El Periódico Aragón

«Nos tratan como a tontos»

Fernando Centellas, mayor de 77 años, explica las dificultad­es a las que se enfrenta diariament­e con la tecnología.

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Fernando Centellas asegura a sus 77 años que, «si manejo algo las tecnología­s, es gracias a mi hija y a mi nieta, que siempre me ayudan mucho». Para él, todo lo digital supone «más quebradero­s de cabeza» que otra cosa, por lo que intenta «no prestarle mucha atención a las nuevas tecnología­s». Aun así, es consciente de que «hoy en día lo necesitamo­s para todo» y que es una gran limitación para el día a día de los mayores en la comunidad.

Aunque él tiene la suerte de contar con mucha ayuda por parte de su familia, asegura contar con amigos que están menos acompañado­s y, por tanto, «más limitados». Hace tan solo un par de semanas, «uno de mis amigos más cercanos tuvo un percance de este tipo en el banco», rememora. Cuenta que, cuando fue a sacar dinero «uno de los trabajador­es que le atendió le dijo que tenía que hacerlo desde el cajero automático». Se trata de una tarea muy sencilla «para aquellos que entienden las nuevas tecnología­s, pero para nosotros es una complicaci­ón muy grande», incide Fernando.

Relata cómo su amigo le pidió ayuda al banquero, «porque él no entiende bien como funciona el aparato, pero no por ello somos menos inteligent­es». Menciona que el trabajador le ofreció poder

sacarle «500 euros desde la oficina, pero no menos. A lo que mi amigo accedió y luego le pidió que le ingresara 200 euros». Entre risas añade que «¡no somos tontos, aunque piensen que sí! Es

que vemos la vida de otra manera».

La diferencia generacion­al, Fernando la nota mucho a través de sus nietos. Entre uno de sus recuerdos más recientes, cuenta

que un día con su nieta pequeña «me di cuenta de lo fácil y simple que es para ellos y lo complicadí­simo que es para nosotros». Recuerda que, una tarde en el salón de su casa, le dijo a Iratxe, su

nieta: «Hija mía, cómo me cuesta escribir sin darle a ocho teclas a la vez, no veo nada». Ante sus lamentos, «ella tan tranquila me dijo, pues mándalo por un audio, abuelo», cuenta.

«Me quedé pasmado, no sabía ni qué me contaba. Luego ya me explicó que solo hay que darle a un botón, aunque ella sabe que me lo tendrá que volver a enseñar porque se me olvidan las cosas», explica sintiéndos­e muy afortunado porque «tengo una familia que me ayuda siempre mucho».

«Me adapto como puedo»

A pesar de las limitacion­es tecnológic­as y de que «algunos días es inevitable que me sienta solo», señala que en su caso «soy muy feliz y me adapto como puedo». En su día a día, asegura no necesitar mucho este tipo de herramient­as digitales. «No me llaman mucho la atención y prefiero disfrutar de los míos en el huerto, comiendo todos juntos o quedando con mis amigos a dar un paseo, aunque muchas veces nos enfadamos y nos mandamos a escampar», menciona.

Es consciente de que no todas las personas mayores tienen tanta suerte como él, «que vivo al lado de mis hijos y me ayudan siempre en lo que necesito», asegura.

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María Muñoz Dos personas mayores aprendiend­o a usar sus teléfonos móviles en una clase del LAAAB.

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