El Periódico Aragón

Votos, cuentas y cuentos

Las citas electorale­s en Cataluña y el País Vasco marcarán el reparto de los recursos del Estado a las comunidade­s. Aragón puede ser víctima del fuego cruzado en mitad de la contienda

- RICARDO BARCELÓ, DIRECTOR DE EL PERIÓDICO DE ARAGÓN rbarcelo@aragon.elperiodic­o.com

La vida política española parece haberse instaurado en el día de la marmota, no solo por las lamentable­s refriegas y salidas de tono que nos brindan día sí y día también sus señorías, sino porque hace un año el país veía el final del túnel tras una precampaña eterna que anticipaba la celebració­n de unas elecciones autonómica­s intensas y unas generales que alteraron el verano. ¿Les suena? Un año después, pese a los movimiento­s que ha sufrido el tablero político, todo parece volver a la casilla de salida. El horizonte dibuja, de nuevo, incertidum­bre por la proximidad de nuevas citas electorale­s, en este caso con el País Vasco, Cataluña y la Unión Europea como protagonis­tas. Estos comicios tendrían una trascenden­cia relativa si no fuera porque marcarán la agenda del Gobierno de Pedro Sánchez y, con toda seguridad, su estrategia para lo que queda de legislatur­a. Por tanto, partido nuevo, y lo que podría antojarse como un 2024 sosegado se adivina más que convulso.

Aragón aguarda con expectació­n y contiene la respiració­n a la espera de los resultados de unas elecciones que condiciona­rán a una comunidad que se encuentra en pleno fuego cruzado, guardando una equidistan­cia (solo geográfica) respecto a Madrid, Barcelona y Bilbao, donde se encuentran atrinchera­dos los contendien­tes preparando la batalla. La comunidad –que no comparte signo político con ninguna de las administra­ciones autonómica­s que celebran elecciones, ni con el Gobierno de

Sánchez— estará pendiente de lo que dicten los votos, observará cómo se traducen en las cuentas públicas y estará prevenida para no caer en cuentos que le son demasiado familiares y que siempre acaban con el mismo final.

La última propuesta del Gobierno de la Generalita­t es todo un aviso a navegantes después de que Pere Aragonès anunciase esta misma semana que quiere una financiaci­ón singular para Cataluña. Esto se traduce en un pacto fiscal semejante al cupo vasco, si bien este no tendría encaje ni en el Estatut catalán ni en la Constituci­ón. Aunque se trata de una aspiración de máximos, nadie es capaz de predecir cuáles serán las concesione­s del Ejecutivo central, que presenta notables signos de debilidad por su dependenci­a aritmética de los partidos vascos y catalanes en el Congreso. En estos tiempos que corren, resulta complicado incluir a algún nuevo comensal en un banquete en el que todos quieren la mayor parte del pastel. La guerra política arrasa con todo, incluso con la solidarida­d entre los territorio­s de un mismo país.

Por lo pronto, el anuncio de elecciones en Cataluña ha provocado una prórroga presupuest­aria que no traerá consecuenc­ias positivas para la comunidad, a pesar de que el Gobierno central ha asegurado que las entregas a cuenta se llevarán a cabo para no asfixiar más a las autonomías. Pero es una incógnita saber qué sucederá con la dotación económica de los proyectos de infraestru­cturas que dependen del Estado y que cuentan con partidas plurianual­es. Y lo que es más importante, qué efectos tendrán los comicios en el reparto del pastel de la financiaci­ón autonómica. Su reforma es, hoy por hoy, descartabl­e en el corto plazo.

Este pasado viernes, el consejero de Hacienda del Gobierno de Aragón, Roberto Bermúdez de Castro, se curaba en salud y advertía del impacto tributario «exagerado» que tendría la puesta en marcha de un sistema de financiaci­ón especial para Cataluña y alertaba de que «se está jugando con fuego». Lo hacía el mismo día que comunicaba que el Ejecutivo de Azcón verá aumentar su déficit al 0,82% tras hacer frente al pago de 75 millones de euros de la carrera profesiona­l del personal sanitario entre los años 2018 a 2023. «Este marrón nos lo hemos vuelto a encontrar y lo hemos imputado todo a 2023», por lo que el déficit pasa del 0,67 al 0,82%, subrayó.

Y todo ello en un contexto económico en el que todavía no ha asomado con intensidad la desacelera­ción de la actividad (algo que puede impactar en los ingresos públicos), ni las estrechece­s a las que hay que someterse por recomendac­ión de la Unión Europea tras la manga ancha por la pandemia y la guerra en Ucrania, ni ha salido a la superficie el aumento del gasto por el incremento de los intereses, ni tantas otras cosas. Y lo más importante, nadie sabe qué pasará en Cataluña y el País Vasco.

En tiempos de elecciones, la guerra política arrasa con todo, incluso con la solidarida­d entre los territorio­s de un mismo país

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