Palmas al sol en un Domingo de Ramos que abarrota las calles de Zaragoza
Miles de personas siguen en la calle el paso del largo cortejo de la cofradía de La Entrada en una radiante mañana llena de ramas de olivo y emoción cristiana
A golpe de carraclas abrieron ayer la Semana Santa de Zaragoza los cofrades de La Entrada de Jesús en Jerusalén. En una soleada mañana de marzo, miles de personas siguieron el paso de la procesión de las Palmas o de la Borriquita, una de las más populares, en un Domingo de Ramos que marca el inicio de los días santos. Aunque sopló algo de cierzo, el buen tiempo acompañó la jornada, lo que animó a la participación de un numeroso público que abarrotó las calles de la ciudad con motivo de esta tradicional celebración religiosa.
Se trata de uno de los actos más multitudinarios de la Semana Santa de la capital aragonesa, declarada de Interés Turístico Internacional. Y también la más alegre, dicen los entendidos, debido al simbolismo que encierra el acto, pero en parte también por la abundante presencia de familias con niños.
La expectación fue máxima. Entre palmas, ramas de olivo y emoción cristiana, el largo cortejo desfiló por las calles de Casco Histórico, que estaban repletas de personas de todas las edades mucho antes de que se iniciara. Con el estruendo de los tambores y bombos percutidos por los cofrades y sus hábitos blancos y azules, la procesión partió desde la iglesia de San Cayetano con puntualidad a las 12.00 horas.
«Es la primera procesión que sale a la calle y tiene la tradición de que en el Domingo de Ramos vienen muchos niños con sus palmas y dulces», destacó Alfonso Latorre, vicepresidente de la Junta Coordinadora de Cofradías de la Semana Santa. «Es una procesión alegre que muestra el jolgorio que había en Jerusalén por la entrada de Jesús, que creían que era el salvador», explicó.
Niños con chuches
Al atractivo de ser la que estrena la Semana Santa zaragozana se sumó el buen tiempo, que lanzó a mucha gente a la calle. La abundante presencia de público infantil es sin duda una de las notas características de la procesión de Las Palmas. La hora acompaña para ir con niños. Los más pequeños son también protagonistas del desfile religioso, pues son muchos los que procesionan con la cofradía, que tiene afinidad con el colegio de Maristas, donde está su «cantera».
Los niños cuentan además con un aliciente para venir al acto y de paso endulzarlo. Son las palmas que llenan con chucherías, una costumbre iniciada hace unos años que ahora es uno de los distintivos de la jornada.
La otra singularidad de la procesión es el sonido de la carraca –también llamada carracla en Aragón–, pues es en la única de Zaragoza donde se tocan. El uso de este ruidoso instrumento se hace desde 1965, impulsado por un marista, Juan Armiño. Antiguamente se empleaba en las iglesias para significar el terremoto final de las tinieblas durante la Semana Santa.
El paso de la borriquita actual no es el primero. Este fue realizado por Antonio Palao –el mismo autor que La Piedad– en 1863, pero fue destruido en un incendio provocado en el año 1935 en el almacén en el que se guardaba. El actual es de los hermanos Albareda, pero lleva la corona del anterior gracias a que no se destruyó en el incendio.
Por la tarde, los ojos estuvieron puestos en la procesión de La Humildad, una de las cofradías que más devotos aúna en la calle a lo largo de su estación de penitencia a La Seo.
Las calles del centro de la ciudad también fueron un hervidero de gente con la procesión del traslado del Ecce Homo de la iglesia en la que está buena parte del año, en Santiago el Menor, a la iglesia de Altabás en el Arrabal. Esta deja una de las imágenes más zaragozanas, que es ver la talla más antigua, nada menos que del siglo XV, que procesiona en la Semana Santa de Zaragoza por el puente de Piedra con la basílica del Pilar de fondo.