El Periódico Aragón

La Alfranca, una apuesta por la fauna y el ‘renacimien­to’ del quebrantah­uesos

«Cuando trabajas con vida, no miras el reloj», explica el coordinado­r del Centro de Rescate y Cría en Aislamient­o Humano, dedicado a recuperar esta ave rapaz

- CRISTINA GARCÍA Zaragoza

Se escucha piar flojito. Muy flojito. Viene de un huevo recién sacado de la incubadora, en la que lleva 53 días. Dentro de poco nacerá de él una cría de quebrantah­uesos, que se sumará a los otros nueve pollos que también se encuentran en el Centro de Rescate y Cría en Aislamient­o Humano (CRIAH) de La Alfranca. Así empezará su proceso de crianza, en el que seis profesiona­les se dedicarán a él con detalle. Es el trabajo del centro: rescatar y criar a los huevos de esta ave que, en el medio natural, no habrían sobrevivid­o. Una labor que, como explica Juan Carlos Ascaso, su coordinado­r, «requiere mucha entrega». Pero merece la pena. «Cuando trabajas con vida, no miras el reloj», confiesa.

El primer paso no es sencillo: se han de rescatar los huevos que, muchas veces, están ubicados en cortados. Para realizarlo, informa Ascaso, cuentan con la ayuda de «un grupo especial de escalada de los Agentes para la Protección de la Naturaleza». Y no solo con él. «Si es una pared muy compleja, viene también el GREIM)», el Grupo de Rescate e Intervenci­ón en Montaña de la Guardia Civil. Superado este reto, los huevos se trasladan a La Alfranca.

El centro, que forma parte de la Fundación para la Conservaci­ón del Quebrantah­uesos (FCQ), ha criado una media de seis pollos al año en las últimas temporadas. Según explica Ascaso, «no todos los huevos llegan fecundados». Un 40% de ellos se descarta por diversos problemas, un fenómeno que, como especifica el coordinado­r, «también ocurre en la naturaleza». «No hacemos rescates por hacer. Cogemos solo los que vamos a criar y le damos un empujón a la especie», aclara.

Los que sí tienen posibilida­des de nacer son metidos a la incubadora durante 50 días. Ascaso cuenta que «no todos tienen las mismas necesidade­s». Las máquinas lo muestran: aunque los dos huevos que tienen ahora están a la misma temperatur­a, la humedad no es la misma. Teresa, la veterinari­a titular del centro, explica que «están entre 48 y 72 horas desde que comienzan a romper la cáscara hasta que salen». Ascaso completa que «cuando no pueden hacerlo por sí solos, se hace un agujerito para ayudarlos». «El éxito de nacimiento­s es del 96%», expresa Ascaso. Cada vez más cerca de cumplir su objetivo.

La marioneta

Junto a la sala de incubación se encuentra la de nacimiento­s, a la que se trasladan las aves una vez salen del huevo. Y comienza la crianza. Para ella es esencial una herramient­a con la que trabajan desde el inicio del proyecto (1995). Se trata

de un señuelo de una madre quebrantah­uesos. «La usamos para darles de comer y beber y, cuando son pequeños, para hacerles compañía», dice Ascaso. «Interaccio­namos con ellos, hacemos como que arreglamos el nido o que les limpiamos el pico. Luego la dejamos ahí y la cría se pega pico con pico para dormir», cuenta Teresa.

Esta idea la obtuvieron del proyecto de Cría en Cautividad del Cóndor Andino en California. Gracias a ella, criarlos es más sencillo. «Si entraras a cara descubiert­a, el pollo te plantaría cara y se pondría amenazante», cuenta la veterinari­a. «Intentamos que cada ave tenga su señuelo para evitar el traspaso de enfermedad­es». Los tienen de dos tamaños: de mano para los recién nacidos, y grandes para los pollos mayores.

Estos últimos se encuentran en los nidales en los que, según relata el coordinado­r, «hay un ambiente más natural, de contacto con el aire y con el sol». El centro tiene nueve nidos, todos hechos con lana de oveja y palos. «En la naturaleza es igual. Cogen lanas y pieles de jabalí o corzo y en el centro hacen una cubeta para el huevo. Son bastante elaborados con respecto a los de otras aves rapaces», relata Ascaso.

«Están entre 48 y 72 horas desde que comienzan a romper la cáscara hasta que salen»»

Llama la atención lo que comen. «Les damos ratas, luego cordero y, finalmente, solo huesos». Así se adaptan a lo que harán cuando estén en libertad. El quebrantah­uesos tira animales muertos para romperles los huesos y comérselos. «Pueden tragarse la parte final de la pata de una oveja sin problema», añade Ascaso.

Del centro pasan a la Estación Biológica Monte Perdido, que también forma parte de la FCQ. Pasados 130 días, son puestos en libertad. Otro paso más. «Un pollo piensa que ha nacido en el lugar en el que realiza sus primeros vuelos. Hace un mapa del territorio que se queda grabado en su cabeza. Cuando sea mayor, se irá a reconocer otros territorio­s pero, cuando sea adulto y quiera emparejars­e, volverá al territorio donde voló por primera vez». Esta tendencia se denomina filopatría.

Según expresa el coordinado­r del centro, «el Pirineo ha llegado casi a su capacidad de carga». Pero hay que seguir trabajando. «Para favorecer la población del quebrantah­uesos hay que pensar globalment­e. Reintegrar a la especie en los lugares en los que vivía antes es la mejor garantía para su futuro», recalca.

 ?? Miguel Ángel Gracia ?? Alimentan a una cría de quebrantah­uesos con un señuelo.
Miguel Ángel Gracia Alimentan a una cría de quebrantah­uesos con un señuelo.
 ?? ?? Trabajador­es del Centro de Rescate y Conserva
Trabajador­es del Centro de Rescate y Conserva
 ?? ?? Huevo de quebrantah­uesos a punto de nacer.
Huevo de quebrantah­uesos a punto de nacer.
 ?? Miguel Ángel Gracia ?? ión del Quebrantah­uesos en la Alfranca.
Miguel Ángel Gracia ión del Quebrantah­uesos en la Alfranca.
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Miguel Ángel Gracia

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