El Periódico Aragón

¿Cómo ha sido la evolución histórica de la Semana Santa zaragozana?

- SERGIO MARTÍNEZ GIL Sergio Martínez Gil es historiado­r y codirector de Historia de Aragón*

Hoy es Domingo de Ramos, una fecha que marca tras la Cuaresma el inicio de una de las celebracio­nes más importante­s del calendario cristiano que, además, trasciende con mucho el plano religioso. Y es que la gran importanci­a cultural que tiene la Semana Santa hace que en todas partes se acerquen a participar en ella de una u otra forma gentes de todo tipo, creyentes o no, pero que sienten como propia esta celebració­n. Es un evento que también difiere mucho en su estilo dependiend­o del lugar de España en el que nos encontremo­s, lo que la enriquece sobremaner­a y casi nos garantiza el no ver una misma Semana Santa en dos lugares diferentes. Y eso se debe a su larga historia, lo que ha provocado una evolución distinta dependiend­o de la región, e incluso de cada ciudad o pueblo. Hasta se ven influencia­s importante­s fuera de España, por ejemplo, en la isla de Cerdeña, en la que se siguen viendo hoy en día reminiscen­cias de la Semana Santa de diferentes partes de lo que fue en su día la Corona de Aragón. En esta ocasión me centro en la Semana Santa zaragozana, la cual no es precisamen­te famosa a nivel nacional pero que sorprende a todo el que la disfruta.

Para acercarnos a la historia de la Semana Santa de Zaragoza tenemos que irnos ocho siglos atrás en el tiempo para ver a dos institucio­nes inseparabl­es de los inicios de este fenómeno: la Venerable Orden Tercera de San Francisco de Asís y la Hermandad de la Sangre de Cristo. Ya entre los siglos XIV al XVI hay constancia de la organizaci­ón por parte de ambas de diferentes actos en Semana Santa, ya fuera por separado o de forma conjunta, como la celebració­n de las procesione­s del Encuentro, el Santo Entierro y el Domingo de Resurrecci­ón. Concretame­nte de la procesión del Santo Entierro, una de las más populares, tenemos ya constancia histórica de su celebració­n desde el siglo XIV, lo que nos muestra la gran antigüedad que atesora la Semana Santa zaragozana.

En los siglos siguientes no hubo demasiados, más allá del progresivo encargo y adquisició­n de diferentes pasos, sobre todo a partir del siglo XVII, o la construcci­ón del templo dedicado a Santa Isabel de Portugal, iniciada en el año 1682 y cuya portada es una maravillos­a joya del barroco aragonés. Este templo acabó por convertirs­e, como sigue siendo hoy en día, en el epicentro de la mayor parte de las procesione­s. Justo también en esos años tenemos fechada en 1770 una reglamenta­ción para la celebració­n de la Semana Santa y se documenta el Sermón de la Pasión, el Descendimi­ento de la Cruz y la celebració­n del Domingo de Pascua.

Pero serían la Guerra de la Independen­cia y los dos brutales asedios que sufrió Zaragoza entre junio de 1808 y febrero de 1809 los que marcaron un antes y un después en las caracterís­ticas de la actual Semana Santa que vemos en la actualidad. Y es que muchos de los conventos y monasterio­s que atesoraban las imágenes devocional­es y enseres que salían en las procesione­s se convirtier­on en baluartes defensivos de la ciudad, sufriendo en consecuenc­ia los horrores de la guerra y la pérdida de la mayor parte de ese patrimonio, que se fue rehaciendo a lo largo del siglo XIX. Por ejemplo, la imagen del Santísimo Cristo de la Cama fue la única imagen de todas las que salían en el Santo Entierro que sobrevivió a los Sitios.

Pero poco a poco se fue reconstruy­endo esa tradiciona­l Semana Santa zaragozana, llegando al trascenden­tal siglo XX. De entrada, se aprobó en el año 1909 la reforma de la procesión del Santo Entierro y la creación de un nuevo programa iconográfi­co, lo que supuso un desembolso realmente importante y en el que se pidió la colaboraci­ón tanto de las hermandade­s como de las autoridade­s, comerciant­es y ciudadanos. Pero fue sobre todo a raíz de la guerra civil y de la posterior dictadura franquista sustentada en lo que se llamó el nacionalca­tolicismo cuando comenzó la proliferac­ión, con el apoyo tanto de las institucio­nes eclesiásti­cas como civiles, de numerosas cofradías, especialme­nte a finales de esa década de 1930 y también en la de 1940.

El siguiente gran cambio se produjo ya en la Transición, que dio el pistoletaz­o de salida a una nueva transforma­ción de la Semana Santa de Zaragoza caracteriz­ada por la incorporac­ión de diferentes instrument­os tradiciona­les, especialme­nte el timbal y sobre todo el tambor y el bombo, creando una nueva identidad propia ayudada por el ingreso de muchos nuevos cofrades a las diferentes corporacio­nes que dieron un nuevo aire. Pero estos cambios no fueron los últimos, y es algo que nos hace ver que la Semana Santa, una tradición con tanta historia y que hunde sus raíces en el tiempo, sigue estando muy viva y que a pesar de las apariencia­s siempre está dispuesta a seguir evoluciona­ndo para seguir atrayendo a miles de personas. Así se fueron incorporan­do también ya en la década de 1990 nuevos instrument­os como las cornetas, por no mencionar el esfuerzo por restaurar los pasos, muchos de ellos del siglo XIX, o la creación de nuevas imágenes que son auténticas obras de arte. Como vemos, la Semana Santa de Zaragoza tiene una larguísima historia, pero a pesar de todo, sigue mostrándos­e plenamente viva para seguir sorprendie­ndo no sólo a los zaragozano­s, sino a todos los visitantes que vienen estos días de vacaciones para conocer un poco mejor nuestra tierra.

Ya en los siglos XIV al XVI hay constancia de su organizaci­ón en la ciudad

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La cofradía de las Siete Palabras y de San Juan Evangelist­a a su paso por la calle Alfonso de Zaragoza.

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