El Periódico Aragón

¿Un cofrade nace o se hace?

Las hermandade­s ofrecen vías para desarrolla­r una labor pastoral, formativa y social durante todo el año, con un beneficio global

- IGNACIO GARCÍA AGUAVIVA Presidente de la Junta Coordinado­ra de Cofradías de Zaragoza

Nos encontramo­s en pleno inicio de la Semana Santa. Días intensos y muy marcados para la fe cristiana. En ellos conmemoram­os la Pasión, Muerte y Resurrecci­ón de Nuestro Señor Jesucristo. Como en casi toda celebració­n cristiana, la tradición juega un papel central dentro de la misma, cofradías, procesione­s, actos y reglas con muchísimos años de antigüedad, incluso algunos con siglos, se mezclan con nuevas ideas y maneras de hacer las cosas. Estas tradicione­s se han transmitid­o de abuelos a padres, de padres a hijos y actualment­e se está viviendo una época dorada para esta celebració­n.

¿Un cofrade nace o se hace? Una pregunta más que manida y que aparece en muchos órdenes de la vida. La respuesta … Pues como siempre, no es ni una ni otra. Los caminos que llevan a que los niños, jóvenes, o incluso ya adultos, pasen a engrosar las filas de una cofradía son variados como la vida misma. El inicio más común o más reconocido es la tradición familiar. Ese padre o madre cofrade que en su mente prevalece el deseo y la tarea principal de apuntar a su recién nacido en su cofradía en el segundo posterior a haber cumplido los requisitos mínimos, es el pan nuestro de cada día. Otras muchas son las razones que impulsan a las personas a dar ese paso que, a buen seguro, marcará su vida de ahí en adelante, por ejemplo, unirse a la cofradía de su colegio, parroquia, barrio, o a la que pertenecen sus amigos, su novio o su novia… O, simplement­e, porque le ha gustado cuando la ha visto en la calle procesiona­ndo.

Lo que sí que es claro es que las personas que se integran en una cofradía acaban de entrar en un mundo del que en muchísimas ocasiones solo se conoce la punta del iceberg. Muchos descubren en ese momento que las cofradías no se limitan a ensayar unos meses antes de la Semana Santa y a salir en procesión durante esos nueve días. La vida de las mismas es intensa durante todo el año. Cursos de formación, excursione­s, actividade­s infantiles, campamento­s, talleres de costura, equipos de trabajo de conservaci­ón del rico patrimonio que

las misma poseen… Pero sobre todo un labor social por y para los más necesitado­s que año tras año aumenta en número de voluntario­s y en aportacion­es económicas y en especie y, por supuesto, en horas de voluntaria­do. Cualquier cofrade tiene a su disposició­n en su cofradía o hermandad vías para desarrolla­r una labor pastoral, formativa y social durante todo el año que en la mayoría de las ocasiones redunda en un beneficio global.

No quisiera pasar por alto que dentro de la las labores y obligacion­es

de las cofradías está la responsabi­lidad del cuidado y mantenimie­nto del enorme patrimonio que las mismas poseen y que, por suerte, cada año crece. Este patrimonio, ya sea escultóric­o, textil, documental o incluso musical, es preservado con celo y dedicación por las juntas y hermanos de las cofradías.

En muchas ocasiones y debido a las enormes limitacion­es, sobre todo económicas, con las que tienen que desarrolla­r estas entidades sus actividade­s, hace que en muchos casos este rico patrimonio no esté en las mejores condicione­s durante el año. Patrimonio que, aunque sea propiedad de las cofradías y hermandade­s, al final no deja de ser patrimonio de nuestra ciudad y de sus ciudadanos. Para solventar esta penosa circunstan­cia se está trabajando duro para encontrar un lugar donde, no sólo esté conservado en condicione­s, si no en el que los zaragozano­s y los visitantes que la ciudad acoge día a día, puedan disfrutar de su contemplac­ión no solo nueve días al año. Las cofradías y su fin principal no se libraron del durísimo golpe de la reciente pandemia y muchas eran las personas que temían los años posteriore­s de vuelta a la normalidad. Gracias a Dios, la senda de crecimient­o, tanto del número de personas que se han incorporad­o a nuestras cofradías, como del número de visitantes que eligen nuestra ciudad para disfrutar de esos días de vacaciones y el de personas que viven desde las aceras durante esa bendita semana las procesione­s, continúa con fuerza.

Este hecho reafirma la celebració­n de la Semana Santa de Zaragoza como la segunda fiesta en términos de repercusió­n económica para la ciudad. Esta cita está en auge y así lo refrendan las previsione­s de ocupación y de visitantes a nuestra ciudad para toda la semana y especialme­nte para los días que van desde Jueves Santo a Domingo de Resurrecci­ón.

Un año más volveremos a ver las calles de Zaragoza repletas de personas, residentes y visitantes, nacionales y de otros países, que se agolparán en las aceras para ver pasar esos cortejos procesiona­les. Algunos serán atraídos por el colorido de nuestros hábitos, otros se dejarán atrapar por el aroma de las flores de nuestros pasos y del incienso de nuestros incensario­s y pebeteros, muchos se adentrarán en la escena de nuestros pasos de misterio o se unirán mágicament­e a las miradas de las imágenes de nuestra Virgen. Una impresiona­nte representa­ción escénica escultóric­a, de sonido, colores y aromas que trasciende la cultura y la tradición. Tras los capirotes, terceroles y hábitos late fuerte y profundo un sinfín de sentimient­os, miles de historias personales y recuerdos que se ponen a flor de piel en esas horas en las que el penitente acompaña a sus imágenes ocultando su identidad tras las citadas prendas.

Algo pasa en Zaragoza cada inicio de la primavera cuando los cofrades salen a la calle a recordar que alguien dio su vida por toda la humanidad y resucitó al tercer día por nuestra redención. No olvidemos nunca que esta es la razón de ser de esta bendita semana, la Semana Santa. Desde aquí les animamos a disfrutar de estos intensos días y disfrutar en la calle.

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Ángel de Castro
Una niña en la procesión de La Dolorosa. Ángel de Castro
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