El Periódico Aragón

«Estoy en una etapa en la que beber es más difícil de lo que era antes»

El periodista y escritor Roberto Enríquez, conocido como Bob Pop, acaba de publicar ‘Como las grecas’, un ensayo en el que se pregunta, a través de sus propias experienci­as personales, «por qué nos emborracha­mos así».

- MARTA GARCÍA MIRANDA Madrid

Beber para dejar de pensar, para apagar la conciencia, beber para sentir que encajamos, que conectamos con los otros, beber para ser otros y para vivir otras vidas, beber para olvidar el cansancio y la incertidum­bre, beber para sentir que somos brillantes e ingeniosos y bailamos como nadie, beber para que nos pasen cosas, beber hasta que nos llegue, por fin, una vida de verdad. Beber porque estamos cansados de ser tan obedientes, beber para olvidar que estamos asustados, beber para frenarlo todo durante un momento, beber para ser más valientes y porque, como dice Marisa Paredes en La flor de mi secreto, «excepto beber, ¡qué difícil resulta todo!». Son algunas de las respuestas que recoge Roberto Enríquez, Bob Pop (Madrid, 1971), en Como las grecas (Debate), un ensayo que publicó ayer y en cuyo subtítulo se pregunta: «¿Por qué nos emborracha­mos así?» o, lo que es lo mismo, qué nos lleva a «ese beber social y compulsivo» que compartimo­s

tantas veces a la salida del trabajo, de fiesta, de vermús de domingo o en cenas familiares.

En Como las grecas está la voz de Marguerite Duras, John Fosse o Dorothy Parker, pero también las confesione­s de sus amigos y amigas, y la propia biografía del periodista, guionista, creador de series como Maricón perdido y autor de obras como De cuerpo presente, Mansos y Días simétricos. Coincidien­do con la publicació­n del libro, Bob Pop ensaya estos días su segunda obra teatral, Hablar no sirve de nada, antes de su estreno el próximo 14 de abril en Barcelona, un montaje en el que, dice, «me doy cuenta de que no puedo hablar solo, que necesito tener a alguien a mi lado y que desde la dependenci­a no me puedo permitir hacer un monólogo. De eso habla la obra, de qué relaciones de poder o no establezco con quien me cuida por dinero». Por cuidar a quien le cuida, Bob Pop también dejó de beber hace años y en la última página del libro le dice a un amigo que recuerda lo bien que se lo pasaban cuando bebían juntos: «Ya no bebo, pero me acuerdo».

— ¿De qué necesidad personal nace este ensayo?

— Me interesaba porque a mí me ha gustado mucho beber y ahora estoy en una etapa en la que beber es mucho más difícil de lo que era antes, tanto por mi vejiga como por mi movilidad y la dependenci­a, y quise saber qué estaba empezando a perderme o qué nos falta que buscamos en el alcohol. Además, no quería hacerlo desde un lugar terapéutic­o sino costumbris­ta, desde la voz de quienes hemos bebido de más, pero nunca nos ha parecido que teníamos un problema con el alcohol, aunque sí teníamos un problema con muchas cosas y utilizábam­os el alcohol como una forma de aliviarlo y eso luego nos llevara a otros problemas.

— ¿Cuánto tiene que ver la necesidad de beber con nuestro cansancio y el desencanto?

— Todo, tiene que ver todo. Todo lo que has dicho tiene que ver con un síndrome turbocapit­alista que nos lleva a no estar nunca en el momento. Siempre estamos pensando en lo siguiente que tenemos que hacer, en lo próximo, en el circo de tres pistas que estamos sosteniend­o y beber de esta manera, sobre todo social, es una manera de vivir el presente intensamen­te, solo existe el aquí y el ahora.

— En el ensayo está hablando de una generación muy concreta, porque ahora los jóvenes beben y se drogan bastante menos

— Es un libro boomer, claramente. Y sí, me parece que tiene que ver con una generación, con una forma de relacionar­nos, incluso con un tipo de adolescenc­ia marica, que es una cosa que he analizado leyendo y escribiend­o el libro. Y tiene que ver con los lugares laborales que ocupamos, con nuestra incertidum­bre, con todo eso.

— Hay también un retrato de clase. No habla de gente con mucha pasta, pero tampoco de gente que apenas tenga recursos

— Es verdad. Creo que hablo de nosotras, es decir, de quienes nos vamos bandeando y con algún golpe de suerte tenemos una vida más o menos cómoda, quienes como Díaz Ayuso pagamos solo alquiler y no tenemos nada en propiedad, aunque en su caso sea mentira. Tenemos esta necesidad del presente porque el futuro no lo tenemos muy claro y es verdad que no estamos viviendo en la calle ni en una precarieda­d llamativa, pero mira, hay una figura que mi marido usa y que me gusta mucho, que es la diferencia entre caminar sobre huevos duros o sobre huevos crudos. Nosotras siempre caminamos sobre huevos crudos. Si la cáscara se rompe, nos pringamos del todo y es muy difícil que salgamos de allí. Y yo estoy hablando de cómo vamos saltando con ligereza sobre cáscaras de huevos crudos para que no se rompan y vamos apañándono­s con lianas que nos van llegando. No hablo de la gente que practica el botellón, ni que bebe sola en casa, hablo de una generación que ha hecho del alcohol un modo de ocio.

— ¿Cómo es de fuerte el vínculo entre la «intoxicaci­ón viril» y la intoxicaci­ón alcohólica?

— Hablo de varios tipos de masculinid­ad. Hablo de mi masculinid­ad marica, que también ha necesitado del alcohol para la osadía, para el atrevimien­to, incluso en el pasado para apaciguar la pluma y, a la vez, de ese alcoholism­o marica que hacía que los tugurios más insalubres parecieran soportable­s. Pero también está la masculinid­ad hetero chunga, donde el alcohol sirve para muchas cosas y, entre ellas, para atreverse a ser aún más crueles y machos, para justificar sus problemas de erección, para asumir que están ocupando el lugar que les pertenece y, sobre todo, porque el heteropatr­iarcado lo que también permite es que cuando un macho se emborracha siga entendiend­o que el espacio le pertenece y que es un espacio seguro. En cambio, cuando una mujer se emborracha, (ese espacio) no es seguro y, además, no solo es juzgada, sino que puede ser agredida.

— En el libro cita un artículo de Pikara en torno a la relación entre alcohol y violencia machista, un vínculo que funciona más bien como una justificac­ión.

— Exacto. Tú puedes pensar, no, es que es una pulsión, la gente cuando bebe se pone violenta. No es así. O sea, las tías cuando bebéis no os ponéis violentas. Los maricas cuando bebemos no nos ponemos violentas. Algo está pasando ahí y tiene que ver con que ese permiso que nos da el alcohol para los tíos cis, hetero, macho man, es una consigna de libertad absoluta. De hecho, durante mucho tiempo se justificab­an los malos tratos y la violencia machista como, bueno, es que tienen mal beber. Qué duro. Pero es como que les sale por ahí porque al final es el mandato. Y es el mandato que a lo mejor se ha reprimido durante un tiempo y que ahora, más que nunca, está deseando salir porque sienten que merecen una venganza.

 ?? Mauricio Retiz ?? El escritor Bob Pop, en una imagen promociona­l.
Mauricio Retiz El escritor Bob Pop, en una imagen promociona­l.

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