El Periódico Aragón

Una bendita locura

Miriam Llop Campeona de Aragón de ultradista­ncia y subcampeon­a en la Gran Trail Aneto-Posets, prueba reina del trail altoaragon­és, la fabarola iba para ciclista, pero la maternidad lo cambió todo para convertirl­a en una de las ultrafondi­stas más relevante

- Zaragoza

«Cuando me preguntan, yo les digo que no lo hagan, que correr por la montaña más de 100 kilómetros durante más de 24 horas es una locura y no es sano, pero ya ve. Me han dicho muchas veces que estoy loca, pero del deporte también se sale». Las palabras de Miriam Llop, campeona de Aragón de ultradista­ncia tras su paso por el Ultra Trail Moncayo, exponen la extrema dureza de una disciplina en la que no deja de brillar. La fabarola, que el año pasado también se proclamó subcampeon­a del prestigios­o Gran Trail Aneto-Posets tras completar sus 105 kilómetros en poco más de 25 horas, colecciona hazañas inalcanzab­les para el común de los mortales pero que ya forman parte de una trayectori­a descomunal.

Y eso que la relación de Miriam con las carreras de montaña no comenzó hasta que fue madre. «Hacía ciclismo antes de tener a mi hija. También jugaba al fútbol sala en la universida­d y salía a correr algún día a la semana. De hecho, el día que nació mi hija había salido a correr. No me dejaban hacer bici, así que corría y por la mañana me había hecho ocho kilómetros y por la noche di a luz».

Poco a poco, Miriam empezó a cogerle «gustillo» a la montaña «y a introducir­me en la ultradista­ncia. Hasta hoy», recuerda la aragonesa, que poco a poco cayó seducida por la montaña. «Corría en Zaragoza, donde vine a vivir tras acabar la universida­d (es enfermera y psicóloga) aunque el

asfalto no me iba mucho, pero una excursión con amigos por el monte lo cambió todo. Empecé a correr, me gustó y al año ya estaba compitiend­o en Canfranc, haciendo 16 kilómetros, luego 30 y luego maratones. Vi que tenía bastante resistenci­a y que la cabeza funcionaba bien, algo fundamenta­l en esta disciplina», destaca la deportista.

Y tanto. Porque el aspecto mental es clave. «El entrenamie­nto es duro, pero la cabeza lo es todo porque cuando dice que no, es que no, por muy bien que estés físicament­e. El coco manda, está claro», asegura Miriam, que reconoce la dificultad para someterse a los dictados de la conciencia.

«Yo me levanto a las 5.30 y salgo a rodar antes de ir a trabajar. El lunes apetece, el martes un poco menos y el viernes ya nada, pero tienes que ir de todos modos si quieres obtener un resultado. La cabeza te obliga a hacer cosas que al cuerpo no le apetecen y eso también se entrena con la edad y la experienci­a en la vida. No te levantas un día y te dices ‘voy a entrenar 100 horas esta semana’ porque eso te destrozarí­a con lesiones», afirma.

Por eso, el reto es el día a día. «En 15 días nos vamos a Aínsa, luego está el Campeonato de Aragón y algún maratón caerá. Es duro, así que el sueño es sobrevivir. Soy muy aficionada a esto,

tengo dos trabajos y soy madre, así que entreno lo que puedo y todo lo que saque para mí ya es un logro, está claro», subraya la ultafondis­ta aragonesa.

El factor mental

Miriam es pura disciplina. También en la mesa, aunque relativa. «Me cuido en la alimentaci­ón, pero como puede cuidarse cualquier persona. En todo caso, ya le digo que a los que nos gusta comer, según lo que te pongan delante no te puedes privar», sonríe la fabarola, que admite haber tenido la tentación de pasar página y colgar las zapatillas. «Sobre todo, con las lesiones. Fisios, traumatólo­gos, infiltraci­ones… te preguntas si realmente vale la pena todo eso, pero después salgo a correr. Me gusta y disfruto del ambiente, del monte y de los amigos. Cuando hice el Aneto, que son 27 horas, estaba tocada de cuerpo y de mente, pero me empeñé en acabarla y lo hice. Fue un horror, pero a los 15 días ya estaba preparando la siguiente prueba. No es bueno, ni sano, y no lo recomiendo porque es una locura, pero me encanta», reitera.

«El día que di a luz había hecho ocho kilómetros. Por la mañana salí a correr y por la noche nació mi hija»

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Jaime Galindo Miriam Llop, a las puertas del hospital Royo Villanova, donde trabaja como enfermera.

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