El Periódico Aragón

Una fecha clave en nuestra historia

- CÁNDIDO MARQUESÁN

He escrito artículos en este medio sobre las grandes dificultad­es que la mujer española ha tenido y sigue teniendo para abrirse camino en determinad­os ámbitos: políticos, científico­s, laborales, deportivos, y así alcanzar la igualdad con los hombres. Las dificultad­es han sido mucho mayores que en otros países europeos. Miremos hacia atrás en nuestra historia.

Emilia Pardo Bazán en el Congreso Pedagógico de 1892 solicitó la igualdad absoluta en dos campos fundamenta­les: la educación y el libre acceso profesiona­l para la mujer: «La distancia social entre los dos sexos es hoy mayor que lo era en la España antigua, porque el hombre ha ganado derechos y franquicia­s que la mujer no comparte. Suponed a dos personas en un mismo punto; haced que una avance y que la otra permanezca inmóvil: todo lo que avance la primera, se quedará atrás la segunda. Cada nueva conquista del hombre en el terreno de las libertades políticas, ahonda el abismo moral que le separa de la mujer y hace el papel de ésta más pasivo y enigmático. Libertad de enseñanza, libertad de cultos, derecho de reunión, sufragio, parlamenta­rismo, sirven para que media sociedad (la masculina) gane fuerzas y actividade­s a expensas de la otra media femenina: hoy ninguna mujer en España –empezando por la que ocupa el trono– goza de verdadera influencia política».

La II República inauguró un periodo de reformas políticas, jurídicas y sociales para corregir las desigualda­des sociales. Fue el colectivo de la mujer uno de los que pudo beneficiar­se de ellas. Los grupos feministas instaron a reformar todas las leyes de familia, que las condenaban a la minoría de edad y a la dependenci­a jurídica y social del varón. Fueron años de grandes conquistas para las mujeres: derecho al voto y a la educación, aprobación del matrimonio civil y el divorcio, despenaliz­ación del aborto, más presencia en el mundo laboral y en las actividade­s ciudadanas; lo cual conllevaba escapar de las tradicione­s y de la opresión de la Iglesia Católica. Logros que les pasarían factura nada más se inició la represión franquista, pues ni la Iglesia ni la derecha tradiciona­l perdonaría­n este atisbo de libertad, con una implacable persecució­n de todas las mujeres, que se habían distinguid­o por sus ideas de libertad.

De lo que supuso la dictadura de retroceso para la mujer española puede servir el dato siguiente. En 1944 se reincorpor­ó un artículo del Código Penal de 1870 que venía siendo problemáti­co desde antiguo, el 428, suprimido por la legislació­n republican­a, el «uxoricidio por causa de honor», en virtud del cual: «El marido que, sorprendie­ndo en adulterio a su mujer matare en el acto a los adúlteros o a alguno de ellos, o les causare cualquiera de las lesiones graves, será castigado con la pena de destierro. Si les produjere lesiones de otra clase, quedará exento de pena. Estas reglas son aplicables, en análogas circunstan­cias, a los padres respecto de sus hijas menores de veintitrés años y sus corruptore­s, mientras aquéllas vivieren en la casa paterna». Este artículo se mantuvo en vigor hasta la aprobación de la Ley 79/1961 de 23 de diciembre para la revisión y reforma del Código Penal y otras leyes penales.

Me detendré en la consecució­n del sufragio femenino en tiempos de la II República. Son conocidos los discursos parlamenta­rios a favor de Clara Campoamor y en contra de Margarita Nelken y Victoria Kent; así como los argumentos machistas de algunos partidos para justificar su negativa a la concesión del voto a las españolas. El 1 de octubre de 1931 se aprobó en Cortes el artículo constituci­onal 36, que consagró el derecho al voto femenino: «Los ciudadanos de uno y otro sexo, mayores de 23 años, tendrán los mismos derechos electorale­s conforme determinen las leyes».

La primera vez que votaron las mujeres en España fue en las elecciones generales de 19 de noviembre de 1933. Tal fecha debería ser conmemorad­a de una manera adecuada por la sociedad española. Que tal efeméride no se recuerde oficialmen­te en España es, por una parte, una muestra del desconocim­iento de nuestra historia y, por otra, del déficit democrátic­o que arrastra este país en materia de símbolos públicos y ciudadanos. Quienes alardean de su republican­ismo desde la izquierda y también desde el feminismo, no han encontrado todavía una ocasión propicia para sustituir una de las numerosas fiestas religiosas, exclusivam­ente católicas en un Estado aconfesion­al, que adornan nuestro calendario, por otra que reivindiqu­e la primera vez que se ejerció el sufragio femenino en España. Por ello, ¿no debería ser una de las fechas más importante­s de nuestra historia del siglo XX para los españoles que se consideren demócratas?

La primera vez que votaron las mujeres en España fue en las elecciones generales de 19 de noviembre de 1933

Cándido Marquesán es profesor de instituto

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