El Periódico Aragón

Elecciones en tiempos revueltos

- JUAN ALBERTO BELLOCH Juan Alberto Belloch es excalde de Zaragoza y exministro de Justicia e Interior

No es frecuente que en un mismo año se celebren cuatro procesos electorale­s. El gallego, las elecciones a los Parlamento­s catalán y vasco y para finalizar, al Parlamento europeo. Desconozco los posibles efectos negativos que puede producir el hartazgo electoral en la posible abstención, pero no es necesario abonarse a las encuestas para prever el resultado de los procesos electorale­s pendientes. Previsibil­idad inspirada en el extremo sectarismo que preside la actual vida política española y que impide una evaluación sensata sobre los resultados en cada uno de los comicios. Transcurri­do el año en curso podría anticipars­e el balance más probable: el PP gana las elecciones generales pero no puede formar gobierno por su incapacida­d para llegar a pactos con ninguna otra formación política. Ni el apoyo de Vox le bastaría para formar la ansiada mayoría. El PSOE es la segunda fuerza pero nada induce a pensar que pueda formar una mayoría suficiente para formar un gobierno plural y razonable. Más bien al contrario, parece condenado a repetir la misma o parecida situación política y verse condenado a bregar con los mismos problemas que se están produciend­o en la presente legislatur­a. Con una dificultad añadida, pues una vez concedida la amnistía, las reformas del Código Penal y los beneficios económicos, ya no cabe ninguna otra concesión que no sea la autodeterm­inación, lo que no es imaginable, pues hasta Sánchez debería saber que tal decisión tiene consecuenc­ias de una gravedad inusitada, entre las que no se puede descartar la huida masiva de los militantes y de los propios votantes o, incluso, la desaparici­ón del propio Partido Socialista. Vox, a su vez, sufre un significat­ivo retroceso electoral que neutraliza el ascenso del PP a los efectos de formar gobierno.

Las fuerzas políticas a la izquierda del PSOE, si no logran la unidad de acción, pueden sufrir un gravísimo retroceso que debilite su posición negociador­a. Para esa fecha Ciudadanos habrá muerto, y sólo restará liquidar la correspond­iente sociedad. Hasta aquí lo obvio. Caben sin embargo matices que pueden ser decisivos a la hora de elaborar el futuro político de España.

En primer lugar, es legítimo especular sobre el hecho de que buena parte del electorado socialista, con la excepción del PSC, se haya trasladado a otras opciones políticas para demostrar el enfado legítimo de los votantes del PSOE por la deriva de la actual dirección del partido. No es posible evaluar en este momento los efectos de la crisis en la memoria colectiva de los antiguos y nuevos votantes. No sabemos si estamos en presencia de un préstamo con fecha final de disolución

Si el PSOE recuperara su esencia socialdemó­crata y constituci­onalista, libraría batalla contra todo tipo de adversario­s

o, si por el contrario, estamos en presencia de la definitiva transmisió­n patrimonia­l de parte del capital de su sociedad . El PSOE puede caer en la tentación de aplicar en Galicia, País Vasco y Cataluña la doctrina Pujol consistent­e en ceder a sus dirigentes protagonis­mo regional a cambio de su apoyo político en las Cortes Generales, pero sería otro error. Por el contrario, si fuera capaz de recuperar su esencia socialdemó­crata y constituci­onalista, estaría en condicione­s de librar una verdadera batalla en toda clase de escenarios y contra toda clase de adversario­s. El esperado buen resultado de las elecciones catalanas no debe servir para mantener el rumbo que nos llevó a la estrepitos­a derrota en Galicia y al presumible­mente mediocre resultado en las próximas elecciones europeas. El BNG merece un comentario específico que no se limite al trasvase de votos procedente­s del PSOE. Su éxito en las elecciones gallegas se fundamenta también en sus propios méritos. Su supuesta ideología marxista-leninista se contrapone con los hechos políticos.

Es una formación política que podría encuadrars­e en el universo de la socialdemo­cracia. Buena prueba de ello es su comportami­ento parlamenta­rio y en su actitud, en términos políticos, con el Gobierno de la nación. ERC merece también un diagnóstic­o político de éxito por el coraje de marcar las distancias respecto a los expuyolist­as y frente a los independen­tistas radicales y violentos. Al propio tiempo, ha recuperado su pasado de formación política de izquierdas, lo que facilitará sus relaciones con otras formacione­s socialista­s.

Es obligado mencionar a Batasuna, hermandad y parientes más lejanos de ETA. Me refiero a Bildu. Es obvio que en esta legislatur­a han tenido como finalidad principal blanquears­e para desarrolla­r una política normalizad­a y obtendrá éxito electoral en las elecciones, demostrand­o capacidad para aglutinar al independen­tismo radical. Los demócratas tenemos, para este caso, un discurso ético y moral, más que estrictame­nte político. Son demasiados los asesinatos de ETA como para poder olvidarlos o perdonar a sus actores y serían necesarios actos explícitos de arrepentim­iento y que los herederos de ETA asuman que su historia no es una sucesión de actos heroicos sino una siniestra sucesión de cobardías. Sólo en esas condicione­s es posible el perdón y normalizac­ión de Bildu en la vida política nacional.

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