El Periódico Aragón

«Quería explorar la culpa entre los que han vivido en el privilegio»

Sergio del Molino ganó el Premio Alfaguara con ‘Los alemanes’, novela en la que aborda la presencia de los refugiados germanos en Zaragoza que llegaron desde Camerún en 1916

- DANIEL MONSERRAT Zaragoza

En una Feria del libro viejo de Zaragoza, Sergio del Molino se dio de bruces con unos papeles de propaganda nazi editados en la ciudad. Extrañado le preguntó a un amigo historiado­r y la respuesta le dejó aún más confuso: «Tienen que ser de los alemanes del Camerún», le dijo. Empezó a tirar del hilo y fue descubrien­do la historia de unos refugiados alemanes que acabaron en Zaragoza (también en otros lugares de España por ser territorio neutral) en 1916 donde formaron una comunidad. A partir de ahí, aclara por si acaso el escritor sobre su obra, «cualquier

parecido con la realidad es circunstan­cial porque siempre nos inspiramos en la realidad, pero es circunstan­cial». Los alemanes, premio Alfaguara de novela que sale hoy a la venta, explora la historia de una familia, los Schuster, que se hace millonaria fabricando salchichas (basado en las célebres Kurtz zaragozana­s, con un éxito mucho más modesto) y que le sirve a Del Molino para abordar cómo esas comunidade­s alemanas vivieron un gozoso retiro en España desde donde se abrazó al neonazismo alemán con todo lo que ello conlleva.

«Siempre tenía la idea de convertir esta historia en una novela que hablase de mis obsesiones, del legado, de las familias, del concepto de patria, de qué significa vivir en un país, en uno impuesto o que te has hecho,... Son los temas que he ido tratando en toda mi obra y veía que esta historia lo tenía todo, resumía de forma novelesca todas mis obsesiones y siempre estaba dándole vueltas hasta que, al final, ha salido», reflexiona el escritor en voz alta, antes de ahondar en uno de los temas transversa­les de la novela, la culpa y si esta se hereda: «Es un asunto que está en el centro de los debates culturales que hay ahora en el mundo, qué hacer con el legado. Cuando estamos a vueltas con la memoria y la historia siempre hablamos de la culpa, de ese sentimient­o de culpa que define a las sociedades occidental­es y que en estos personajes está muy presente. Me interesaba explorarlo en gente que ha vivido en el privilegio, que son desarraiga­dos pero no son parias de la tierra, no son unos emigrantes sino que realmente han ejercido el dominio, y son herederos de una historia ominosa. ¿Cómo te responsabi­lizas de esta historia? Los dos personajes tienen respuestas distintas y las dos son válidas, es un dilema puro, en toda su extensión. Si tú decides asimilar la culpa de tus antepasado­s y echarte toda la carga de violencia y opresión que arrastra probableme­nte estés siendo muy injusto con tu propia vida y si te desentiend­es también. Las dos respuestas son equivocada­s y acertadas. No hay forma de enfrentart­e a algo así y de hecho es lo que define la cultura europea», refleja Sergio del Molino.

La novela comienza (y termina) en el cementerio alemán que hay en Zaragoza (que todavía sigue activo a día de hoy) y concluye en el mismo lugar. «Me han fascinado porque he descubiert­o una cultura que glorifica la muerte, que coloca en el centro de su comunidad un cementerio, algo ajeno a lo que haría cualquier otra cultura occidental. La relación que tienen con los cementerio­s es muy peculiar y eso lo han trasladado de generación a generación. Me fascina esa centralida­d de la muerte, para ellos representa la unión entre la identidad de la comunidad de hoy y el legado que se deja».

Hacer las cosas con humor

A pesar de que es una historia turbia e incluso trágica, la novela no renuncia al humor, una seña de identidad que también define la obra de Sergio del Molino: «No sé hacer las cosas sin humor. Hay una visión irónica y sarcástica que es fundamenta­l a la hora de ver el mundo porque si no sería insoportab­le», dice con rotundidad, antes de abordar otro de los personajes de Los alemanes, el lugar donde se desarrolla: «Zaragoza es una ciudad que tiende a la planitud y a la anomia pero, para mí, decir esto es un elogio porque no soportaría vivir en una ciudad exaltada y chovinista. El hecho de que esté el sentimient­o identitari­o tan rebajado y esto tiene que ver con cierto carácter plano y cierta decadencia propia de ciudades de interior de Europa. Viven en una encrucijad­a, han sido polos industrial­es muy importante­s y ahora están en tierra de nadie, si no son fenómenos turísticos se quedan languideci­endo. Pero ese espacio para vivir es fantástico, Zaragoza es un lugar tremendame­nte habitable, yo celebro Zaragoza, me encanta vivir aquí», concluye el escritor.

«He descubiert­o una cultura que glorifica la muerte, con el cementerio en el centro» «La culpa está en el centro de todos los debates culturales que hay en el mundo»

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María Muñoz El escritor Sergio del Molino, esta semana, en el Hotel Palafox de Zaragoza, su ciudad.

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