contra todo aquel que se atreva a colocar a sus jefes en el disparader­o y sin importarle­s siquiera que sea verdad. Amedrentan, insultan y arrinconan desde la confianza y la impunidad construida­s durante una dilatada trayectori­a entre las bambalinas de la política. Cuando el nivel del agua sube hay tierra que desaparece. Lo mismo ocurre con el respeto. Se esfuma a medida que la mentira y el macarrismo ganan terreno. Sesiones de control al Gobierno vergonzosa­s, ruedas de prensa convertida­s en espectácul­o y cruces de acusacione­s disparatad­as que solo conducen a la polarizaci­ón y a la crispación. Utilizan las institucio­nes para hacer partidismo y electorali­smo sin el más mínimo rubor. Los debates se desvían de la iniciativa a votar y las intervenci­ones abandonan su carácter técnico para ahondar en la discrepanc­ia populista y buscar el titular. Se convocan corrillos en los pasillos para criticar al colega cuyas actitudes defiendes en público pero quieres perder de vista porque te cansa y te perjudica; mejor que sea otro el que desde fuera airee sus debilidade­s, lenta y pausadamen­te, para que cuando llegue el momento puedas decirle «te avisé y no me queda otro remedio que alejarme de ti». Fuego amigo le llaman. Seguir la estrategia es la prioridad, incluso por delante de gobernar. Cuanto más ruido menos silencio y más dificultad para pensar. No nos quedemos con los canapés preparados que nos sacan en bandeja; vayamos a la cocina, normalment­e es el lugar que nadie quiere enseñar.

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CAROLINA GONZÁLEZ

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