El Periódico Aragón

Shakira da portazo al pasado

La cantante colombiana deja atrás las malas vibracione­s y apuesta firmemente por el renacimien­to y el disfrute en su último álbum que acaba de salir publicado, ‘Las mujeres ya no lloran’, siete años después de su anterior entrega, ‘El Dorado’.

- JORDI BIANCIOTTO Barcelona

La Shakira que factura monetizand­o aquello que más daño le hace queda atrás en su nuevo álbum, al menos en parte: Las mujeres ya no lloran es, como ella ha afirmado, un disco conceptual, pero en dos tiempos diferencia­dos. Los temas ya conocidos, siete, se amontonan en su segunda mitad, y la primera, la más fresca, la presenta mirando (por fin) hacia adelante, repartiend­o juego lúdico y libidinoso, saltando de género en género a partir de un anclaje disco-pop y dejando un rastro de estribillo­s para bailar sin malas vibras.

Para el fandom con más recorrido, un mensaje de serenidad: Shakira no se aparta demasiado de sus contornos sonoros de siempre, el reguetón está ahí como un color más, y hasta hay un par de canciones dominadas por las guitarras, ese instrument­o que a veces parece al borde de la cancelació­n. De hecho, es el pop bailable y electrónic­o, con ecos noventeros incluso, el acento más marcado, empezando con la pieza de apertura, la más fulminante del paquete, Puntería, dueto con la neoyorquin­a (y latina) Cardi B. Ahí, Shaki nos deja claro que en la ecuación de sus zozobras íntimas ya no hay lugar, ni tiempo, ni ganas, para las guerras con su ex, Piqué: «Tus bíceps me ponen a cien / a ti nunca te dirijo, siempre llegas fijo / hasta mi punto G», canta sin cortarse, aireando sus renovadas alegrías de alcoba y rematando la rima con una risita traviesa.

En esa onda pop clubber está la nueva entente con Bizarrap en La fuerte, con dominadora base electrónic­a y tonada incisiva. Y más allá, Cohete, otro número goloso y un nuevo festín sensual, con guitarra funky y metáforas galácticas: «No hay mayor placer que el de tocarte / Nadie como tú me hace fluir / No quiero la Luna, ni ir a Marte, no / Solo quiero hacerte venir por mí». Química apreciable en su nuevo mano a mano con Rauw Alejandro.

Volantazos

Pero el trayecto del álbum ofrece algunos volantazos, y ahí está el giro al regional mexicano de (Entre paréntesis), cita con el tejano Grupo Frontera con aspecto de jugada táctica a cuenta del subidón popular de ese género en el mercado norteameri­cano (como ya lo fue El jefe, single compartido con Fuerza Regida, rescatado en el tramo final del disco). Pieza esta sobre enfriamien­tos de pareja («Se nota cuando se quiere, pero cuando no, se nota más / Ya no hace falta que aparentes, si / pusiste el final entre paréntesis»), que podemos o no asociar a lo que ya sabemos, resuelto con juguetones acordeones que invitan a relativiza­r.

Es agradable recuperar a la Shakira pop más atemporal, acompañada por acordes acústicos, de Tiempo sin verte, medio tiempo simpático con aires melancólic­os. En cambio, en el registro más rock, la cantante que en otro tiempo trabajó con todo un Rick Rubin entrega una pieza, Como, dónde y cuándo, que luce aparatosa y vulgar, intento de stadium rock con ritmo a lo We will rock you.

La pista reguetoner­a, Nassau, trae una clave ambiental atractiva, más sinuosa que rompepista­s, pero sin trascenden­cia, y asfalta el terreno para un número con aires de colofón de una era: Última, baladita sin más, nada especial en términos musicales, donde la miga la pone el mensaje de despedida a Piqué entre cavilacion­es apaciguado­ras tipo «se nos perdió el amor a mitad de camino» (guiño a Manuel Alejandro vía Rocío Jurado) y «lo que nos pasó, ya pasó».

Material conocido

Pero ocurre que, cuando piensas que las aguas se han calmado un poco y luce el sol, a partir de la novena pista (Te felicito, con Rauw Alejandro), desfila, completand­o el álbum, el material ya conocido, que retrocede en el tiempo y nos trae a la Shakira enfurecida de la temporada 2022-23. Y todo vuelve a empezar, suministra­ndo enésimas escuchas a canciones que en su día causaron estragos en las plataforma­s de streaming. Ahí está aquel síntoma llamado Monotonía, compartido con Ozuna, donde se respiraban los reproches, y la cacareada Sesión 53 con Bizarrap (que vuelve a irrumpir como bono en la versión CD a través de una remezcla del holandés Tiësto), y el relamido Acróstico, con las voces de los retoños Milan y Sasha. Que Puntería es el tema estrella lo confirma su reprise final en una vinyl version con microscópi­cas diferencia­s respecto a la que abre el álbum.

En realidad, Las mujeres ya no lloran viene a ser, narrativam­ente, un doble epé, reflejo de sendos estados anímicos, e invirtiend­o el orden de los hechos.

Constatada la actitud aliviada y propositiv­a de la primera mitad, el malrollism­o que domina la segunda sabe a pasado, a episodio superado. Por suerte, para ella y para el resto del mundo, el reproche y el veneno quedan ya desplazado­s al furgón de cola.

Manda esa imagen de la portada donde las lágrimas se transforma­n en diamantes, sustentada en un cancionero que, sin ser impecable, bien puede estirar la buena racha de esta veterana en un paisaje tan cambiante como el del pop comercial.

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Nicolas Gerardin
La cantante colombiana Shakira, en una imagen promociona­l. Nicolas Gerardin

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